LÍNEA DE TELÓN
La eternidad sucede en verano (A Antonio Mercero)
ALBERTO CONEJERO
"Mi nombre es Julia, y este que veis aquí es el pueblo donde yo pasé uno de mis veranos; no, perdón, uno de mis veranos no, el verano más hermoso de mi vida. Vine aquí a mediados del mes de julio, en busca de luz y de calma". Con estas palabras en la voz de la actriz María Garralón empezaba el primer capítulo de una serie, Verano azul (1981), que ha quedado enclavijado a la memoria de un país. Estas palabras contienen en su aparente sencillez una verdad rotunda: si alguna vez fuimos eternos debió suceder en algún verano de nuestra juventud.
España amanecía en la década de los ochenta con la ilusión de una democracia promisoria, seguramente por recién inaugurada (aunque sería más justo decir “restaurada”). Estaba el país como con olor a presente recién pintado, a tregua luminosa. El vuelo de los alfanjes se había detenido en muchas casas y la modernidad no era ya solo asunto de los otros. O no debía serlo.
De la oscura travesía del fascismo se salió gracias también a los hombres y mujeres que no dejaron de ejercer los oficios de la imaginación. Pese a todo, pese a casi todos. A menudo en un negociado dificilísimo entre lo que se anhelaba y lo que se permitía. Mujeres y hombres haciendo malabares forzosos con un pasado devastado, un presente terrible y la incógnita del futuro. A esa tripulación perteneció Antonio Mercero (1936-2018), que acaba de fallecer en el mismo mes que lo vio nacer.
Fue en la década de los 60 cuando Mercero abrió su fragua luminosa para forjar una poética audiovisual que aunaba la ambición temática y formal con una decidida voluntad de encuentro con el público. Es La cabina (1972) la obra que lo convirtió en referente ineludible, siendo Mercero el único director español que ha ganado hasta el momento un Emmy. Apenas media hora para dar cuenta del estado de ánimo de un país encerrado en cuarenta años de dictadura. Es una interpretación, sí, de las muchísimas posibles para esta pieza que bebe de Beckett, Sartre, Ionesco o Mihura.
También protagonizada por ese enorme actor que fue José Luis López Vázquez, he vuelto a ver estos días Manchas de sangre en un coche nuevo (1975). Quizá irregular, quizá excesiva en algunos momentos, contiene para mí una de las metáforas más afiladas de la España franquista: Ricardo, un rico y corrupto empresario, estrena su flamante Volvo cuando observa un coche accidentado. Al pasar a su lado, y pese a las súplicas de los ocupantes, prosigue su camino sin prestar auxilio. Por el retrovisor contempla cómo el coche siniestrado se incendia y explota. Desde ese momento la sangre de los abandonados, empujada por un leve pero persistente remordimiento, ensucia, o eso cree el protagonista, la tapicería blanquísima de su vehículo de alta gama. Un Macbeth patrio al volante de una posición ganada por el sufrimiento de muchos…
Quiero recordar también aquel episodio de Farmacia de guardia en el que sus protagonistas abrazaban a una niña portadora del VIH. En aquel 1992, y pese a los mensajes de médicos y autoridades, no pocos españoles creían que hacerlo “era contagiarse del sida”. Algunos llegaron a abuchear a los niños portadores que acudían al colegio y a exigir que se les expulsara. Así le ocurrió a la pequeña Montse. Mercero incluyó a la niña en uno de los capítulos de la serie más vista del país. El beso a la niña de las actrices Concha Cuetos y África Gozalbes es una de las muchas lecciones que Mercero nos ha dejado sobre el respeto y la empatía.
La eternidad sucede en verano y allí está ahora Antonio Mercero. Se ha ido de nuestros días aunque llevaba años yéndose en el galope mudo del alzhéimer. Sus allegados han dicho que quería morirse rodeado de su familia, viendo de nuevo Cantando bajo la lluvia. Ojalá los versos de su tema principal lograran atravesar la nebulosa haciéndole sonreír una vez más, una vez que ahora es infinita: “I'm laughing at clouds / so dark up above”.
Alberto Conejero (Jaén, 1978) es dramaturgo y poeta y acaba de estrenar en Madrid 'Los días de la nieve'. Ganó, entre otros, el Premio Max por 'La piedra oscura'. Otras de sus obras teatrales son 'Ushuaia' o 'Todas las noches de un día', mientras que 'Si descubres un incendio' es el título de su primer poemario