− ¿Cuál es la mayor dificultad que ha encontrado en lo profesional?
− Lo que más me cuesta es la comedia, estoy más cómodo en el drama. Me parece complicadísimo hacer reír, creo que hay que nacer con ese don. Quizás yo no nací con él, o no lo he encontrado todavía, o no me han dado un papel donde pueda mostrarlo…
− Ha asegurado que el peor momento de su carrera fue el día que empezó en ‘Toledo’. ¿Por qué?
− Era el trabajo más importante al que me enfrentaba y se me dio tan mal que pensé: “Esto no es para mí”. Me tocó grabar durante toda la jornada, tenía un monólogo extenso… Soy muy exigente conmigo mismo, quiero hacerlo todo bien, y ese día me daba cuenta de que las cosas no salían como esperaba. Cada vez fui a mejor, hasta el punto de desear que hubiera una segunda temporada para explayarme, pues justo en ese momento estaba plenamente suelto.
− “El que ríe en rodaje, llora en montaje”, le decía a veces Juan Diego por los platós. ¿Se llevó algún disgusto al verse luego en pantalla?
− Venía muy bien que los más jóvenes tuviéramos buen rollo, aunque a veces se notaba en pantalla que el curro no había salido como debía a causa de tanta risa. Eso sí, las grabaciones eran serias, no un despiporre continuo. Yo me tomé Toledo como una escuela, sería mejor que mi actuación no se hubiera visto [Risas].
− Si volviera a nacer, ¿elegiría el agitado siglo XIII para vivir o fue demasiado duro?
− Aquella época molaría si fuese noble, pero pasaría totalmente de vivirla como plebeyo. Mi Cristóbal cargaba la leña, servía a todo el mundo… ¡Prefiero estos tiempos!
− Recientemente ha fallecido Álex Angulo, su compañero en esa ficción. ¿Qué recuerdo guarda de él?
− Buenísimo. Era tan simpático, tan normal, tan atento siempre… Y para mí era el artista más grande de cuantos había en el reparto. Hablábamos a menudo sobre cosas de la profesión porque yo le pedía consejo, quería absorber el conocimiento de los veteranos. ¡Fue un profesor espectacular! Le veía como mi tío mayor, le cogí mucho cariño. Me da coraje que se vayan los buenos y se queden los gilipollas.