EFEMÉRIDES
25 años de las hondonadas de hostias
La loquísima ‘Airbag’, de Juanma Bajo Ulloa, abrió las puertas al espíritu cómico más gamberro. Un cuarto de siglo desde el primer taquillazo del cine español moderno
JAVIER OCAÑA (@ocanajavier)
Una alianza de matrimonio perdida en el culo de una prostituta. Una de las juergas más delirantes de la historia del cine español. Escatología, sexo, persecuciones, cocaína, desparrame. Un gallego muy profesional empeñado en el conceto, que no en el concepto. Un mortal juego, semejante a la ruleta rusa, en el que se sustituían las pistolas y las balas por tortillas de setas envenenadas (o no). Hasta 80 intérpretes con texto, extras aparte. Una producción cara, muy por encima de lo habitual en una comedia. Airbag era simplemente una locura, y más si pensamos que su director, Juanma Bajo Ulloa, era hasta entonces un joven artista de cine de autor, un niño terrible, el creador de dos formidables fábulas de terror cotidiano como Alas de mariposa y La madre muerta. Y, sin embargo, la película se convirtió en un taquillazo, en el primer blockbuster del cine español moderno, en la comedia patria que rescató a los jóvenes para las multisalas y las palomitas, la granujería y las carcajadas. De todo ello hace ahora 25 años.
La idea original era de Karra Elejalde, que la iba contando a todo el que quisiera escucharlo, incluidos sus amigos Bajo Ulloa y Fernando Guillén Cuervo. El disparate pretendía hacer diana contra todo y todos, desde la burguesía vasca hasta la alta política. Entonces entró en el juego, básicamente con el dinero, Asegarce, la productora del cocinero Karlos Argiñano, junto con otros socios. Dispuestos para para el desvarío, Elejalde y Guillén Cuervo se pusieron con un guion que aglutinaba ideas y situaciones disparatadas, pero sin mucho orden. Bajo Ulloa fue el encargado de acabar imponiendo una cierta estructura, en una época en la que Karra pasó de querer dirigir la película a simplemente, que no es poco, coescribirla y protagonizarla, dejando la dirección a Juanma, que era de quien se fiaban los productores.
En ese proceso, algunas de las aventuras acaecidas durante la preproducción y filmación no dejan hoy de sorprender. Por ejemplo, que el papel de Luis Cuenca lo iba a hacer Anthony Quinn; que el destinatario inicial del de Alberto San Juan, tercer vértice junto a Elejalde y Guillén de la brutal despedida de soltero, era Javier Bardem (finalmente, tras tener que marcharse a otro rodaje como protagonista, asumió en Airbag una especie de cameo redundante como risible actor de culebrones); que el famoso lehendakari negro de la película estuvo a punto ser gitano, e interpretado por Kiko Veneno, o que la larga secuencia del casino se rodó en una sola noche (iba a ser durante tres días, pero no había presupuesto). Bajo Ulloa, deshidratado, llegó a orinar pus aquella noche. Previa consulta con su amigo Julio Medem –que además de director de cine tenía la carrera de Medicina–, no paró de beber agua en aquella infernal jornada de rodaje: se empeñó en no acudir al hospital, sin que nadie más supiera sus males.
El fundamental libro Juanma Bajo Ulloa: Cine en las entrañas, de Jesús Angulo y Antonio Santamarina, da cuenta de las principales circunstancias de una producción a la que se unieron, como personajes más o menos secundarios, gente del calibre de Paco Rabal y María de Medeiros, además de Santiago Segura como político pederasta, Albert Pla como cura-cantante que interpretaba una muy particular versión del Soy rebelde (Jeanette), y un cargamento de cameos; entre ellos, David Trueba, Ana Álvarez, Ramón Barea y Alaska. Y mientras la gracia natural de Manuel Manquiña (“¡aúpa, Dépor!”) se hacía con la película, Segura, que ya planeaba hacer su Torrente, y Bajo Ulloa hicieron una apuesta personal sobre cuál sería más taquillera de las dos. Ganó Segura, aupado por un tipo de película que hasta entonces no se estilaba, y que se convirtió en modelo para otras cuantas. Cartoon, cómic, esperpento, cine de acción, comedia chusca, farsa popular, crítica política. Todo cabía en Airbag, estrenada el 20 de junio de 1997.
Sin embargo, y como tantas otras veces, el dinero, en lugar de dar la felicidad, separó a sus artífices. Por un lado, los creadores: Bajo Ulloa, Elejalde y Guillén Cuervo. Por otro, los productores. La película había costado más de lo pensado, 500 millones de las antiguas pesetas (unos tres millones de euros), así que firmaron un trato por el que parte del sueldo de los tres dependería de los beneficios que, en todo caso, se obtuvieran. Casi sorprendentemente, y pese a las malas críticas generales, fue un éxito descomunal: 2,2 millones de espectadores y 7,2 millones de euros de recaudación. Eso sí, después de infinidad de reuniones durante años, los productores seguían alegando que no había beneficios. La solución, no había otra, en los tribunales. “Estoy a la espera de que el señor juez diga si me deben dinero o, por el contrario, que estos señores son unos santos que me han ayudado en mi carrera sin ganar un duro”, decía en una entrevista de la época Bajo Ulloa. Después de varios pleitos, sentencias y recursos, el Tribunal Supremo dio la razón a los artistas. Les otorgó el 10,625% de los beneficios; es decir, 74.481,48 euros, con independencia de los pagos anteriores, según la sentencia.
En estos 25 años, las vidas profesionales de unos y otros han cambiado mucho. Manquiña y Guillén Cuervo han continuado con su carrera en cine, teatro y televisión, pero sin un punto tan destacable como Airbag; Guillén dirigió, eso sí, Año Mariano (2000) junto con Elejalde, en una línea semejante, y volvieron a triunfar: 5,5 millones de euros de recaudación. Karra, que entonces no lo era, se convirtió en una estrella, en un actor prestigioso y popular con varios hitos más en su haber, cuatro nominaciones a los Goya, y dos premios al mejor actor de reparto, por También la lluvia (2011) y Ocho apellidos vascos (2015).
Alberto San Juan, que entonces debutaba en un papel principal, además de afianzarse como relevante activista de izquierdas, ganó dos goyas (de tres nominaciones), por Bajo las estrellas (2008) y Sentimental (2021). Y Juanma, tras el proyecto fallido de El Capitán Trueno, que le llevó años, siguió siendo fiel a su inconformismo, a su irreverencia y a su talento. Compuso Rey Gitano, lo más parecido a ese Airbag 2 que siempre se negó a hacer, con algunos de sus compañeros (Elejalde, Manquiña); una desopilante road movie que podría pasar a la historia como uno de los primeros ejercicios cómicos y críticos que osó hacer chistes sobre la monarquía española. Sin embargo, esta vez no fue demasiado bien en taquilla: 150.000 espectadores. Y, antes y después, el director continuó con sus personalísimas apuestas fílmicas, en la línea de sus dos primeras obras, Alas de mariposa y La madre muerta: Frágil (2004) y, sobre todo, la excelente Baby (2020), fábula de horror sin una sola palabra, muda de diálogos, puro cine a contracorriente de hermosa imagen.
“Airbag fue mi respuesta gamberra a mi parte seria”, afirma Bajo Ulloa, que eligió dos cárceles de mujeres para proyectar la película por primera vez, antes de su estreno comercial. El atropello de un guardia civil fue la secuencia más aplaudida en aquellas dos jornadas. “Corrección política ha habido siempre, lo que pasa es que conseguimos encontrar un hueco en una época en la que no existían las redes sociales y no se había adoctrinado tanto a la población. Logramos hacer una película que ahora estaría prohibida, porque casi cada cosa de la que nos reímos ahora está mal vista”, dijo el director en una entrevista de 2019 para El Periódico de Tenerife. En Airbag, parafraseando a Pazos, el mítico personaje de Manquiña, había un conceto, pasárselo en grande, y una ejecución “muy profesional”. Y el público lo entendió así. Ya lo había avisado el propio Pazos: “Vamos a llevarnos bien, porque si no van a haber hondonadas de hostias”.