Entrada la década de los cincuenta le llega el cine. De la mano de Javier Setó y gracias al productor y director Ignacio F. Iquino –quien decidió que el nombre artístico de José Sazatornil Buendía fuera la primera mitad del apellido paterno–, participa en la película Fantasía española. Luego sería el turno de Los gamberros, Al fin solos, Goodbye Sevilla, El golfo que vio una estrella, La pecadora, Sitiados en la ciudad… ¡A razón de cuatro títulos por año!
En los sesenta y setenta adquiere gran popularidad con comedias como Las que tienen que servir, La ciudad no es para mí, ¿Qué hacemos con los hijos?, Un millón en la basura, Las viudas, Carola de día, Carola de noche… Y no es menos sonada su participación en títulos del llamado cine del destape, entre ellos El love feroz o El último tango en Madrid, exponentes de un género del que hablaba en nuestras páginas: “Causaron una gran conmoción porque no se había visto nada igual”.
Inolvidables fueron su funcionario falangista Sinsoles en el filme de Antonio Mercero Espérame en el cielo –por el que recibió un primer y único Goya–, aquel cabo Gutiérrez de la Benemérita aficionado a Faulkner en Amanece, que no es poco (José Luis Cuerda), su sarcástico empresario catalán que entendía el acercamiento al poder político como atajo rápido para posicionar bien sus negocios en La escopeta nacional de Berlanga, o el modesto comerciante que pretendía cobrar una deuda a la Administración en Todos a la cárcel. Le dirigía también entonces el cineasta valenciano, con quien ya había colaborado años antes en un pequeño papel para El verdugo y al que tuvo que plantar en algunas ocasiones por estar representando teatro. “Si uno tiene ingredientes buenos, hace un excelente plato. Eso es lo que tiene el cine de Berlanga”.
Siempre vio la comedia como el género en el que mejor se defendía. “No se puede imaginar lo que supone decir una frase y que el público responda con carcajadas”, contaba durante una entrevista al diario El Correo en 2006, con motivo del estreno de Vete de mí (Víctor García León) en el festival de San Sebastián. Esa fue su última aventura cinematográfica. Preguntado por el periodista acerca de su impresión sobre dicho largometraje, contestaba, no sin cierta sorna: “En el celuloide ruedas la película y no te enteras de lo que has hecho hasta que no se estrena”.