Gracias a su dominio del inglés también fueron llegando los papeles internacionales. Primero en España, como en Campanadas a medianoche, de Orson Welles, aún sin barba. Esa barba que, llegados los años sesenta, acabaría por dibujarlo como el perfecto caballero, diciendo adiós a la mala fama de sus carrillos. El Mofletes, le llegaron a decir, y hasta en el interior de sus películas tuvo que admitir diálogos como este de Un marido de ida y vuelta (Luis Lucia, 1957), donde uno de los personajes femeninos, interpretado por Luz Márquez, le decía: “Me casaré con el que quiera y será más guapo que tú, sin ese par de mofletes colgando a cada lado".
Una confusión que acabó en Óscar
Y así, pese a la inseguridad de considerarse casi un impostor, un hombre sin el suficiente talento como para interpretar las maravillosas películas cuyo reparto encabezaba, llegaron los grandes trabajos. Con Luis Buñuel: Viridiana, Tristana, El discreto encanto de la burguesía, Ese oscuro objeto del deseo. Con Carlos Saura: Elisa, vida mía. Y, por supuesto, su mítico papel en la estadounidense French connection, ganadora del Óscar a la mejor película de 1971, en la que fue fichado, circunstancias de la vida, por un equívoco: William Friedkin, el director, había pedido al elegante señor de Viridiana, cuando en realidad se refería a Paco Rabal, y sus ayudantes pensaron que era “el otro”, es decir, Fernando Rey. Como decían en Cómicos, se ve que hay que saber esperar. Aquel papel le llevaría a algunas formidables películas internacionales, sobre todo en Italia (El desierto de los tártaros; Pascualino; siete bellezas; Excelentísimos cadáveres) y Estados Unidos (French connection II y Quinteto, en las que fue dirigido por John Frankenheimer y Robert Altman).