Anna Castillo
“Necesitamos más mujeres guionistas para que haya más papeles femeninos”
La actriz catalana debutó con 14 años, ha ganado un Goya y ha formado parte del éxito de ‘La llamada’. Este año estrena series y películas mientras sigue pegada al escenario
PELAYO ESCANDÓN (@pelayoescandon)
Reportaje fotográfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
Anna Castillo (Barcelona, 1993) jugaba desde pequeña a ser otras personas, disfrazarse e interpretar personajes en casa. Pero no lo relacionaba con convertirse en actriz. Y mucho menos, con ganar el Goya por El olivo (Icíar Bollaín), participar en la popular obra de teatro y posterior películaLa llamadao protagonizar el último anuncio de Estrella Damm junto al mediático cocinero Alberto Chicote. Todo ello antes de cumplir 25 primaveras. A Castillo le salieron las cosas sobre la marcha, mientras alternaba las estancias en Madrid con sus estudios. Entre viajes, audiciones, cursos de interpretación y actuaciones aquí y allí, un día se dio cuenta de que estaba plenamente volcada en este oficio. Y de que se tenía que mudar a Madrid.
Castillo tiene un carácter serio y reflexivo. Transparente. Solo agacha la mirada cuando medita una respuesta. Pese a su juventud, es uno de los nombres propios de la industria. Acude a una cafetería frente al Teatro Lara, donde representa La Pilarcita y en cuya cartelera todavía figura La llamada, una obra que “ha transcendido” y tiene vida propia, “cuente con el elenco que cuente”. Viste una camiseta de rayas rojas y blancas, pantalones vaqueros y una chaqueta vaquera con un vistoso cuello de pelo blanco. En la nariz luce un llamativo piercing. Y sus ojos son como los de Betty Boop. La intérprete es un seísmo de energía y belleza.
– ¿Cómo nació su vocación?
– No surgió de golpe. Fue algo gradual. Cuando era pequeña, los viernes por la tarde hacía teatro musical. Y en 2005 hice de figurante en Barcelona para la película de Tom Tykwer El Perfume. Me vieron por la calle y me preguntaron si quería participar, aunque casi toda la ciudad acabó haciendo figuración en las escenas de la orgía y del mercado. Fueron dos o tres noches en las que mi madre me acompañaba, y me lo pasé tan bien que se sorprendió. Incluso me hice amiga del equipo de rodaje.
–¿Cómo empezó a introducirse en la profesión?
– Pasaba mucho tiempo viendo películas de los noventa con Sandra Bullock, Nicole Kidman… Recuerdo que una vez le dije a mi madre que quería hacer esas películas, como Julia Roberts. Me apuntó a una agencia de actores, pero no quería hacer publicidad, yo quería cine. A los 14 años me cogieron en la película para televisión El enigma Giacomo, y a partir de ahí empezaron a salirme musicales, largometrajes… Iba de Barcelona a Madrid y volvía, y aunque hacía algo que me encantaba, no estaba segura de si viviría de ello, así que entretanto fui estudiando hasta tercero de Psicología. A distancia.
– La oportunidad de la serie Amar es para siemprey el musical La llamadale llegó…
– Con 19 años. En ese momento tuve que mudarme definitivamente a Madrid. Ya había hecho Promoción Fantasma, Doctor Mateo o el musical de Nacho Cano, pero la grabación de la serie era diaria y las funciones de La llamada me ocupaban los fines de semana. Me di cuenta de que estaba dedicándome en exclusiva a esto y que ya vivía de ello. Dejé la carrera y me instalé en la capital.
– ¿Cómo fue esa transición?
– Al principio me sentí un poco sola porque el estilo de vida de Madrid es más intenso, más atropellado. Barcelona es más ordenada. No entendía que, incluso para quedar a tomar algo, se hiciera todo sobre la marcha. Quizás tenía que ver con que me instalé directamente en el centro. Ahora vivo en Malasaña con una amiga y mi gato, al lado de Los Javis, y siento que he creado un ambiente hogareño en el barrio.
– ¿Qué formación tiene como actriz?
– Nunca he estudiado en una academia de interpretación, pero a los 18 me venía un fin de semana al mes para hacer un curso intensivo con la coachLorena García. Es donde más he aprendido. A la vez acudía a unas clases de interpretación en Barcelona. En un momento dado empecé en la escuela de Nancy Tuñón, pero a los tres meses me vine a Madrid.
– ¿Cómo prepara los papeles?
– No tengo un método. Trabajo con la intuición y hablo mucho con cada director. Para mí eso es importantísimo, ya que me gusta trabajar desde la psicología del personaje, entenderlo mucho. Por ese motivo necesito a la persona que lo ha escrito y que lo va a dirigir para que vayamos a una. Una de las cosas que me unió con Icíar Bollaín y en la que estábamos de acuerdo es que no me gusta mucho ensayar porque soy incapaz de estar al 100 por cien. Y si consiguiera hacerlo, sentiría que ya debería estar rodando. Siempre que ensayo siento que no lo estoy dando todo. Por eso pienso que, si van a fijarse en eso, me echarán. Lo hablé con Icíar y le pareció bien, supo darme mucha libertad y seguridad. Además, ella le da mucha prioridad las primeras tomas, al igual que yo. Con ella encontré una manera de trabajar que me venía al dedo.
– ¿Por dónde se plantea encaminar su carrera a largo plazo?
– Si he conseguido algo bueno, es estar en dos mundos como actriz: en productos más comerciales, como La llamada o Paquita Salas, y en títulos más alternativos, como Viaje alrededor de una madre. La posibilidad de combinar las dos cosas, unas más de oficio y otras de vocación, sería lo perfecto. Y aunque no va a suceder siempre, lo voy intentar.
– ¿Cómo filtra las propuestas que le llegan?
– Depende del momento en el que esté, pero soy de las que apuestan por currar. Intento hacer cosas que no haya hecho, que me vayan a beneficiar, en las que pueda enseñar algo distinto de mí. Claro que pretendo cuidar mi carrera y hacer cosas interesantes que defienda, pero esto es un oficio, hay que trabajar: habrá momentos en los que pueda elegir y otros en los que no pueda.
– ¿Qué directores e intérpretes figuran entre sus referentes?
– Actrices que han participado en películas que he visto en bucle: Nathalie Portman, Nicole Kidman… Me sé gestos clavados de Kidman solo por haberlos visto tantas veces. Ellas me han inspirado, pero no tengo esa manera de trabajar, me resultan ajenas. Me interesaría más acercarme a lo que hace Candela Peña porque lo veo cercano. En cuanto a cineastas, me encantaría trabajar con Alberto Rodríguez, que tiene una manera muy interesante de dirigir. Me gustaría ponerme a prueba con él.
– ¿Set de rodaje o teatro?
– Me gusta mucho el teatro porque te mantiene entrenada. Tienes que estar siempre. Y tienes que hacerlo bien. Supone compromiso, esfuerzo, responsabilidad. El cine me encanta porque recoge más información que el teatro, te permite mostrar más cosas de tu personaje. Te sumerges en un proyecto durante dos meses y luego te olvidas.
– Entre sus filmes predilectos están…
– Me marcaron León, de Luc Besson, Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar… Y he visto miles de veces Juana la Loca, de Vicente Aranda. Más recientes son Frances Hay El diario de una adolescente.
– ¿Cómo pueden competir el teatro y el cine frente a Netflix o Movistar+?
– La presencia de actores jóvenes en el teatro es un reclamo para que acuda público joven. Lo he comprobado tanto en La llamada como en La Pilarcita. Es importante hacer obras en función de lo que la gente quiere ver, más allá de lo que tú quieres enseñar. Netflix siempre está, pero una obra de teatro tiene un tiempo y una exclusividad efímeros.
– El libro Miradas de mujer (editorial Fundamentos) recoge estos datos: la presencia femenina en nuestro cine no supera el 26 por ciento, y en 2017 solo ha habido un siete por ciento de directoras.¿Cómo se vive esa realidad desde dentro?
– Esos datos son acojonantes y me dan miedo. Conozco a mucha gente que trabaja conmigo y me dice que la desigualdad en el cine no existe. Esa gente hace daño. La esperanza es que las escuelas están cada vez más llenas de chicas que estudian fotografía, dramaturgia, dirección… Eso no pasaba hace 20 años. Quizá las mujeres antes pensaban que no podían y ahora saben que deben poder. Hasta que no haya más mujeres guionistas, faltarán historias femeninas. Y hasta que no haya más mujeres directoras, no se enseñarán suficientemente esas historias. Hay una vieja escuela al mando de la industria, pero debe dejar paso a las nuevas generaciones de este país, cuya fuerza es innegable.
– ¿Le gustaría dirigir en el futuro?
– Cuando pienso en ser directora me imagino la satisfacción brutal que debe suponer el hecho de crear algo con un equipo. Pero todavía tengo mucho que aprender. Lo veo a largo plazo.
– ¿Tiene interés en dar el salto a EEUU?
– No es el lugar donde tengo el ojo puesto. Me haría más ilusión el cine europeo, que me llegara una propuesta desde Italia, Francia…
– ¿En qué proyectos podremos verla este año?
– Estreno la segunda temporada de Paquita Salas y Arde Madrid, y en mayo empiezo la grabación de la segunda tanda de Estoy vivo. Son seis meses de trabajo y me paso el verano entero en Madrid. ¡Menos mal que tengo la piscina de la Complutense!