"¡Por mi vida que fueron buenos tiempos!"
De Madrid a Soria, Barcelona y Segovia. El fascinante periplo de Orson Welles, hace ahora 50 años, para rodar 'Campanadas a medianoche'
JAVIER OCAÑA
Salón de actos del internado Todd School, en Woodstock, Illinois. Un chaval de 15 años maneja a su antojo a sus compañeros, a los profesores, a los bedeles, a los tramoyistas, a cualquiera que ose pasar por su alrededor. Es la noche de estreno de Five kings, un compendio de obras de Shakespeare que ha supervisado y, naturalmente, dirige. Es algo así como el acto teatral de fin de curso en versión pequeño gran genio. Estamos en una institución exclusivamente masculina, para gentes con posibles, en la que se fomenta la práctica y la experiencia muy por encima de las tradicionales asignaturas académicas. Prematuramente maduro en todos los sentidos, hijo de padres divorciados, aquel chico, un tal Orson Welles, lleva tiempo circulando por la vida con los papeles intercambiados con su progenitor. Es el hijo el que cuida del padre, depresivo, alcohólico, con fama de vago tras haber hecho un invento que le había reportado fama y dinero en su juventud (una luz aplicada a las bicicletas que la convertía en faro nocturno), y luego tumbarse a la bartola. El niño Orson nunca fue niño. Siempre fue un hombre.
Es allí, en la Todd School, donde por esa misma época también hace sus primeros programas de radio, germen de aquel estallido de creatividad, miedo y clarividencia del falso programa sobre La guerra de los mundos que años más tarde le proporciona su primera gloria. La primera de muchas. Nueve años después de aquella noche de éxito escolar, social y artístico, aún con 24, en el Colonial Theatre de Boston, y ya como profesional, repite la jugada shakespeariana con una producción formada por textos de Ricardo II, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI, Ricardo III y Enrique VII, un espectáculo en el que el joven Orson, en un prodigio de desmesurada ambición, ya interpreta al viejo Falstaff. Como un remedo de aquella, vuelve a titularla Five kings.
Año 1960, treinta años después de que aquel jovencito sabiondo, hiperactivo y ególatra sorprendiera a todos con su compendio shakespeariano, y ya gordo como una bola de sebo, como su querido Falstaff, ahíto de vino, sabiduría y autocomplacencia, vuelve al bardo de Stratfrod-upon-Avon para componer una nueva pieza ya titulada Campanadas a medianoche, y estrenada en la Gran Opera House de Belfast. En ella se aúnan textos de Ricardo II, Enrique IV, Enrique V y Las alegres comadres de Windsor, y ciertos pasajes de The Chronicles of England, de Raphael Holinshed. Es la última estación de paso antes de que, cinco años después, en 1965, inicie en España su proyecto fin de curso versión aún-más-adulta. Una locura que, desde luego, lleva acariciando más de media vida.