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El anecdotario de Javier Ocaña

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La podadora artística

 

A la censura nunca le gustó el picante

 

La obsesión por cercenar diálogos con insinuaciones amatorias fue una constante durante el franquismo. Y la sufrieron casi todos, desde Billy Wilder hasta ¡Cantinflas!

 

 JAVIER OCAÑA (@ocanajavier)

En las películas censuradas por su contenido amoroso o sexual durante el franquismo, siempre llamó la atención la obstinación de los responsables por cortar diálogos cómicos de carácter picante, muchas veces brillantes y otras absolutamente indoloros. Como si los censores estuvieran continuamente enfrentados con los dobles sentidos. Ahora bien, lo que es evidente es que por muy religiosos o conservadores que aquellos fueran, al menos, pillaban los chistes.

 

Un claro ejemplo de ello son un par de diálogos escritos por Billy Wilder para Irma la dulce, película protagonizada por una prostituta parisina (Shirley MacLaine) y un gendarme que acababa dejando su profesión para convertirse en su amante y algunas cosas más (Jack Lemmon). Las frases mordaces escritas por Wilder e I.A.L. Diamond, su coguionista habitual de esta época, eran constantes. Pero a los censores le molestaron especialmente estas: “No manosee la mercancía”, dicha por una de las prostitutas antes de que el cliente llegue a pagar; y “el tanque está completamente seco”, pronunciada por uno de los personajes masculinos, en referencia a su imposibilidad para hacer el amor. Y ello, para más inri, en 1969, seis años después de que se hiciera la película, puesto que no había sido posible exhibirla hasta entonces por culpa, claro, de la censura.

 



 

Un caso semejante es el de la inofensiva comedia estadounidense La pícara soltera (Sex and the single girl, en su título original), dirigida por Richard Quine, y protagonizada por Natalie Wood y Tony Curtis. En el rollo número uno, se eliminó un plano solo porque en él aparecía un cartel con la palabra “sexy”; y en el rollo tres se sustituyó un diálogo en el que se hablaba de la “incapacidad” de él y de que estaba “cansado”. Para culminar con esta frase en el expediente censor: “En general, se debe procurar suavizar el guion de expresiones escabrosas”.

 

Y es que hasta Mario Moreno, Cantinflas, tuvo que vérselas con la censura. En 1956, se decía en el expediente de El gendarme desconocido, de Miguel M. Delgado: “Suprimir la actitud de Cantinflas mirando las piernas de una muchacha del servicio y diciendo: ‘Se me hace que la voy a necesitar muy pronto”. La película, por cierto, llego a España a mediados de los cincuenta, pero era una producción de 1941.

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