Andreu Buenafuente
“El signo de los tiempos, en 2017, es que no entendemos la comedia”
El cómico catalán, inmerso en la lúcida y dulce madurez de ‘Late Motiv’, encarna al librepensador paródico en la era de la corrección indignada
FERNANDO NEIRA
(Con información de NURIA DUFOUR)
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha
Al bueno de Andreu Buenafuente Moreno (Reus, Tarragona, 1965) no le llega el día, ni la vida, para materializar todo lo que le bulle en la cabeza. Curioso inabarcable y culo inquieto como no hay otro, apenas había cumplido 17 años la primera vez que se colocó delante de un micrófono radiofónico. La oportunidad se la concedió un jovencísimo Carles Francino, hoy también prohombre de la comunicación, en aquella temporada remota en las ondas de Radio Popular. “Teníamos un amigo común que le insistió en que yo le pondría muchas ganas, así que me metió en la sección de Deportes”, rememora un Buenafuente más divertido que nostálgico, capaz al mismo tiempo de prender la conversación y sonreírle al fotógrafo porque, si no, no cunde la mañana. Andreu es así: un torbellino cordial, un hombre de verbo amenísimo y un cerebro permanentemente carburado, capaz de reaccionar en décimas de segundo aunque la pregunta enfile derroteros que él no tenía previstos. Y todas estas cualidades naturales acaban trasvasándose a la pantalla: monologuista memorable, improvisador vertiginoso, entrevistador que antepone siempre la empatía a la búsqueda de un botín entrometido.
Le han cundido los años como para atesorar un par de Premios Ondas, varios programas de reconocimiento clamoroso (La cosa nostra, BNF), medio millar de lienzos abstractos “en la línea de Barceló”, un dibujo publicado en el New York Times, pinitos como actor, largas noches de monólogos ambulantes, alguna dirección escénica y una reciente película, El pregón, que escribió para protagonizar junto a su inseparable Berto Romero, con el que también comparte el programa de humor Nadie sabe nada (Cadena SER). Otra vez una oda a la sagacidad improvisatoria. Sin red. Y con algo de vértigo, pero, definitivamente, sin miedo. El tiempo se evapora junto a Buenafuente (que en persona no es divertidísimo, sino interesantísimo) porque Buenafuente siempre dispone de munición dialéctica para compartir. Y porque acaba de alcanzar el programa número 200 de su “hijo más deseado”, Late Motiv (#0), aprovechando que el canal de pago de Movistar + no garantiza grandes audiencias, pero sí amplísimos márgenes de libertad.