Álvaro Brechner
“Tus influencias son como una gran madre que siempre está ahí”
El director de 'La noche de 12 años' ha dado la vuelta al mundo entre elogios por su impactante relato. Maestro del documental y el corto, maneja otros formatos. Y su cuarto largo está a falta de un empujoncito
JAVIER OLIVARES
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
Cambió Montevideo por Madrid hace justo 20 años. Pasó de ser un sabueso de la Cinemateca Uruguaya a un okupa de la Filmoteca Nacional, que tanto da. Y en España completó su reguero documentalista con éxitos de culto en History Channel y TVE, por ejemplo. “En aquel entonces vivíamos la eclosión del cortometraje”, recuerda. Entre otros, estrenó The nine mile walk, que recorrió más de 100 festivales, y el documental Papá, por qué somos del Atleti. Por lógica, el largo tenía que llegar: Mal día para pescar (2009), Kaplan (2014) y la reciente La noche de 12 años –sobre la cautividad del expresidente uruguayo José Mujica y otros dos miembros del Movimiento Revolucionario Tupamaros–, de prolongada estela internacional, consolidan su talento en el gran relato. “No hay mucha diferencia entre el documental y la ficción”, asegura Brechner, de 43 años. “Nunca pienso en términos de formato, sino de historia, de narración”.
- Conoce más festivales que películas...
- [Risas]. Digamos que tuve la suerte de poder hacer películas que han viajado mucho. Y eso te da la posibilidad de abrir puertas, ver mucho cine de diversos países que de otra forma no verías, descubrir distintas miradas, discutir, charlar con gente que se dedica a lo mismo, pero desde un lado tan diferente como próximo.
- Su primer largometraje fue seleccionado para Cannes.
- Sí, fue una enorme sorpresa y una gran oportunidad para su visibilidad. Los grandes festivales es lo que provocan: aparte de la exposición, tienes la oportunidad de viajar y confrontarte a culturas diversas, intercambiar visiones, tendencias... Con el mundo y con la industria. Para mí es importante abrirte hacia otras formas de expresión y también reflexionar sobre el propio cine. Me encanta encontrarme con viejos amigos, pero también hablar y discutir de formatos, ver las cosas que están haciendo. Hay además una parte maravillosa, la de conocer fuentes de inspiración, de interés, inquietud. Hablar con gente siempre es inspirador.
- ¿Gente que admiraba, incluso?
- En el festival de Sofía, en Bulgaria, coincidí con Claudia Cardinale, actriz en algunas de mis películas favoritas de la historia. Tuve ocasión de hablar con alguien con carácter de mito sobre las anécdotas que uno ha ya escuchado de Once Upon A Time in the West [Hasta que llegó su hora]; de la utilización de la música de Morricone en set por Sergio Leone; de la célebre escena sobre el final de 8 1/2 entre Mastroiani y ella, en la que en realidad era Fellini quien le respondía y era improvisado; de su relación con Blake Edwards; de Klaus Kinski; de El Gatopardo…
- ¿Nota que crece acudiendo a esas citas?
- No sé si crecer es el verbo, pero sirve para navegar. Comencé esto de hacer cine como en una especie de sueño. Y reafirmar eso como algo posible requiere un grado de voluntad, esfuerzo, casualidad… Muchas veces, escuchar a gente con la que te ha tocado vivir experiencias, en el trabajo o no, sobre cine pasado, presente o futuro, no tiene precio.
- ¿Cuál es el cine que más le ha marcado?
- El francés, el italiano... el cine europeo de los años sesenta. Y el americano de los setenta, el noir de los cuarenta. Las influencias que te hayan hecho sentir algo en el estómago para querer dedicarte a esto son como una especie de gran madre que está ahí. Pero uno vive en la época y geografía actuales. La clave está en ser consciente de dónde vienes y en no perder de vista dónde estás.
- Tras el Goya al guion adaptado, ¿cómo ha ido La noche de 12 años?
- Yo estoy muy contento. Fue difícil hacerla, es casi un milagro desde que se concibió como proyecto. Tras su estreno en el Festival de Venecia fue un carrusel de alegrías. Se acaba de estrenar en cines de Francia y Suiza y ha sido candidata a los premios Platino [seis nominaciones].
- Al expresidente –y protagonista– José Mujica, ¿le gustó?
- Vi la película con él, pero es una situación íntima y emocionante. Yo nunca pensé en si le gustaría o no, nadie la hizo para que gustara. Durante años me estuve reuniendo con ellos para intentar entender cómo vive un hombre en aislamiento durante tanto tiempo. Es imposible transmitirlo, pero ante esa distancia, tanto Mujica como Rosencof y Huidobro [los tres guerrilleros] aceptaron la perspectiva de la creación estética y tuvieron la generosidad de compartir cada anécdota y las dudas que me asaltaban a mí en la etapa de guion y a los actores en su preparación. Nunca buscamos hacer un biopic ni una película histórica como tal, sino un salto o ensayo sobre los límites de la locura, del lenguaje. Era una aventura libre. Antonio de la Torre estaba obsesionado con la recreación de Mujica, y tras su inmenso trabajo de acento y adelgazamiento, yo le decía: “Antonio…”. Y él, poseído, me respondía: “¡Soy Pepe, no Antonio!” [risas]. “¡Pues yo quiero escuchar a Antonio!”, le gritaba.
- Supongo que tendría más candidatos para el papel de Mujica. Y optó por De la Torre.
- La razón por las que ciertos actores terminan en un rol y no otros es tan confusa que ni yo me aclaro. Creo que es el mismo proceso de enamorarse [risas], fácil de justificar después, imposible de definir previamente. Más allá de la admiración y la amistad con Antonio de la Torre, al que considero una leyenda viva del cine, nunca nos damos cuenta de lo que estamos haciendo, salvo que lo hagamos a cierta distancia. Yo quería trascender los aspectos geográficos e históricos hacia problemas existenciales, dilemas universales del ser humano, pretendíamos distanciarnos de nacionalidades, expresiones, fronteras. Antonio de la Torre, salvo la cuna uruguaya, lo tenía todo. Quedamos con él en un bar a contarle una mañana. No me dejó hablar más de 10 minutos: “Está claro que tenemos que hacer esta película. ¿Para qué quedamos aquí? ¡Solo dime cuándo empezamos!”.
- ¿Le costó adquirir el acento y la fonética?
- Aparte de conocer a Pepe Mujica, trabajó de forma obsesiva con el acento y sus particularidades. Se fue mimetizando, transformando. Para el Chino Darín, obviamente, era todo más cercano, ya que el acento argentino es hermano del uruguayo. Para mí lo más importante era que, una vez integrado el acento, pudiese Antonio liberarse de él: te hace estar pensando en cómo hablar, y la clave de la actuación es cómo saltar el pensamiento. Cómo no pensar. Por eso es tan difícil actuar en idiomas o acentos ajenos y no estar preso del cerebro.
- ¿Y cómo evita usted eso?
- Yo solo puedo ayudar; son los actores quienes deben lograrlo. A veces con pequeños trucos para que el actor esté en el presente. Cambios repentinos en el rodaje para que la sorpresa haga que ellos estén alerta sin poder anticipar tanto. Por ejemplo, si en el guion pone “Abres la puerta y ves a un familiar al que le ha dado un infarto”, y el actor al abrir la puerta se encuentra en su lugar con su novia, debe reaccionar internamente. La siguiente vez que ruedas la escena realmente el actor acciona un clic que le obliga a estar alerta, a no anticipar nada. Internamente siguen el juego de prepararse, pero no anticipan una actuación. Tenemos una percepción literaria de la actuación cinematográfica, de intentar entender lo que se dice a través del diálogo. A mí eso me parece un error. Nadie sabe cómo reaccionamos ante distintas circunstancias. Juguemos a ello.
- Hacer creíble la delgadez de los actores en esos 12 años de cárcel estaría condicionada por el tiempo de rodaje.
- La delgadez era real. Los tres actores perdieron entre 14 y 16 kilos. Rodamos en siete semanas. Paramos durante 14 días para que volvieran a recuperar algunos kilos para el inicio y final de la película, y que en las escenas del pasado se notara dicha evolución física.
- ¿Y cómo fue la parte psicológica del proceso?
- Muy dura: les afectaba mucho a ellos llegar a esa anatomía. La falta de ingesta se convertía en obsesión. A Alfonso Tort [el tercer protagonista, actor uruguayo] le permitía su dietista un día a la semana tomar un perrito caliente (sin pan, por supuesto), y desde dos días antes estaba feliz imaginándolo. No era fácil.
- Siempre comenta usted que lo que más le agobia de la creación es el rodaje.
- Estoy aprendiendo a disfrutarlo [risas]. Hay que convivir con lanzarse al vacío, a la experiencia, no sabes qué va a surgir, por organizado que lo lleves: todo combina varios grados de lo posible a nivel de producción, técnico y artístico. Por un lado, hay un monstruo de 120 o 150 personas que depende de ti para que todo funcione. Y por otro, estás tú pensando en que tu intuición e inspiración deben aflorar… Puede ser complejo. De golpe, todo lo que traías previsto puede no funcionar. No todas las orquestas tocan igual las mismas sinfonías. Como director tengo que intentar que funcione esa mezcla entre lo que surge en el presente y lo que traemos pensado, que sea coherente.
- ¿Se replantea cosas?
- Todo el rato, en todo el proceso. El rodaje es algo vivo; también la postproducción, el montaje y el sonido. En La noche…todos los días tenía una sensación de estar en un campo de batalla. Estábamos siempre dispuestos a ese juego. Creo que, una vez lanzados, se genera una conexión increíble en la que todo funciona de forma orgánica. Es como una jam session donde no sabemos exactamente cómo cada uno va a continuar con su instrumento, pero hay una posesión en la que cada uno está integrado en un todo que se va construyendo a la vez de forma libre y a la vez determinada.
- Según la secuencia temporal de sus películas –2009, 2014, 2018–, la próxima toca en 2021.
- Tengo algo avanzado, pero no sabría catalogar mi siguiente proyecto. No puedo contar nada más. Ni localizaciones ni reparto.
- ¿Es algo que lleva tiempo en el cajón o evoluciona?
- Hay cosas que mezclo en mis proyectos. Es que todo en este mundillo ha ido tomando forma, reposicionándose. Ha cambiado incluso la financiación tradicional gracias a las plataformas, que vienen a plantear un nuevo modelo. Es una gran oportunidad, pero cambia el juego a velocidad sideral.
- ¿Afecta al normal desarrollo de un estreno?
- La noche…, por ejemplo, después del Festival de Venecia se estrenó en cines de Suramérica, España, Francia, Italia, Suiza… En la mayoría del resto de países ha funcionado en plataforma. Y su visibilidad es brutal, recibes toneladas de mensajes, en caligrafías que no entiendes ni con Google Translate [risas].
- O sea, la pregunta "¿cine o tele?" ya no tiene sentido.
- Si nos referimos a la forma de consumo, yo recuerdo el cine en salas de cine. Pero la mayoría del cine que veo es en televisión. La experiencia es la que ha cambiado. Y la forma en la que vemos y experimentamos las cosas a veces es tan importante como la propia cosa. La forma en que concebimos un viaje casi ancestral a un universo particular en una sala de cine no sucede en una casa. Pero eso es una forma de ver el cine y el mundo que ya solo existe como excepción. Creo que tenemos que pensar en un futuro con la combinación inevitable de ambas formas, recordando que el arte es un viaje que requiere una experiencia de inmersión. Si no, solo se vuelve un instrumento de consumo más, periférico.
Preguntar a un uruguayo si le gusta el fútbol es como hablar del tiempo meteorólogico en un ascensor: innecesario. La llegada de Brechner a Madrid coincidió con el descenso del Atlético a Segunda División, lo que le hizo simpatizante de El Pupas. Tanto le llegó aquel trauma histórico que hizo un documental también histórico, Papá, por qué somos del Atleti, muy celebrado en fondo y forma en el entorno del club. Durante casi una hora, el ojo cinematográfico del realizador repasaba la historia del Atlético, que permaneció dos años en la segunda categoría. “Me sorprendía que el estadio se llenara incluso con el equipo en la división inferior”, recuerda. “Hicimos el documental, previsto para cuando el Atlético regresase a primera, pero ese momento peligró: se demoró seis o siete jornadas”. El día que por fin se pudo emitir, el diario Marca publicó una portada: “History Channel, con la serie Grandes misterios de la humanidad: por qué somos del Atleti”. “Entrevistamos a Gárate y a Reina, que perdieron una final insólita en 1974. Parecía imposible que volviera a posicionarse como un líder en Europa. Y lo hizo”.
Amigo de su paisano Diego Godín, Brechner no se perdió ese posible momento histórico. Y muestra orgulloso la foto junto a su hermano en Milán, en la final de la Champions League de 2016, la tercera que perdía el club de forma traumática. Según Brechner, “el fútbol de alto nivel puede tener episodios más intensos que Juego de tronos. Socialmente no hay nada que consiga eso: un equipo hundido, más débil que el otro, puede dar la vuelta el partido. Incluso Juego de tronos, por cierto, lo lee según la perspectiva del fútbol: “Me enganché con el juicio a Tyrion Lannister. Me convenció su alegato y me dije: ‘Es del Atleti’. El resto de Lannister, del Madrid”. Palabra charrúa.