Alauda Ruiz de Azúa
“Jugártela a emocionar y entrar en ese territorio es bonito”
Si alguien no había oído hablar aún de ‘Cinco lobitos’, la precandidatura al Óscar subió el volumen de los altavoces. La directora vasca ha deslumbrado con su primera película, un emotivo retrato vital que gusta a todo el mundo. Quizá porque en él se reconoce cualquiera
JAVIER OLIVARES LEÓN
FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA
El encuentro con Alauda Ruiz de Azúa tiene lugar en la productora en la que desde hace 10 años la realizadora de Barakaldo alumbra sus proyectos publicitarios, en un precioso piso del barrio madrileño de Chamberí. Loterías, Atlético de Madrid y otras campañas “emotivas y divertidas” —como ella las define— han nacido aquí. Pero hoy vamos a hablar de cine grande, de cine a lo grande. En la oficina solo hay personal femenino, lo que quizá intensifica el entusiasmo que rezuma el lugar en los coletazos del verano. Con razón: Cinco lobitos, la ópera prima de Ruiz de Azúa, de 44 años, ha sido elegida en la terna de precandidatas de la Academia para el Óscar en habla no inglesa. “Es una película que se contextualiza en un mundo muy local, pero que a la vez lleva a un viaje internacional, universal: tanto aquí como fuera puede conectar muy bien con el público”, comenta. Narra la difícil conciliación de una madre treintañera primeriza y la no menos complicada integración en la monótona (y convulsa) convivencia de sus padres, que la respaldan en los cuidados.
— Estará usted muy satisfecha con sus Cinco lobitos.
— Lo más mágico es que de la crítica recibimos buenas opiniones, y también por parte del público. Creo que ha emocionado a mucha gente, lo que me parece muy bonito. Es el cine de la emoción. Jugártela a emocionar y entrar en ese territorio es bonito. He tenido un viaje muy afortunado y muy espectacular. Me han dicho que hay mucha verdad, que es muy madura para ser ópera prima, muy personal. Y algo que se repite mucho desde el Festival de Berlín hasta Instagram: que esto es como la vida, es la vida. Es bello que trascienda de la maternidad reciente a un proceso vital.
— Y del mundo del cine, ¿qué ha recibido?
— Ostras, es que he oído cosas preciosas. Leer de Almodóvar que es unos de los mejores debuts que ha visto en el cine español resulta bastante impresionante. Isabel Coixet fue muy generosa, incluso se prestó a presentar la película en Barcelona. O Javier Fesser… entre otros muchos.
— Visto el éxito, ¿se postulan los actores para trabajar con usted?
— [Risas]. Bueno… se puede confesar que te llena o sorprende el trabajo de alguien, sin mayores pretensiones. “Que sepas que me gustó tu trabajo, que estoy aquí y tal”, sí me han dicho. Estas cosas gustan, aunque luego se tienen que alinear los astros entre directores y actores. Todo ha sido muy respetuoso y educado. Con Instagram ahora todo es más fácil. Lo recibo muy bien.
— Hablando de alineaciones, eligió usted un reparto fantástico.
— Los actores principales ya habían salido de una primera aproximación con los productores, tras una conversación de guion. A Laia Costa la conocía por su carrera internacional, y me gustaba que no estuviera en el mapa nacional. Susi Sánchez y Ramón Barea también salieron desde el principio. La suerte es que los tres encajaron en agenda y aceptaron. Las fechas iniciales eran solo tentativas, pero luego cuadraron. Buscamos a los personajes pendientes, como Mikel Bustamante [Javi] y José Ramón Soroiz [Iñaki], que salieron con las directoras de casting, Flor [Florencia Inés González] y Txabe [Atxa].
— Laia Costa huele a Goya, al menos.
— Oye, ojalá. Pero hay trabajos buenísimos este año, con una cosecha impresionante después de tanta pandemia. Es cierto que Laia hace un trabajo muy especial, con mucha verdad. Muy fina. Hay más elegancia que melodrama, creo. Cualquier reconocimiento lo recibiré con entusiasmo, quién sabe.
— Ha sido un descubrimiento.
— Es un caso extraño, porque empezó aquí y ha hecho más cosas fuera, con películas como Victoria [Sebastian Schipper, 2015]. Trabajó con Mathew Brown [en Maine] y ha hecho otras incursiones muy interesantes en el cine indie que han reconocido con premios, pero es cierto que justo aquí no había desarrollado tanto la carrera. Igual después de esto hace más cosas…
— Vamos, que le debe una.
— [Risas]. ¡O yo a ella! Siento que ha sido mutuo, un encuentro afortunado. También en el cine hace falta suerte. Crear una familia que funciona y con química no siempre surge. Y que todo el equipo vea la misma película no es fácil.
— ¿De qué está más orgullosa en la parte técnica?
— Para mí era una obsesión conseguir el tono de la peli. No quería caer en el melodrama, buscaba mucha naturalidad, mucha intimidad, mucha verdad. Generar un ambiente de familia. Tiene sentido controlar mucho lo técnico, la foto, los sonidos, el tiro de la cámara… no quería perder ese punto de vista, porque yo vengo del mundo publicitario.
— O sea, que igual se le iba la mano con el colorín.
— Bueno, más bien temía irme hacia lo estético o lo poético. Se trataba de apostar mucho por la esencia de las cosas, por el trabajo actoral. Y eso implica ciertas concesiones técnicas que haces bien a gusto. Mucho interior. Y que lo técnico no condicione tanto lo actoral, sino viceversa. Estoy muy contenta.
— Han llegado a escribir por ahí que es usted “la nueva Icíar Bollaín”.
— Ostras, menudo superhalago. No lo sé. Ella tiene mucho más recorrido, claro. Y su tendencia social… Me encanta cómo enfoca los proyectos, cómo profundiza y busca la verdad.
Ruiz de Azúa ha terminado el rodaje de Eres tú para Netflix, con Álvaro Cervantes, Silvia Alonso, Susana Abaitua y Gorka Otxoa, entre otros. No sabe cuándo se estrena, pero tampoco lo contaría, puesto que está entusiasmada con la estela (ya aureola) de Cinco lobitos. “Sigue siendo mi primera película. No puedo contar más que lo que se ha publicado, la verdad”, se excusa.
— Pues hablemos de su segundo proyecto en pantalla grande.
— Estoy escribiendo aún. Puedo volver a las historias personales, y mi idea es repetir con los mismos productores.
— ¿Pondrá el peso en la mujer también esta vez?
— No siento que haya puesto demasiado peso en la mujer en mi primera peli. Me parece natural y lógico hacer protagonistas a mujeres, pero no lo pretendo. También habrá personajes femeninos protagonistas, sí. En los lobitos [se refiere así a su ópera prima] había conceptos inherentes como los cuidados y la conciliación. Pero esto va de otra cosa.
— ¿Serán suficientes las cinco semanas de rodaje de su debut?
— Siempre se quiere más, se perciben justas. Cinco lobitos gira alrededor del trabajo actoral, y eso implica probar cosas, hacer un previo, el tiempo es muy valioso. Es interesante hablarlo, porque es la media del cine de producción independiente. Los productores pelean más por cuidar los proyectos, y hay que decirlo: Cinco lobitos fue a la a la sección Panorama de la Berlinale y hemos ganado en Málaga. Hay mucho trabajo detrás de una peli así.
— Usted se ha forjado en la publicidad. ¿Es distinto el ritmo y la tensión del rodaje cinematográfico?
— En publicidad todo está muy pactado. El cine tiene algo más de búsqueda. Pero esa faceta anterior te acostumbra a la dinámica de rodaje. Por la noche revisas, incluso te da para cambiar cosas, claro. Cuando buscas algo que esté vivo, surgen unas cosas que te llevan a otras. Sin ánimo de hacer spoiler, una escena en la que salen madre e hija del hospital con dos sillas diferentes (una de ruedas y otra de bebé) se ha convertido en una imagen icónica de la película. Y esa idea me surgió durante el rodaje, en las duermevelas. Son las sensaciones las que te llevan a eso. El guion es el 90 por ciento de la peli, pero todo fluye.
— En el otro 10 por ciento, ¿qué aportan los actores veteranos?
— Sí creo que hemos construido juntos, pero no iba por ahí. Se trataba de que las escenas estuvieran vivas. Cosas que podían añadir capas a las relaciones. Y, por supuesto, si ellos proponían, se hacía. Hay matices que surgieron de ese proceso. Como directora quiero proteger mi historia y cuidarla. Tengo los márgenes de los personajes, pero entiendo que es algo abierto, y se trata de construir juntos. Conversaciones sobre cosas, por ejemplo. Ensayamos durante tres semanas. No quería manosear exactamente el guion, y de ahí salieron esas capas. Por ejemplo, alguien decía algo nuevo. “Ah, sí, qué interesante, lo llevamos a rodaje”, decíamos. O cómo gestionar el personaje de Ramón Barea, Koldo, tan tierno. No es un villano [sonríe].
— ¿Qué le devuelve mejor sabor de boca al recordar el rodaje?
— Tenía cierta presión propia, autoexigencia. Recuerdo con cariño esa magia que conseguía en el trabajo. Es mi primera peli, un proyecto personal, así que es lógica esa sensación de valorar la oportunidad. Sé lo difícil que es levantar un proyecto. Se trataba de saber quién soy yo desde el punto de vista profesional, después de tantos años de punto de vista publicitario. Y eso genera más presión que disfrute. Pero en los momentos de conexión con Laia, o tras ese cambio de indicación que descubríamos sobre la marcha, decías: “Qué guay”. Y te sentías muy a gusto, muy satisfecha. Esa mezcla de sensaciones es estupenda.
— ¿Repetiría equipo?
— En líneas generales, sí. Al ser una película íntima, no sentí limitación de equipo, sí quizá de tiempo. El lujo es el tiempo, para probar y para aprobar. Tuvimos pocos exteriores, por lo que no necesité mucha gente. Muchos eran nuevos, no los había conocido en publicidad. Mi montador [Andrés Gil] es habitual de mis trabajos publicitarios y de mis cortos, de los tiempos de la Escuela de Cine, igual que uno de mis productores, Manuel Calvo. Nos entendemos de maravilla desde los tiempos de los cortos [Ruiz de Azúa ha realizado cinco]. Pero he conocido gente con la que he tenido muy buena química, como un ayudante de dirección maravilloso, Martín Bustos, que me ha ayudado mucho. Me dijo: “Esta es la peli que quieres hacer, pues yo voy contigo”. Me parece muy generoso por su parte, con la gran experiencia que tiene. Es muy especial encontrar eso.
— ¿A qué actores le gustaría reclutar para la segunda película?
— Soy mucho de guardar actores y actrices en el archivín. Recuerdo que tenía a Laia desde que la vi en Victoria. Cuando le hablé del proyecto ella estaba embarazada, pero no me lo dijo. Tardamos cuatro o cinco años en levantar el proyecto. Con la pandemia, le dio tiempo a dar a luz y a incorporarse a la película. Pasó mucho tiempo. Hay mucha gente con la que me encantaría currar, pero me pone en un compromiso citarla. Con todos los actores que he trabajado, incluido el proyecto de Eres tú, repetiría. Se han atrevido a probar cosas conmigo.
— Venga, hagamos un retrato robot de su intérprete ideal.
— Me gusta generar la confianza en el actor y la actriz para buscar cosas. Incluso al llegar al set. En mi breve experiencia —insisto, llevo solo un año en esto— hay gente que se ciñe mucho a algo y luego le cuesta salir, pero como directora es mi trabajo generar el ambiente para que se atrevan a probar conmigo, a buscar otras cosas para mantener vivo lo que hacemos. Por ejemplo, me gusta Isabelle Huppert, esos intérpretes que hacen personales las cosas, desde dentro. Y en pantalla ves que hay algo realmente especial, más allá de la naturalidad. Y eso me gusta.