Mirada cubista
“Además de combinar actores profesionales y amateurs, hemos mezclado todo tipo de formatos durante el rodaje. Filmamos en 35 mm, 16, Super 8, Vídeo 8 y con toda clase de emulsiones: Agfa, Kodak, Fuji. Lo que he pretendido en primer lugar es que hubiera una sensación de multiplicidad, de lenguaje visual roto”, afirma Luis Aller, autor en 1990 de Barcelona, lament, su primer largo (premio Sant Jordi a la mejor ópera prima), y director de la escuela de cine Bandè à Part en la capital catalana.
Aller planea mantener coloquios con el público al concluir la proyección en algunas de las sesiones de las salas donde se va a programar la película, en Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela, Vigo, Avilés o Bilbao, entre otras ciudades. “He trabajado de la misma forma en la que lo hacían los pioneros: David Griffith, Charles Chaplin. Escribíamos un tramo del guion, rodábamos y montábamos esa primera parte. Entonces descubríamos que algunos personajes o acontecimientos tenían una importancia que no le habíamos concedido a priori, y así continuábamos el proceso de la película hasta que la he acabado hace pocos meses”, explica el realizador, que ha aparcado desde 1993 otros proyectos de un cine más estándar para ofrecer esta singular obra compuesta de más de 7.000 planos.
Transeúntes refleja el caos de la vida moderna, la manipulación que la sociedad de consumo ejerce sobre sencillos ciudadanos que se ven metidos en situaciones para las que no están preparados. El vértigo de las imágenes impide identificarse con esos personajes y los relatos que Aller esboza. Como si nada tuviera importancia o consistencia en el inmenso estercolero que hemos creado entre todos, en el sinsentido de una cotidianidad intercambiable. Hay que marcharse, parece inducirnos a pensar la secuencia final, pero ¿adónde?