– Su andadura en cine comenzó cuando le propusieron una prueba para Biutiful. ¿Cómo fue aquello?
– Estuve de coach de actores en la serie Arrayán y una máquina de café que recordaré siempre fue la que dio pie a todo. Estaba tomando un café y Victoria Mora, la directora de casting de la serie, me dijo que Eva Leira y Yolanda Serrano estaban buscando un personaje que se llamaba Mujer Grande. La película la dirigiría Iñárritu y la secuencia sería con Javier Bardem. Fue muy rápido: me convocaron en Sevilla, me hicieron la prueba… Sevilla siempre me ha traído suerte.
– Seguro que hay alguna anécdota con Bardem que contar…
– Esa película fue muy graciosa. Yo estaba con la figuración y hacía de gitana. Me preguntaron: “¿Tú eres gitana?” [imita la entonación]. Les dije que no y enseguida se corrió la voz. Luego se amotinaron porque no cobraron lo que creían… Con Javier no tuve una relación cercana porque acababa de empezar el rodaje y él había tenido muchísimo trabajo de creación con ese personaje tan intenso que le tocó. Pero nos dimos un abrazo y me dijo que había sido un placer el trabajo conmigo. Fue muy bonito.
– Estuvo seis años en El secreto de Puente Viejo. A lo que se ve, tiene usted más alegría que su Rosario…
– ¡Hombre, claro! [ríe]. Siempre he hecho comedia. Quienes me conocen dicen que la gente debe descubrir mi faceta cómica. Quizás por mi físico me ven como una mujer sufridora, de ahí que mi papel en esa serie fuera un drama constante. Espero que con la portera de El autor se haya visto un poquito de la comicidad que puedo llegar a alcanzar, que creo que es bastante.
– ¿Qué le ha aportado Rosario? Ha sido el personaje con el que más tiempo ha convivido.
– Para mí Puente Viejo ha sido una escuela. No me gusta que se menosprecie el trabajo de una serie diaria, porque los actores acaban dejándose la vida. Es difícil trabajar 12 horas al día, llegar a casa cansado, ponerte a estudiar otra vez… Tiene tela. Me ha servido para seguir formándome, pues al proceder del teatro, no conocía bien la tele. El personaje me ha dado mucha serenidad y paciencia interna. He tenido que interiorizar tanto y estar tan concentrada para que todo lo que hacía ella fuera de verdad… Me ha puesto los pies en la tierra.
– ¿Cómo es su proceso de creación?
– Muy… flamenco [risas]. Me dejo llevar por la voz, el sonido, el quejío… Desde ahí parto hacia la creación. Aunque Rosario fuese de Valladolid o de la tierra donde esté ubicado Puente Viejo, me resultaba muy flamenca porque era muy terrenal. Era como el quejío de una mujer muy de la tierra…
– Incluso en eso aflora la raíz musical de su estirpe. ¿Qué géneros prefiere?
– Sobre todo, el flamenco. Me cuesta trabajo oír música, yo soy de escucharla. No puedo tener una música de fondo, me gusta escuchar cada detalle de un disco. Me gusta mucho Miguel Poveda, La Niña Pastori, Maite Martín… Soy una enamorada de la música portuguesa, me encanta Dulce Ponte. Y no van conmigo la pachanga, el reguetón ni esos textos imposibles que se estilan en este tiempo. Deberían desaparecer de la faz de la tierra.
– Además de cantar, ¿toca algún instrumento?
– La guitarra. Pero solo para acompañarme. Escribo algunas letrillas y la toco como acompañamiento.
– Ha pasado por dos series longevas: Cuéntame y El secreto… ¿Cuál es la clave del éxito de ambas?
– En Cuéntame la clave es que el espectador vive con los personajes el avance del tiempo. Cada uno de ellos permite que evoluciones con él y puedas recordar tu vida. El secreto… apareció en una época muy buena: la gente estaba acostumbrada a ver series de actualidad, con un lenguaje muy de la calle, pero se atrevieron a lanzar una serie en un pueblo que no se sabe dónde está, en 1808, retomando ese castellano nuestro que tiene una riqueza increíble… Me ha parado gente por la calle para decirme que le encantaba el lenguaje de la serie. Eso ha sido muy rompedor. Además, Boomerang apostó por caras completamente desconocidas, con el consiguiente agradecimiento por parte de los actores: no nos conocía ni nuestra madre porque, sobre todo los mayores, veníamos del teatro.