El demonio entre
las piernas
El 12 de abril de 1991, tras pasar por el Festival de Berlín, se estrenaba ‘Amantes’, cima del cine volcánico de Vicente Aranda
JAVIER OCAÑA
“Me tienes loca, cabrón”, decía Victoria Abril. Y ya nada volvía a ser lo mismo. Una mantis religiosa, una mujer de tronío, una arpía, una que se las sabía todas, frente a una pobre chiquilla, una criadita a la que le alarmaban hasta los besos con lengua. Bien estaba uno en la mejilla, un piquito rápido, pero eso de abrir la boca antes del matrimonio… era ir a contracorriente. Y en medio, un españolito guapo y algo bobo, vago y con poca sangre para según qué cosas. El triángulo perfecto: Amantes. El ideal para un director como Vicente Aranda, ya curtido en todos los frentes: el sentimental, el emocional, el sexual, el social, el cinematográfico.
La película llegó a principios de febrero de 1991 a un gélido Berlín, pero a los asistentes a los pases de prensa y público se les quitó el frío para el resto del festival. Aquello era un brasero de emociones y carbón, de dolor y amor, de sexo y muerte. Jorge Sanz era el vértice masculino. Victoria, el lado visceral, dominante del triángulo. Y Maribel Verdú encarnaba, en su primer papel importante, a esa muchacha en principio incapaz de luchar contra los imponderables de la experiencia. La expresión “violencia de género” aún no se había instalado en la España de principios de los noventa. Aún se hablaba de crimen de amor. Un crimen basado en la propia realidad, acaecido en 1949, pero que Vicente Aranda y sus coguionistas, Manolo Marinero y Álvaro del Amo, habían trasladado a mediados de los años cincuenta. Querían evitar que se enmarcara en la posguerra, con sus implicaciones políticas y sociales, y remarcar así que esta podía ser una relación sin tiempo ni lugar, incluso contemporánea en muchos aspectos. Y lo era.