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30-06-2022

Cultura LGTBI



Adrián Silvestre
“Los intérpretes profesionales y naturales se nutren unos a otros”


El director acumula cerca de 20 premios por ‘Sedimentos’. Esta película sobre las mujeres trans desborda los géneros del cine y da voz a seis actrices sin experiencia



FRANCISCO PASTOR (@frandepan)

FOTOS: PAU FABREGAT

El valenciano Adrián Silvestre pasó unos tres años estudiando interpretación. No porque soñara con actuar, sino porque le gustaba el ambiente que se respiraba allí. “Pero prefería esconderme detrás de la cámara. Delante del objetivo se veían todas mis vulnerabilidades”, recuerda. Así que acabó la carrera de Comunicación Audiovisual y se matriculó en Dirección en la ECAM. Realizó residencias artísticas en París y Roma. En Italia rodó su primer largometraje, titulado Los objetos amorosos (2016). Y el segundo de ellos, Sedimentos (2021), ronda los 20 galardones. Ha salido victorioso de la Seminci, el Lesgaicinemad y los Feroz, entre otros. Las imágenes acompañan a seis mujeres trans en un viaje al pueblo como el que haría cualquier grupo de amigos. Son personas reales que cuentan sus vidas, y el cineasta pasó junto a ellas unos cinco años descubriendo historias. Y ensayando. En ese periplo Silvestre también conoció a Raphi, la protagonista absoluta de Mi vacío y yo, su tercera película, que se estrenará en apenas unos meses. Este trabajo pendula de nuevo entre la realidad y la ficción. Y atención: ya busca rostros para el que será su cuarto filme. Espera ponerlo en marcha el próximo año.


— Le gusta mezclar documental y ficción. Pero los certámenes le piden presentar su trabajo bajo una etiqueta. Le toca elegir. 

— Me temo que sí. Obligan los premios, los festivales, las distribuidoras y el público. Cuando decimos al espectador qué lenguaje utilizamos, viene con una expectativa, que suele ser binaria: aquello que no es pura ficción es documental. Pero no soy el único que derriba esa barrera. El cine contemporáneo tiende a la mezcla de lenguajes.



— Desde su debut decidió reunir actores con y sin experiencia. ¿Por qué?

— Porque los intérpretes profesionales y naturales se nutren unos a otros. Un actor con recorrido tiene tablas para manejarse delante de la cámara. Pero a la hora de levantar un personaje, a menudo tira de la imaginación. Si tiene una persona real junto a él, esa convivencia enriquece la película. Y al revés: el intérprete natural crece mucho al contar con un profesional al lado, se siente más fuerte al verse bien acompañado.


— ¿Qué es lo más difícil de trabajar con actrices no profesionales?

— Descubrí que no se puede enseñar a actuar, así que yo intentaba forjar una relación cercana, de escucha. Trataba de anticiparme a lo que podían sentir e insistía en dejarles claro que estábamos creando juntos. Quería crear un entorno relajado en el que no tuvieran miedo a sentirse observadas. Del primer día de rodaje lo descarté todo. A partir de la segunda mañana empezaron a soltarse. Y nunca les dije que suavizaran la sonrisa o repitieran una frase. Todo aquello se había trabajado antes, en los ensayos. En el rodaje no hubo pautas ni directrices. Yo quería que se lo pasaran bien.



— ¿A qué atribuye que lo trans esté tan presente hoy en la ficción y en los medios?

— Me pregunto cómo no ha pasado antes. Hemos vivido con pocos referentes, y siempre han sido prostitutas o cabareteras. Pero la realidad ha cambiado, y con ella, la ficción. También está la coyuntura política y, para bien o para mal, de estrategia. Asistimos a un uso partidista de esta comunidad. Incluso entre el PSOE y Unidas Podemos hay abismo: buscan la diferencia de sus programas, más que pensar en la vida de la gente. Eso sí, son estos últimos quienes muestran más honestidad y cercanía hacia lo trans y hacia la diferencia.


— Sedimentos resulta muy optimista. El colectivo LGTBI, de alguna forma, conquista lo rural. ¿Es este el siguiente paso?

A mí me gusta más mostrar realidades que realizar alegatos. Quise retratar un pueblo leonés, Puente de Alba, que había alcanzado un nivel de convivencia mayor que el de algunos entornos urbanos. Y esto no nace tanto de un discurso intelectual o político. Han conocido a Magdalena, sienten empatía y cariño hacia ella, pues creció bailando las danzas de su pueblo. Cuando hizo la transición sus compañeras le propusieron que siguiera bailando, aunque en el bando de las mujeres. Estamos hablando de una danza de cortejo, con roles de género muy marcados, en la que la gente suele tener una edad. Pero la veían y sabían que era la misma de siempre.


— Sus protagonistas hablan mucho de lo genital, del sueño de tener vagina. Y precisamente ahora la sociedad pide que le quitemos importancia a esto.

— Porque ellas no son personajes, son personas reales. Y hablan de las cosas que les importan. Las conocí en la asociación I-Vaginarium, que ayuda a las mujeres trans en la cuestión de los genitales femeninos. Para que decidan si quieren cirugía o no, sin presiones de fuera. Como director, no me posiciono. No soy persona trans, así que no tengo derecho a exhibir un discurso sobre ellas.


— ¿Qué aprendió sobre las personas trans mientras rodaba?

— He entendido que no se puede generalizar. Ellas comparten una transición. Van a contracorriente y eso les da madurez, valentía y empaque. Pero son muy diferentes entre ellas. No tienen por qué compartir ideología o valores.



— De hecho, discuten bastante.

— Porque las personas discutimos. Con Sedimentos mucha gente recordará ese primer viaje que hicimos con amigos en la adolescencia. En ese viaje descubrimos partes de los demás que no esperábamos. Cuando estamos en grupo, hay quienes levantamos las barreras, pero también quienes no. Mientras rodábamos sí llegué a preocuparme alguna vez: una discusión llegó a ser tan acalorada que Cristina se desmayó. Le dije que parábamos, que lo primero era su salud, pero ella quiso continuar. Me quedo con que ellas lo resolvían todo con diálogo y cariño. Se levantaban al día siguiente y tan amigas.


— Después de la lluvia de reconocimientos a este segundo largometraje, ¿cómo está viviendo la promoción del tercero?

— No siento una presión consciente, al menos. Pero si Mi vacío y yo no gusta, seguramente me dolerá. Tarde o temprano acabaré dándome el batacazo, porque es ley de vida, y nadie me ha preparado para ello. Mejor vivir sin expectativas; son tóxicas. Cuando una de ellas se frustra, tapa lo alcanzado previamente. Mi sueño inmediato es encontrar financiación para mi próxima película. Y estar rodando en 2023.


— ¿Incluirá de nuevo actores profesionales y no profesionales?

— Quiero seguir trabajando con caras nuevas, pero también busco que vaya creciendo el presupuesto de mis películas. Y a cambio de más dinero, la industria pide nombres conocidos. Esto lo estoy descubriendo ahora. Así que tengo un dilema. De seguir fiel a mi estilo, quizá me asomo al ostracismo. Estoy echando ese pulso, negociando como puedo, porque me gustaría seguir por el camino que he empezado. Con actores que, tengan el recorrido que tengan, pueda creerme de verdad.

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