Àlex Monner
“Mi límite está en la muerte”
Fue un ídolo desde la adolescencia. Hoy, con 22 años, atesora ya una carrera para el asombro a la que se sumará en breve su primer corto como director. Ojo: tampoco descarta componer bandas sonoras
FERNANDO NEIRA
Reportaje gráfico: Pau Fabregat
Pasea Àlex Monner (Barcelona, 1995) por el barrio de Gràcia con aire natural y despistado, ajeno a las miradas que a cada esquina, irremediablemente, le identifican como uno de los rostros más conocidos de la ciudad desde que cada lunes se colara en los hogares catalanes con la inmensamente popular Polseres vermelles (Pulseras rojas). Todo es, en realidad, desparpajo, sinceridad y falta de impostura en este actor jovencísimo y de madurez pasmosa; no solo frente a las cámaras, sino en el fragor de la conversación. Monner es espontáneo porque consigue que todo le resulte fácil: menudo pero atractivo, relajado incluso cuando se apasiona explicando alguna idea singular de las que no paran de bullirle en la cabeza.
Ha venido sin prisa: solo no perdonaría que le dejásemos sin su entrenamiento de fútbol 7, pero para eso falta aún toda la tarde. Y dispone de mucho más tiempo que cualquier muchacho de su generación (o de las anteriores) porque ha renunciado a los teléfonos inteligentes y en su bolsillo atesora un móvil antediluviano por el que ha pagado 25 euros. “Son todo ventajas. No me paso el día en las redes y me ahorro los 700 euros de cualquiera de esos cacharros. Si alguien quiere saber de mí, no tengo guasap: que me llame”.
Posa con aparente despreocupación (“esto es fácil, no tienes que hacer nada”), pero no hay foto que le desfavorezca. Como tampoco hay renglón torcido, por ahora, en una trayectoria impoluta, ascendente y fascinante, con Los niños salvajes premiada en Málaga, el reciente mano a mano con Emma Suárez para La próxima piel y hasta su relevancia televisiva ya a nivel estatal gracias al Pol de Sé quién eres. Por eso en esta entrevista terminaremos hablando de límites. Y él, ahora mismo, conoce pocos.
– ¿Siente que está viviendo deprisa?
– Sí, con toda la intensidad de la que soy capaz. Y sin renunciar, ya desde tan jovencito, a la nostalgia. Es una visión de la vida que mi padre me ha inculcado y yo la he hecho mía.
– ¿Pero de dónde le viene el talento?
– Creo que me vino dado, a la manera de una inspiración vital. Cuando rodé Héroes pensé: “Esto me encanta, ojalá me durase para toda la vida”. Y la vocación acabó perfilándose. Me repetí: “Lo quiero, lo quiero”.
– ¿Ha vuelto a ver Héroes recientemente?
– No, pero la conservo bien en la memoria. Era muy joven, muy virgen, sin tablas. No me incomoda pensarlo ni reconocerlo, porque me remonta a un momento casi idílico: un verano, cinco críos conviviendo juntos todo el rato… Una maravilla.