El compadre Alberto y un milagro vasco
La figura de Alfonso Sánchez estaría incompleta sin la de Alberto López (Sevilla, 1976), su media naranja en el tándem de canis y en el de señoritos y, desde no hace mucho, su “compadre con papeles” en la vida real: Alfonso es padrino de la hija de Alberto, y Alberto, del hijo de Alfonso. “Le conocía de verle de marcha por la noche de Sevilla”, nos revela. “Me había fijado en él porque así, tan rubio, pensé que era guiri, pero hablaba con acento sevillano y eso me parecía peculiar. Luego le descubrí como actor en Varuma Teatro y en un corto bastante malo. Pero ya allí resultaba brillante: sin intentar ser gracioso, la gente se descojonaba con él.
– Y en esas, por si no estaban ya lo bastante unidos, llegó ‘Ocho apellidos vascos’ para inmortalizar su alianza.
– ¿Pues sabe lo mejor del caso? El fin de semana que recibimos el guion, cada uno lo leyó por su cuenta y el lunes quedamos y nos dijimos: no vamos a hacer la película. Ostia, que los andaluces no somos tan cerrados, pensamos al principio. Que tú te puedes meter con tu hermano, pero no toleras que otro se meta con tu hermano. Tuvo que ser el propio Martínez Lázaro quien nos llamara personalmente para persuadirnos de que iba a humanizar y a querer a los personajes. De que nos reiríamos con ellos, pero no de ellos.
– Menos mal que les convenció…
– ¡Menos mal! ¡Emilio es un sabio!
– Por cierto: Alfonso Sánchez, Alberto López, Alberto Rodríguez, Belén López… No se rompen mucho la cabeza en Sevilla buscando nombres artísticas.
– ¡No, no, jajaja! Es que aquí le dedicamos más tiempo al talento que al marketing…