El teatro es un
acto de resistencia
CARLOS OLALLA
Este artículo, publicado en el diario ‘Última hora’ el 31 de mayo de 2013, ha ganado el VII Premio Paco Rabal de periodismo cultural
La gente ve a los actores como maravillosos triunfadores que vamos de fiesta en fiesta y de estreno en estreno trabajando muy poco y cobrando mucho. Puede que unos cuantos, cuatro o cinco, no más, sí encajen en esa descripción, pero el colectivo de actores y actrices en España lo formamos cerca de diez mil personas, por lo que querer ver que todos los actores vivimos como ese reducido grupo es como pretender que todos los trabajadores del Banco Santander viven como Emilio Botín.
Hablemos de la realidad del sector: el porcentaje de los actores y actrices en paro supera el 95 por ciento. ¿Qué otro colectivo hay con un índice tan elevado? La realidad para los que trabajan tampoco es muy alentadora: más del 98 por ciento de los contratos son por obra, a tiempo parcial u cualquier otra modalidad excepto la de contrato fijo. ¿Hay otro colectivo con un índice de precariedad tan elevado?
El empeño del PP en criminalizar la cultura está causando estragos en la profesión. Se han cargado el cine al quitarle las ayudas que tenía sin haber aprobado la famosa ley de mecenazgo, y se han cargado la televisión con los recortes en TVE que han paralizado la grabación de series durante meses. Puestas así las cosas a los actores les quedaba el teatro. Y el gobierno subió el IVA del 8 al 21 por ciento, situándolo en el más alto de la Unión Europea. Como dice Boadella, este gobierno aplica un 3 por ciento de IVA a las revistas pornográficas y un 21 por ciento al teatro. Es su forma de entender la cultura.
Las compañías no pueden hacer giras porque los ayuntamientos ya no contratan porque no pueden pagar. Los pocos teatros públicos que hay están gestionados, en la mayoría de los casos, por políticos y no por gente del teatro y han visto reducidos sus presupuestos de tal manera que es casi imposible ofrecer una programación digna. Y las salas comerciales privadas están apostando por propuestas poco arriesgadas que “garanticen” el éxito comercial y dan trabajo a muy pocos.
¿Qué nos queda pues a la mayoría de actores que queremos trabajar en nuestra profesión? Las salas alternativas. Son salas de aforo pequeño (entre 40 y 100 localidades), creadas sin ningún tipo de ayuda, que intentan sobrevivir como pueden. Los precios de las entradas están entre 10 y 15 euros, de los que hay que deducir IVA, derechos de autor, publicidad, descuentos por venta de entradas, etcétera. Las compañías vamos a taquilla, eso quiere decir que repartimos con la sala la recaudación (normalmente en base a un 50 por ciento para cada uno). Por propia experiencia sé, pues he hecho varios montajes teatrales en los últimos meses, que al actor, si el montaje ha tenido éxito, una vez deducidos todos los gastos le llega un neto de unos diez euros por función. Se podría pensar que diez euros no es una retribución tan mala en los tiempos que corren por un par de horas de trabajo, pero la realidad es muy distinta. Para hacer esas dos horas de trabajo –que normalmente podrás repetir seis o a lo sumo diez veces, ya que las obras no aguantan en cartel más de dos semanas porque no hay dinero para publicidad–, has tenido que ensayar durante dos meses a razón de cuatro o cinco horas diarias, unos ensayos por los que ni te pagan ni te dan de alta pues no salen los números. Es decir, que la retribución real del actor en este tipo de montajes oscila entre los treinta y los cincuenta céntimos por hora ¿Qué otra profesión retribuye así a sus trabajadores?
Con un 95 por ciento de paro, un 98 por ciento de contratos precarios y una retribución de 50 céntimos por hora se preguntarán: ¿por qué los actores siguen haciendo teatro? Porque hacer teatro hoy es un acto de resistencia contra la criminalización de la cultura que estamos viviendo. ¡E ir al teatro también lo es! Así que anímense y vayan al teatro… antes de que consigan cerrarlos todos.