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LÍNEA DE TELÓN


Diecisiete






ALBERTO CONEJERO


Llego a Diecisiete, la película de Daniel Sánchez Arévalo, por dos razones: la primera es porque sigo los trabajos de este director después de Azuloscurocasinegro (2006) y La gran familia española (2012); y la segunda, la enorme admiración y estima personal por el actor Nacho Sánchez. A Nacho lo conocí hace ya cinco años durante las pruebas de selección para el papel de Sebastián de La piedra oscura. Como no sabía entonces su nombre, apunté en un papel algo así como “este muchacho deja asomar por los ojos algo de un terror antiguo”. Por fortuna todos estuvimos de acuerdo en que aquel joven abulense debía ser Sebastián. Sé que la afirmación que sigue cae en este tiempo saturado de hipérboles y de adjetivos superlativos, pero creo no equivocarme al considerar que Nacho es uno de nuestros mejores intérpretes. Tiempo después de La piedra oscura volvimos a coincidir en El sueño de la vida, un proyecto retador y con un punto de enigma. Y allí estaba de nuevo Nacho, con el mismo talento descomunal, pero con la entrega, el compromiso y la serenidad intactos. En este segundo encuentro le descubrí ya hechuras de hombre cabal. Es el dueño de una serenidad pasmosa. Y también de una mirada de hondura y narrativa incalculables. Además, es una persona que sabe mantenerse lejos del chisme y del ruido loquísimo que a veces tiene esta profesión.

 

   Dejo aquí algunas ideas e impresiones de Dieciesiete, que no tiene ninguna voluntad de crítica sino de invitación a descubrir esta road movie que entiende que el verdadero viaje siempre es pecho adentro, que la cartografía de nuestras emociones tendrá siempre más vericuetos y sobresaltos que la de los territorios físicos. Esta es sucintamente la historia de desencuentros y encuentro de dos hermanos: Isma (Nacho Sánchez) y el pequeño, Héctor. Este último está interpretado por Biel Montoro, otro intérprete prodigioso. Pero hay muchas historias dentro de esta historia: la orfandad, el lugar y cuidados que le damos a nuestros mayores, cómo cada generación necesita un relato comprensible del pasado para poder iniciar su viaje hacia el futuro, la vuelta a las raíces para sobrevivir a un presente volátil, lo convencional del concepto “mayoría de edad” y sus implicaciones legales, etcétera.

 

   Sin embargo, lo que hace valiosísima esta película es su falta de pudor a la hora de mostrar los sentimientos, su decidida voluntad de provocar calambre sentimental. En un mundo tan cínico, tan generoso a la hora de mostrar el odio, la pataleta, el zafarrancho de insultos y lapidaciones virtuales o el encono, la sentimentalidad puede ser un acto de resistencia e incluso un gesto revolucionario. Desde su aparente sencillez, la historia explora la zozobra de los desamparados. Los 15 primeros minutos de la película no necesitan ni una sola línea de diálogo para mostrar con elocuencia la soledad de un adolescente en la intemperie. Nunca llega a decirse lo que hay detrás del comportamiento de Héctor. Y este es uno de sus grandes aciertos. No es una historia sobre una determinada enfermedad o de un síndrome concreto. Es una historia de un chaval que es un mundo, y en ese mundo complejo está también eso. Sánchez Arévalo plantea además la diferencia entre lo legal y lo legítimo sin estruendo, sin demagogias.

 

   Y, por último, sin levantar ninguna bandera, sin venderse como una película “necesaria” para nada, Diecisiete es uno de los más bellos cantos a los animales que ha generado nuestro cine. El director actualiza una de las funciones primordiales del perro en todas las mitologías: la de psicopompo, esto es, el de acompañante de las almas en su viaje a la otra vida (ahí están Anubis, Cebero, Xolotl...). De repente, el cuerpo diminuto y lastimado de un perro con una extremidad ausente nos da una lección de cómo seguir adelante pese a las ausencias terribles. Una de las grandes imágenes que guarda Diecisiete.

           

           

           

                               

           

Alberto Conejero (Jaén, 1978) es dramaturgo y poeta, y entre sus estrenos más recientes figuran 'Los días de la nieve' o  'La geometría del trigo'. Con 'La piedra oscura', sobre el último amor de Lorca, ganó el Premio Max al mejor autor. Otras de sus obras teatrales son 'Ushuaia' o 'Todas las noches de un día', mientras que 'Si descubres un incendio' fue el título de su primer poemario
       

       



            

       

       

       

       

       

       

       

       

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