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Aire

Por Enrique Simón


Aire
 
El aire entre los barrotes
es el que crea el rocío.

El aire viciado a un lado
y el oxígeno en el otro:
¿En cuál estamos, dónde estoy?

La humedad que no se ve
nutre y crea el rocío;
La humedad de las lágrimas
por los sueños incumplidos,
por el tiempo detenido.

El aire entre los barrotes, siempre,
porque sin él
los barrotes serían muro.
Aunque si te fijas bien
también entre el muro hay aire,
¿lo ves?

A veces percibo la existencia y nuestros actos tan frágiles y livianos como la espuma del mar y nuestras vidas como hermosos mandalas… Arte efímero -¡como si algo no lo fuera!-. Otras, sin embargo, percibo esta existencia robusta como el tronco de un castaño centenario. No hay contradicción.

Hace años, leyendo las barbaridades de un asesino en serie me dediqué a observar su foto deduciendo el mundo interior que reflejaba, percibiendo aquella fría maldad entre sus facciones, tras su actitud… hasta que leí el pie de foto. Sentí pudor, el rostro que analizaba era el del funcionario que lo custodiaba y el asesino estaba a su lado con expresión anodina.

La cárcel ya es integradora, murió Carabanchel. Vale. Como todo lo que tiene un sabor propio hasta poder definirlo, me supo a poco. Reconocí un mundo aparte creado con retazos de submundos a los que no pertenecemos, aparentemente. L@s niñ@s se me colaban por todos los bolsillos e intercambiando emociones como inocentes trileros los hacían suyos. Jugábamos y levantaba la vista retratando el entorno; me topaba con los ojos de la tristeza detenida allí por medio kilo de mierda para atender a la familia que hoy la tiene abandonada y al bajarla recordaba los grandes criminales de guante blanco, traficantes de dinero en
paraísos fiscales. Miraba de nuevo y alguien se ondulaba flirteando con su propio poder de seducción en mitad de ese tiempo detenido, inerme, denso y hueco a la vez… y al bajarla escuchaba su voz lúcida confesándonos a mí y al aire lo que éste ya sabía: soy demasiado ingenua… Hasta que levanté la vista y descubrí la mirada de la maternidad, una hermosísima mirada poderosa, ilusionante e ilusionada; la belleza y la bondad se cultivan en cualquier circunstancia.

Ya en el bus me enteré que aquella atractiva mirada correspondía a alguien con múltiples asesinatos en su haber. ¿Me había equivocado, entonces? ¿Lo hice años antes observando aquella foto? Pienso en la apariencia y en lo que realmente somos/soy. Porque soy todas ellas y sus condicionantes, sus hij@s y los cabrones y virtuos@s que andamos sueltos; Soy l@s actores que los visitan, estamos aquí dentro y allí fuera a la vez, somos quienes penan y quienes velan, las víctimas y los verdugos… Somos todo y por eso poderosos como el castaño. Y por eso, frágiles cuando nos observamos como identidades individuales, inconexas y aparentemente monocromáticas. Apariencias… y decisiones personales que optan por los propios cultivos, porque esa sí es nuestra responsabilidad y albedrío. Porque del propio cultivo depende la conciencia de nuestra grandeza y nuestra miseria, de mi sabiduría y mi estupidez.

La responsabilidad del actor es dar humanidad a sus personajes. Y hacerlo, un acto de amor tan necesario como el primer día.

Un placer. Y un excelente encuentro entre compañer@s. Gracias a tod@s por ello.

Enrique.
 
 
Madrid, miércoles, 25 de febrero de 2009
 

Enrique Simón  ©Eric Desvergne

Enrique Simón ©Eric Desvergne

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