twitter instagram facebook
Versión imprimir
21-01-2025


Arantxa Echevarría 

“Un mal guion se puede salvar con buenos actores”


La directora de ‘La infiltrada’, Goya compartido a la mejor película, rompe tabúes y récords en cada estreno. Inclusión, integración y respeto forman parte de su ideario. Tras dar visibilidad a colectivos en la sombra y revisar la historia reciente de este país, ultima el rodaje de una comedia y se dispone a alumbrar con luces largas a otros personajes del pasado


JAVIER OLIVARES LEÓN

Fotografías: ENRIQUE CIDONCHA

En la era de las plataformas, pocas películas aguantan tantas semanas en cartel y con lleno en las salas cada fin de semana. Aunque la bilbaína Arantxa Echevarría, de 56 años, afirma tener muchas maneras de calibrar la satisfacción que le produce cada obra suya, acepta de buen grado que el éxito se mida “en monedas y en personas sentadas”. Ya es la directora más taquillera de la historia del cine español gracias a La infiltrada, la peripecia de una policía que convivió durante ocho años con la ¿filosofía? y los cabecillas de ETA. Y que se ha acabado llevando ese histórico Goya compartido a mejor película junto a El 47. Debutó en la dirección de largometrajes cumplidos los 50, pero cada estreno de Arantxa suyo zarandea ahora mismo el panorama cinematográfico.


- Carmen y Lola logró ocho nominaciones. Ahora La infiltrada acumulaba 13, casi el doble.

- Aquella vez estábamos nominados a mejor película, como ahora, y a mejor guion, dirección novel y actriz. Pero cuando sale lo que llamamos "el póker de las nominaciones" [película, dirección, guion, mejor actor, mejor actriz…] y ves cómo hablan de La infiltrada, crees que eso ya no te pasará nunca más. Yo estoy en un sueño.


- Se dice que es la mejor película sobre ETA.

- Lo dijo un crítico de cine, sí. Para mí eso es tan importante como la acogida que tuvo en el País Vasco. En los primeros pases no sabía muy bien cómo iba a calar la película allí. El primer pre-screening lo hicimos en San Sebastián. Como después íbamos a ofrecer coloquio, yo quería sentir lo que pensaban los espectadores. Terminó el pase... y todo el mundo callado. Cuando salí a saludar, el público se arrancó a aplaudir moderadamente. Ya se rompió un poco el hielo y la gente dijo que le había encantado La infiltrada. Fue maravilloso. La recepción allí ha sido estupenda.


- Es que hay una generación de personas de veintitantos años que no sabía nada de este episodio. De la infiltrada en particular y de ETA en general.

- Sí. Desde el principio había un poco de concepto de memoria histórica con la peli. Sobre todo, porque los chavales de 18 o 20 no lo han estudiado. No llegan a nuestro pasado más inmediato ni han vivido lo que vivimos nosotros todos los días: eso de "nueva víctima mortal", cosas como las de Irene Villa o Hipercor... “Hubo un problema en el País Vasco que ya se acabó”, dicen. Yo creo que interesaba contarlo para no olvidarlo, porque los errores se pueden cometer varias veces.


 

- En su filmografía hay gitanas lesbianas (Carmen y Lola), inmigrantes (Chinas) y, ahora, incluso un repaso a la historia... En las enciclopedias, ¿Arantxa Echevarría estará en la D de divulgación o en la R de reivindicación?

- [Sonríe]. Espero estar en la C de contadora de historias. Los cineastas intentamos hacer algo mágico: meterte en una sala durante una hora y media, quitarte el móvil, a la pareja, al jefe, apagar la luz y contarte una historia. Hay que tener mucho respeto a eso. Incluso en las comedias, como La familia perfecta o Políticamente incorrectos, también intento contar algo. Porque te estoy robando una hora y media de tu vida. Hoy es muy difícil conseguir eso sin que haya distracciones.

 

- Aunque esas comedias que cita sean encargos, procura que no se note, que haya profesionalidad en lo que se cuenta.

- Exacto, que todo sea mío. Si el guion no es mío, la cosa se complica más. Pero en La infiltrada nos dejaron a Amelia Mora y a mí escribir. Querían eso de nosotras. Quizá la idea venga de alguien que te cuente el pitch line de la historia de una mujer infiltrada en ETA, pero se convierte en algo tuyo cuando te enfrentas al papel en blanco, a la estructura, a qué contar y qué no contar.


- ¿El guion fue a cuatro manos o a ocho? Porque Carolina Yuste y Luis Tosar también aportaban sobre la marcha.

- Sí. Incluso a diez manos. Porque Pablo Muñoz, un escritor y periodista de Interior para el diario ABC, estuvo durante dos años buscándonos la información. Hizo entrevistas previas con los policías del operativo, con el propio comisario que la infiltró. Y Amelia y yo manejamos ese material a la hora de escribir. Conocimos a los personajes reales y también hablamos con ellos. Hay un momento de inmersión absoluta en la película. Y en el rodaje fueron otra herramienta más de construcción del relato Carolina Yuste, Luis Tosar, Víctor Clavijo y Diego Anido, gente muy inteligente. Carol me ponía en tesituras: “Esta chavala es policía. Finge ser abertzale. Pero, en este momento, ¿qué soy?”. O: “¿Qué buscamos en esta secuencia?”. Y luego hubo con Victoria Lammers otra reescritura, que fue el montaje.


- ¿El montaje es como una red de seguridad, como otra cámara?

- Justo. Ese final con la voz en off de Luis [Tosar] es de Vicky [Lammers]. No estaba escrito, fue decisión suya. Lo vi y dije: “Genial”. Es una artista. Una peli es un trabajo en equipo absoluto. La foto, de Javier Salmones. El sonido, de Fabio Huete, Miriam Lisón, Maite Cabrera y Jorge Castillo Ballesteros. El maquillaje, de Patri [Rodríguez] y Tono [Garzón]… Sara Mazkiaran en la dirección. Veía su cara y me decía: “Hemos hecho lo que queríamos hacer. Qué guay, ¿no?”. Era ella quien hacía todo lo relacionado con los especialistas, los coches, la acción. Es muy importante tener esas figuras en el rodaje. La peli es de cada uno de los que la hacen.



- ¿Cómo funciona el hecho de que esté escrita, dirigida, protagonizada y hasta montada por mujeres?

- Había mucha mujer en el equipo, es cierto. Logramos la paridad. Al 50 por ciento, aproximadamente. Y creo que el toque femenino se percibe: la prota es una mujer y la historia está contada desde el punto de vista de sus inseguridades, sus ascos, sus miedos. Hablamos de una chica de 22 años que todo el tiempo hace un viaje. Y ello se nota en esa parte de thriller de acción, con tanta tensión que te pega al asiento. Se trata de un relato contado todo el rato desde la mirada de una chavala.

 

- ¿Y si hubiera sido un infiltrado?
- Seguramente nos habríamos ido a algo con más testosterona. Sí, sí, más como el tramo de Diego Anido [en el papel de Sergio Polo, de ETA político-militar]. Cuando aparece, cambia por completo el ritmo de la película. De paso, llega para despertar un tema que queríamos abordar: la violencia de género. Los policías son machistas, pero los etarras también lo son. Para ellos, las mujeres eran algo que utilizaban para limpieza y cuidados. Subyacía en eso algo muy interesante. Si La infiltrada la hubiese dirigido un hombre, quizá no le habría dado la misma relevancia que le dimos a ello Amelia y yo a la hora de escribir el guion. El único momento en el que la protagonista se enfrenta con un asesino lo provoca un episodio cotidiano de convivencia y de limpieza en el piso. Es algo que le cuentas a un guionista masculino y habría dicho: “Que el conflicto sea porque encuentre la pistola”.


 

- ¿Concibe su cinematografía sin Carolina Yuste?
- Solo he filmado una peli sin ella. ¡Y la eché mucho de menos! [risas]. Pero ella también tiene que crecer por su lado, como yo. Es cierto que, cuando hay una película con mujer al frente, siempre pienso en ella. Es la mejor actriz de su generación. No solo en España, sino en Europa. Que tiemblen Tilda Swinton y Julianne Moore porque ¡Carolina es la raza! [risas]. Creo que es muy empática, muy inteligente, muy emocional, muy trabajadora. Y las dos empezamos juntas.

 

- Carmen y Lola siempre les marcará.

- Fue nuestra primera peli y ella colaboró muchísimo en el casting. Me ayudó a preparar a los actores. A las dos nos acabaron dando un Goya. Fue precioso. Carmen y Lola nos colocó en un sitio. De pronto, ella empezó a hacer pelis. Y yo, también. Sentimos el respaldo de la industria. Hemos salido de abajo juntas, nos lo hemos currado y hemos crecido. Si tengo una mano para tirar de ella, me la voy a llevar siempre. Me da seguridad. Y, por otro lado, hace que me cuestione mucho las cosas. Eso siempre es algo positivo.


- No todos los cineastas comparten esa opinión.

- Quizá sea por su inseguridad. Yo soy bastante segura en ese sentido. Me gusta cómo piensa Carolina: somos dos cabezas pensando sobre un personaje. Después se mete tanto en el papel que ya puedo dejar que improvise. Pero que vaya a muerte con Carolina no anula mis ganas de llegar a trabajar con otros muchos actores. Hay directores que tienen una conexión con ciertos nombres. Yo, por ejemplo, con Ginés García Millán, Pedro Casablanc... Y ahora con Luis Tosar, Diego Anido, Pepe Ocio. Soy muy fiel, en el sentido de “me he comunicado muy bien contigo y tú me has entendido muy bien, ya es fácil el camino”. Si una pelea es difícil, llévate contigo a amigos por el camino.


- Es complicado encontrar a alguien que hable mal de Tosar.

- Seré sincera: yo llevo cinco pelis. Y el día que Tosar dijo sí a La infiltrada, de pronto me asusté. Esa noche lo pasé un poco mal porque pensaba: “¿Qué le digo yo? ¿Cómo le dirijo?”. Y tuvimos la primera entrevista.


- ¿Imponía?

- Mucho. Y eso que él es tímido y yo no. Pero, claro, yo estaba 'muerta': “¿Le pido el autógrafo? ¿Le dirijo? ¿Qué hago?". Al fin y al cabo, yo soy una cortometrajista. Al empezar la conversación, él proponía: “¿Qué te parece esto?”, “¿Y si buscamos algo así?”. No hablaba desde el “yo tengo el culo pelado. Te voy a ayudar”. Para nada. Hablaba desde el compañerismo. Aquella primera toma de contacto me relajó mucho. Puedo reírme con él. Puedo decirle: “Estoy algo insegura con esto, ¿tú qué opinas?”. Un director siempre tiene que fingir seguridad, aunque lo cierto es que no la tenemos.

 

- La soberbia parece propia de famosos, quizá no tan grandes.

- Es que todos los grandes actores tienen una humildad y una inteligencia emocional increíbles. La humildad es patrimonio del inteligente. Los soberbios no son los más grandes. Por ejemplo, he trabajado con Juan Echanove, quien es capaz de decirte: “Me ha encantado esto”. Joder, que te lo diga Echanove… da confianza. Y lo hace precisamente para eso. Lo hace para relajarte, para que sepas que estás en muy buenas manos.


 

- ¿Cómo va su siguiente largo?

- Cada día nace un listo se empieza a rodar en marzo. Es comedia social negra. Trata sobre eso tan habitual de que trabajando no llegas a hacerte rico. Cuento con Hugo Silva, Susi Sánchez, Diego Anido… Y con Ginés García Millán, que ya estuvo en mi primer corto. Y con Belén Rueda, a la que dirigí en La familia perfecta. Ya digo que soy fiel a los actores.


- Al igual que La familia perfecta, ¿es una película de encargo?

- Así es. Había que hacerla rápido. Me pidieron el favor. Y venía con un guion chulísimo. Tengo ganas de hacer una comedia.


- No es sencillo...

- Me parece complicadísimo. Lo más difícil de hacer. No sé cómo lo hacían Billy Wilder o Ernest Lubitsch. Puñeteros genios. En Cada día nace un listo Hugo Silva es una especie de Tony Manero [protagonista de Fiebre del sábado noche]. Canta un poco y baila mucho. Tiene un flow... Y Diego Anido hace de anticuario lumpen. No es malo del todo, ya que tiene su punto entrañable, pero asusta. Y es que el físico de Diego es muy característico. Pero es un actor superintuitivo.


- ¿Y eso cómo lo percibe la directora?

- Me ha dado un PDF con todo lo que quiere aportar al personaje. Una especie de storyboard para sí mismo. El suyo es un personaje de vestuario, de actitudes... Una maravilla. A su llegada a La infiltrada ya dijo: “Vengo con muchas propuestas”. ¡Lo había cambiado todo! Y le compras las ideas porque son muy inteligentes.


- Pero, ¿no es el guion es un armatoste sagrado?

- Aunque es una pieza importantísima para esculpir la película, yo pienso que las verdaderas palabras, plumas y cámaras son los propios actores. Un buen guion se va a la mierda con malos actores y un mal guion se salva con buenos actores. Son mi herramienta de trabajo más importante. Si yo soy la directora de orquesta, ellos son los instrumentos.


- Y Diego Anido, por ejemplo, se arranca con un solo.

- Exacto. Sabe que me gusta eso. Llega y dice: “Mira qué hago con mi trompeta”.


- O sea, que se ha convertido en un 'chico Echevarría', como Carolina. ¿Contaría con él siempre?

- Sí. Es que es buenísimo actor y bellísima persona. Y con Carol funcionó estupendamente en La infiltrada porque ella también derrocha creatividad. Ya en los ensayos empezamos a improvisar y ellos fueron cambiando todas las secuencias. Son muy grandes.


 

- Sus rodajes y proceso de creación deben de ser intensos.

- Pues tengo como recuerdo el buen rollo. En La infiltrada, el personaje de Carolina exigía estar en una tensión emocional complicada, ya que las pelis no van rodándose cronológicamente. Por la mañana estaba medio tonteando con el etarra Kepa Etxebarría [Íñigo Gastesi] en la casa y por la tarde entraba en escena el terrorista Sergio Polo [Diego Anido] y la ponía con el corazón en la boca. Y ese rácord emocional es complicadísimo de seguir. Había momentos de pausa para reflexionar. “En qué secuencia estamos?”, ¿Ahora soy la abertzale fingiendo que soy la policía?”.


- ¿Y dice que hubo momentos de buen rollo, pese a todo?

- Muchos. Momentos de humor, de tener que parar de la risa. El actor tiene vocación de meterse en ese hoyo, en ese abismo. Y algunas veces le saco rápido. Podemos estar muy serios, muy concentrados, pero cuando terminamos la secuencia improvisamos algo divertido.


- ¿Por ejemplo?

- Pues Luis Tosar es un tío cachondo, genial, con mucho sentido el humor. Es muy buen imitador, así que imitaba a gente del equipo. Y yo siempre hago encuestas sobre quién es más atractivo o sobre las parejas imposibles de rodaje. La pareja que más pega y la que menos. Desde ese momento, los que se miraban de una forma lo hacen de otra. Y luego hago una fiesta, en medio de las semanas de rodaje, a la que invito a todo el equipo. Ahí anuncio los ganadores.

 

- Y se tendrán que dar un beso.

- Claro. Entre los que más pegan… es como que creas el principio de una relación. Y entre los que menos… es muy divertido porque se odian. Forma parte de las coñas del rodaje. La pareja más probable fue la que formaban Carolina Yuste y Nausicaa Bonnín [policía, en la película]. Es solo un juego.

 

- Nausicaa, nominada como actriz de reparto, ha sido todo un descubrimiento.

- Su nombre me lo dio Carolina. Yo había visto cosas suyas en audiovisual, pero admito no estar al día del teatro en Cataluña. Como decía, Carol me ayuda bastante con el casting. Nausicaa es muy tímida, muy cerrada. Y creo que la desarmé rápido con el humor y la cercanía. Yo soy muy tocona. Abrazo mucho.

 

- Con razón se define como “escuchadora de actores”, más que como “directora de actores”.

- Es que soy escuchadora. Con este tipo de estrategias fomentas el vínculo, la relación. Los actores son los que mejor conocen al personaje. Lo he escrito yo, vale, pero, cuando se ponen a interpretarlo, han usado muchas técnicas. Las secuencias están en su piel. Me gusta que no sepan que vamos a improvisar, de modo que consigo que reaccionen inmediatamente con el personaje. Me dio por pensar: “¿Cómo será cenar la primera noche con un etarra que se te acaba de meter en casa?”. Así que les senté, les di pautas y dos cámaras cruzadas para que pudieran hacer una sola toma. Y adelante con la conversación. “¿Cuánto llevas en Donosti?, ¿Qué tal en Francia?, ¿Pasas mucha hambre?”.



- En esta forma de escrutar los asuntos que le interesan a través del cine, ¿qué va a ser lo siguiente?

- Hay algo que me interesa muchísimo y no tiene que ver conmigo: el encuentro de Salvador Allende [expresidente de Chile] con Ho Chi Minh [ex primer ministro de Vietnam] en plena guerra. A ver si sale.

 

- Es poco habitual que la gente hable de proyectos no firmados.

- A mí no me importa hacerlo. Me apetece un montón. Y tengo otro gran proyecto por levantar, Dolores, sobre la vida de Pasionaria. Cuenta con un guion precioso de Alejandro Hernández y Michel Gaztambide. Engancha su escritura tan visual. Recorre las luces y sombras de Dolores Ibárruri, que tuvo su momento estalinista, con los gulag [campos de trabajo] y con sangre en las manos.


- Tendrá ya en la cabeza a la actriz.

- Tengo a mi Carol [risas], me encantaría. Pero tengo que pensar, puesto que Carol es joven para encarnar a una anciana. Quizá debería buscar a alguien que pudiera abarcar más tiempo de biografía.

Versión imprimir