Hace unos años, alguien sí que se atrevió a opinar. Recuerdo que, tras licenciarme en Comunicación Audiovisual en Salamanca, mi propósito era avanzar con formación expresamente cinematográfica en Madrid. Recabé información sobre varias escuelas de cine y me dediqué a llamar a sus teléfonos de contacto para preguntar algo muy básico: ¿está vuestra escuela adaptada? Era lo primordial que necesitaba saber antes de plantearme indagar siquiera en su programa de estudios. En una de esas llamadas, alguien entendió que yo, de alguna manera, le estaba consultando si creía que era posible que un chico en silla de ruedas pudiera dirigir cine. Y ese alguien comenzó a balbucear su opinión que nadie le había pedido. Le interrumpí. Le aclaré que solo llamaba para preguntar si había escalones en su fachada. Efectivamente, era una escuela inadaptada.
“Me llamo Emma y no soporto que me digan lo que puedo hacer y lo que no”. Es una frase que escribí tiempo después para mi ópera prima en el largometraje, Seis puntos sobre Emma. Esta línea de diálogo la pronuncia Verónica Echegui en la piel de Emma, una joven ciega. Y es una frase que, aunque en su momento me salió de forma inconsciente, hoy creo que ha formado parte esencial de mi propia actitud ante mis metas.
Muchos de mis espectadores tardan en averiguar, o siguen si saberlo, que el director de lo que están viendo va en silla de ruedas. Es un dato intrascendente para disfrutar, o no, de lo que cuento a través de una cámara. Sí que me he encontrado con reacciones de sorpresa cuando me invitan a un festival y, por ejemplo, explico a la organización que necesito la habitación adaptada del hotel de turno en el que me van a alojar. Si no lo sabían, en ese momento descubren que voy en silla de ruedas. Alguna vez, al recoger un premio en alguna gala de clausura, también me he topado con gente que, de forma más o menos disimulada, me mira con cara de “¿en serio eres tú el que ha hecho esto?”. Pero no le doy mayor importancia. Al final solo queda tu trabajo y lo bueno o no que seas capaz de ser. Es lo que intento: crecer, mejorar, avanzar. Porque ir en silla de ruedas, ser obeso o llevar mechas rubias cuenta poco a la hora de valorar la calidad de una obra.