“Hablábamos como la gente. ‘Verano azul’ era una radiografía de la sociedad de la época”
40 años después de un rodaje que cambió la historia de la tele en España, varias generaciones siguen admirando las peripecias de Chanquete y compañía. Convocamos a María Garralón y Miguel Ángel Valero –Julia y Piraña– para hacer memoria y analizar un fenómeno entrañable
Texto y fotos: ENRIQUE CIDONCHA
Un año y cuatro meses duró el mejor verano de sus vidas. Ese fue el tiempo que el director Antonio Mercero se atrincheró en el malagueño pueblo de Nerja con un equipo de Televisión Española para rodar una de las series de mayor éxito y que más se ha emitido en la historia de nuestro país. Sucedió entre agosto de 1979 y diciembre de 1980, hace ahora justo 40 años, aunque la emisión del primer capítulo aún habría de esperar hasta la tarde del domingo 11 de octubre de 1981, a las 16.05 horas.
El resto, ya lo saben, es historia (viva) de la televisión en España. Los 19 capítulos de Verano azul se convirtieron en un éxito no ya instantáneo, sino de dimensiones sociológicas. Las reposiciones a lo largo de las décadas han sido incesantes, lo que convierte a esta serie en un insólito fenómeno generacional. Y los estudiosos todavía hoy analizan qué factores fueron determinantes para aquella colosal alineación de planetas. ¿Dónde radica el hechizo de una historia cándida, entrañable e hija de su tiempo, pero capaz de trascender, mucho más allá de la mera nostalgia, al paso de los años?
Los protagonistas de aquella aventura se encuentran a años luz de la generación de WhatsApp e Instagram, pero siguen ganando adeptos entre los más jóvenes. Cuatro décadas después del último golpe de claqueta nos reencontramos con dos de sus rostros inolvidables, los de María Garralón y Miguel Ángel Valero, a los que aún hoy se refieren a veces como Julia y Piraña. No les pediremos que entonen aquel No nos moverán, pero sí nos disponemos a compartir con ellos durante unas horas los entresijos de la grabación. Como si de unas vacaciones entre amigos se tratara.
– Empecemos por el principio. ¿Cómo llegaron a Verano azul?
– [Miguel Ángel Valero] La hija de la panadera de mi barrio trabajaba en una agencia de publicidad. Un día, la panadera convenció a mi madre para que me llevara a una prueba que supuestamente era para un anuncio de comida. Mi madre solía acudir allí a comprarme las panteras y los tigretones por cajas. Una de las dos no se había enterado bien: cuando llegamos, nos encontramos con Antonio Mercero en persona, en plenas pruebas para Verano azul...
– [María Garralón] Yo de aquella estaba representando La venganza de la Petra en el Teatro de la Comedia y vinieron a verme Antonio Ferrandis, Antonio Mercero y Alfredo Landa. Creo que de ahí salió la decisión, aunque había que ofrecer una terna de los principales actores a TVE. El único que estaba claro desde el principio era Antonio Ferrandis para hacer de Chanquete. Hasta que un día me llamó Mercero para decirme que tenía que dejar la función e irme a Nerja.
– Y no se lo pensaron dos veces…
– [M.A.V.] Después de que Mercero me eligiera, y esto lo supe muchos años después, mi padre dijo que ni hablar, que yo no perdía el cole “ni jarto de vino”. De modo que Antonio Mercero y Eduardo Esquide [productor de la serie] se presentaron en Alcalá de Henares, donde trabajaba mi padre, para decirle que no se preocupara porque no iba a dejar las clases.
– [M.G.] Un requisito indispensable para el personaje de Julia era saber montar en bici. ¡Y yo no sabía! Siempre he sido muy torpona para las cuestiones deportivas, aunque me encantaba bailar. Le pedí a mi padre que me llevara a una casita que teníamos en Chapinería, provincia de Madrid, para coger la bici y empezar a practicar. No sé ni cómo llegué viva al rodaje… Mi padre me gritaba: “¡No mires al suelo!”. Hasta que un día acabé debajo de un camión, con la bici destrozada [risas].
– ¿Al final consiguió defenderse con las dos ruedas?
– [M.G.] Cuando me dieron el guion vi que en el primer capítulo había una secuencia en la que íbamos todos en bici. Le pregunté al conductor si sabía dónde era y me llevó a la cuesta que teníamos que recorrer. Pensé que me iba a matar. Así que le dije a los más pequeños [Miguel Joven y Miguel Ángel Valero, Tito y Piraña], en plan de coleguita: “Oye, que yo no sé montar muy bien en bici, no me hagáis ninguna faena”. Nada más arrancar, se me cruzaron y nos caímos los tres…
– [M.A.V.] Recuerdo aquello, pero no fue algo premeditado. Nuestras travesuras eran muy inocentes, como una escena en la que comíamos unos helados y en la tercera o cuarta toma pensamos… “si nos equivocamos un par de veces más nos comemos otro” [risas].
– ¿Qué tal recuerdan la acogida por parte del pueblo de Nerja?
– [M.G.] Éramos un equipo de 100 personas asentado durante año y medio para el rodaje. El pueblo entero acabó participando de la serie. Cuando la auxiliar de producción se ponía a parar el tráfico, allí no pitaba nadie. Había mucha complicidad, y eso era entrañable.
– [M.A.V.] Además, acabaron actuando nerjeños como Ayo, en el capítulo de Pancho Panza. ¡Y en el de El ídolo salían todas las chicas del pueblo!
– ¿Sienten debilidad por algún capítulo?
– [M.A.V.] Uno de mis preferidos es La cueva del gato verde, aunque me gustan todos. Supongo que es algo personal, porque ahora soy ingeniero de teleco y ese capítulo empieza conmigo hablando por un walkie talkie, como si de una profecía se tratase.
– [M.G.] Yo no tengo ningún favorito. Cada uno de ellos abordaba temáticas muy diversas, algunas prohibidas en este país o de las que no se hablaba mucho entonces, como el divorcio, el autoritarismo, la depresión, la ecología o la muerte.
– A fin de cuentas, estábamos estrenando democracia...
– [M.G.] De política no se habla implícitamente, pero cada personaje refleja una mentalidad distinta. Los padres de Bea y Tito son más liberales y los de Javi, conservadores. Todos los chicos, hasta los más parecidos, eran distintos. La gente se dio cuenta de que hablábamos como ellos y creo que ese fue el gran éxito de Verano azul. Era una radiografía de la sociedad de la época. Todos tienen algo en común: necesitan expresarse, quieren ser escuchados. Y entonces se encuentran por casualidad a Chanquete, un loco pescador que tiene un barco plantado junto a unas tomateras y que les da bolilla…
– ¿Cómo fue el trabajo junto a Antonio Ferrandis?
– [M.A.V.] Antonio era alguien a quien quisimos y que nos quería mucho. Andaba doblando la voz de Sancho Panza en la serie El Quijote y un día nos trajo a Miguel y a mí un Quijote y un Sancho que funcionaban con un cable teledirigido.
– [M.G.] Estaba aterrada porque no sabía si iba a estar a la altura. Un día me dijo: “Tú tranquila, que yo ya te he visto y eres buena actriz. Pero, ¡ojo!, que estamos trabajando con niños y esos se llevan siempre todos los planos…” [risas].
– Se convertiría poco menos que en un cómplice para usted…
– [M.G.] Fue mi confidente y un amigo maravilloso… Como buen valenciano, todos los fines de semana nos preparaba arroces en mi casa: paella, arroz de campo, caldoso… Vivíamos en unos chalecitos a las afueras, pero él prefirió alojarse en un hotel en el centro. Los domingos iba a misa, compraba el periódico y traía el pan. Yo todos los sábados hacía religiosamente la compra de lo que me pedía, le dejaba la llave debajo del felpudo y empezaba a hacer la comida sin mí. Cuando él creía pertinente gritaba: “Niña, despierta, que van a venir todos”. Entonces me lo encontraba con el delantal puesto y la cocina oliendo estupendamente.
– Es curioso que congeniaran tan bien varias generaciones tan distintas.
– [M.A.V.] Recuerdo que en una ocasión Ferrandis perdió la paciencia cuando Miguel, que solía ser más inquieto, se estaba moviendo mucho. Viajaba continuamente a Valencia para hacer el doblaje de El Quijote y se daba unas palizas tremendas. Ese día tenía un texto muy largo y Antonio se equivocaba una y otra vez… Mercero ordenó que hiciéramos la pausa para el bocadillo y que, de paso, la mente se nos despejara un poco. Ferrandis, enfadado, se quejaba: “Es que estos niños no paran de moverse y me distraen”. En estas, se lo lleva Miguel, con siete años, a un lado y le dice: “Vale, Antonio, es verdad que no paramos de movernos, pero… ¿tú has estudiado?” [risas].
– ¿Y qué me dicen de Antonio Mercero?
– [M.G.] Los niños se divertían con él, por eso todo salía tan espontáneo. Pocas veces he visto a Antonio levantar la voz o que sus rodajes no fueran divertidos. Como era tan feliz haciendo aquello, desparramaba felicidad entre todo el equipo.
– [M.A.V.] Tenía una silla de director en la que todos nos queríamos sentar. Una vez estábamos rodando en la playa de Maro y, como hacía calor, se quitó la camisa y la dejó encima. Un momento que se quedó libre, Miguel y yo corrimos para sentarnos en ella. Yo llegué primero, pero la silla se cayó en la orilla y la camisa quedó completamente empapada. La coloqué rápidamente sobre el respaldo, como si allí no hubiera pasado nada. Al rato, se me acerca Mercero y me dice: “Oye, ‘Piri’, qué bien que, con el calor que hace, tenga la camisa fresquita…” [risas]. Estoy seguro de que lo había visto todo, pero no nos dijo nada.
– Tengo entendido que además fue un gran director de actores.
– [M.G.] Era una maravilla dirigiendo a los niños. Tenía mucho dominio de la infancia y la adolescencia. Hacía que no pareciera un trabajo. Jugaba con ellos.
– [M.A.V.] Nos contaba lo que iba a suceder en cada toma, hacía el papel con nosotros, improvisaba alguna cosa y… p’alante. Era muy bueno apaciguando los ánimos cuando estábamos cansados.
– [M.G.] Recuerdo la escena en la que le cuento a Tito que Chanquete ha muerto. Rodar aquello con esa criatura fue durísimo. No podía ni hablar al mirarle a los ojos, creo que nos ayudamos mutuamente.
– ¿Cómo recuerdan la muerte de Chanquete? ¿Aquello fue para tanto?
– [M.A.V.] En mi caso, era dos años mayor que Miguel [Tito], y eso marcaba una diferencia. Ahí cada uno se metió en el papel como pudo y las circunstancias nos ayudaron a todos. El capítulo lo acabamos viendo juntos en Fitur, la Feria de Turismo, en febrero del 82. Acudió mucha gente del pueblo y ese día el propio Ayuntamiento de Nerja ¡puso una bandera negra a media asta! Creo que sigue figurando entre los momentos de más audiencia en nuestro país.
– [M.G.] Yo estaba haciendo teatro y teníamos función a las cinco y a las siete. Suspendimos la primera sesión y me tuve que ir andando porque no había ni un taxi por la calle.
– Aquellos tiempos en que toda España vivía pegada al televisor…
– [M.A.V.] Mi tía abuela era monja de la caridad y ese día cambiaron el horario del rezo y la comida para poder verlo. Hace poco, me decía un amigo que su madre estaba tranquila porque así no iba a la playa y se aseguraba de que hacía las dos horas de digestión reglamentarias en la época.
– [M.G.] Recuerdo que a mis hijos les cantaban la canción de la serie en el colegio y no podían soportarlo. Solían pedirme fotos y un día me dijeron: “No queremos ni una más, mamá”.
– ¿Y la vigencia a lo largo de los años? ¿Esperaban un éxito así durante tanto tiempo?
– [M.G.] La serie está muy bien, pero nunca imaginé que estaría hablando de ella 40 años después…
– [M.A.V.] Me atrevería a decir que dentro de 10 o 20 años seguirá siendo popular. Pasa de generación en generación. Durante el confinamiento la han visto hijos de nuestros amigos y me han contado que les ha molado mogollón. Esto quiere decir que la serie envejece muy bien, si es que envejece. Recientemente me ha escrito una niña pidiéndome un autógrafo y diciéndome que quiere ir a Nerja.
– Sus hijos también les habrán pedido que les lleven.
– [M.G.] Si hay un año que no voy a Nerja, es como si me hubieran arrancado algo de mi vida. Allí están Miguel, Ayo, su mujer, Karina, y gente de producción que se quedó a vivir. Ir a Nerja es como volver a casa.
– [M.A.V.] Fui en septiembre del año pasado por última vez. Llevé a mis hijos a la visita especial que hace Miguel, que trabaja en la actualidad como guía turístico, a la cueva de Nerja. De repente, los demás visitantes se quedaron de piedra al darse cuenta de que iban a entrar con Tito y Piraña, los de Verano azul. El pueblo nos acoge siempre muy bien. Tengo grabado el sonido del mar de Nerja y sabría reconocer su cadencia con los ojos cerrados.
– Siguieron a las órdenes de Mercero.
– [M.G.] Durante una racha de poco trabajo llamé a Antonio, y justo acababa de ponerse con Farmacia de guardia. Iba a introducir una pareja de policías varones, pero me ofreció uno de los papeles. En aquella época no había mujeres policías en Madrid.
– [M.A.V.] Después de la serie se convirtió en el representante de Miguel y mío. A la compañía discográfica RCA se le ocurrió hacer el grupo musical Los Pirañas y tuvimos mucho éxito con la canción Comer, comer. Empezaron a solicitarnos galas por España y nuestros padres le pidieron ayuda. Viajaba con nosotros e incluso nos escribió un pequeño guion para las actuaciones. También hicimos un anuncio con él y me eligió para interpretar al hijo del Conde Drácula en Buenas noches, señor monstruo. Fue nuestro representante, nuestro amigo y un padre para nosotros.
– El alzhéimer nos lo arrebató demasiado pronto.
– [M.G.] Sus hijos nos contaban que veía Cantando bajo la lluvia todos los días como si fuera la primera vez. En una ocasión dijo que quería morirse viendo esa película. Parecía una premonición. El día de su funeral hacía sol y, cuando salimos de la iglesia, comenzó a diluviar…