‘HIT’: el reto de derribar tabús y cuestionar el sistema educativo desde la televisión pública
Acaba de concluir en TVE la primera temporada de una serie que se ha ganado el favor de adolescentes, padres, profesores... Ni un 'hater' a la vista. Sus resultados demuestran que hacía falta la sagacidad de una especie de doctor House en nuestras aulas
ALOÑA FERNÁNDEZ LARRECHI
Series de adolescentes hay muchas, pero pocas pueden presumir de haber estimulado conversaciones entre padres e hijos que antes parecían impensables o de haber colado sus escenas en el apretado temario escolar para avivar así un debate entre alumnos y profesor. HIT, el drama de Ganga Producciones que TVE ha emitido este otoño, puede sentir el orgullo de haberlo conseguido. Esta ficción, que en principio podía parecer convencional, se ha adentrado con tanto acierto como cariño en temas necesarios.
“HIT nació de una necesidad que me afecta en lo personal con mis hijos, que fueron adolescentes, pero que también afecta a mi entorno, con amigos que han tenido problemas con sus hijos. Y algunos de esos problemas fueron graves. Los profesores muchas veces te cuentan las serias dificultades para hacer su trabajo”, explica Joaquín Oristrell como creador de la serie. Esta historia encabezada por Daniel Grao no es otra producción más que se centra en un grupo de chavales y sus vivencias en el aula, sus amores, su convulsa edad del pavo o sus dudas existenciales. En absoluto. HIT se ocupa de poner sobre la mesa los problemas reales de la juventud actual, que van desde las adicciones hasta los abusos pasando por la violencia, la sexualidad, el racismo…
Para escribir este complejo retrato en el que la representatividad y el realismo están muy presentes, Oristrell y su equipo no se han censurado en ningún sentido, aunque sí “hemos evitado poner imágenes que fueran excesivamente violentas. Si de pronto se veía consumo, dejarlo en lo mínimo. O no mostrar sangre en el capítulo de las autolesiones”. Aunque sus experiencias propias les sirvieron para saber dónde irían a parar, no dejaron de consultar a la comunidad educativa: “Gente del AMPA, del Ministerio de Educación… Vayas donde vayas, te das cuenta de que la situación es complicada”, confiesa Oristrell. Aunque aclara que ello “no afecta al 100% de la población, puesto que muchísimos chavales solo quieren estudiar”.
Los guionistas se acercaron a las problemáticas desde un punto de vista médico, lo cual explica el título de cada capítulo. “Lo que está pasando en el colegio es como una infección, y todo su trabajo consiste en intentar acabar con ella”, anota el creador de la serie sobre su protagonista. “Siempre pensamos en jugar a la cosa médica”, prosigue, “ya que teníamos un referente que fue motivo de inspiración: el doctor House. Queríamos tener un House dentro de la docencia y rápidamente se nos ocurrió relacionarlo con el problema del colegio, con la infección”.
Hugo Ibarra Toledo (el papel de Daniel Grao) es ese House de la educación. Todos le conocen como HIT. “Es alguien que tiene sus formas, que no se preocupa por caer bien”, resume el actor. “A veces utiliza a propósito la insolencia para provocar. Pese a su carácter soberbio, intenta solucionar problemas gordos”. A Grao, al que hemos visto este 2020 en televisión también con Perdida, le atrajo el hecho de que “se pudiese hablar sobre estos temas de forma tan abierta y tan honesta”. Igualmente tentadora le pareció la oportunidad de encarnar “a este personaje sin filtro, sin pelos en la lengua, provocador, imperfecto”.
Como en la vida real, los jóvenes no son los únicos que tienen problemas. HIT carga con una pesada mochila relacionada con su pasado como profesor, su infancia y su alcoholismo. Ester (Olaya Caldera), la directora del colegio que le saca de su vida de conferenciante, tampoco se queda atrás. En palabras de la actriz, es “una mujer que está sola ante la vida porque ha perdido a su madre y no tiene más familia, vive una crisis importante con su exmarido y tiene a cargo a un montón de adolecentes muy conflictivos. Es como una madre cansada, sin ser madre y con una responsabilidad muy grande”.
Carla (Rebeca Sala) es la nueva novia de HIT y vía de escape a su difícil rutina en las aulas. Sala considera que “la parte buena de esta serie es que los personajes son poliédricos, todos tienen problemas y todos intentan taparlos”. Como su propio personaje, que además de ser cleptómana, le oculta al protagonista que está casada. “Todas las tramas quieren aportar algo de luz a los problemas actuales de la sociedad”, continúa. En el caso de Carla, como en el de Ester, aparece la dependencia emocional.
A juicio de Oristrell, HIT está a mucha distancia de otras ficciones “pensadas para que los adolescentes vean espejos que les gusten, con gente guapa, amores, celos, sexo, baile…”. Aquí nos adentramos en las dificultades que van unidas a esa edad y al camino que deben recorrer para llegar a ser adultos. “En esta sociedad está de moda ser joven. Si lo piensas un poco, para los chicos y chicas es una presión brutal, puesto que con solo 20 años ya deben tener claro a qué se dedicarán en la vida y estar físicamente estupendos. Esa es la presión que se vende socialmente”, opina Caldera.
Entre los interminables obstáculos que se afrontan durante la adolescencia está, como no podría ser de otra manera, el sistema educativo. HIT tiene tantas quejas sobre él que crea su propio método. Oristrell opina que la educación actual es más propia de comienzos del siglo XX que del siglo XXI. “Enseñamos para que nuestros hijos trabajen para un sistema, estamos creando funcionarios, obreros, artesanos, especialistas… Y está bien, pero hay algo más. Ahora que todos los conocimientos se encuentran ya en internet, el archivo de información no es muy práctico, parece más útil la acumulación y el archivo de emociones, la creación del carácter. Se necesita otro tipo de valores que yo creo que los profesores se están planteando ahora, es posible que haya debate dentro del profesorado”.
A raíz de su paternidad, Grao tiene interés “en leer sobre educación y distintos tipos de líneas pedagógicas”. Coincide con el creador de HIT en que “ahora ya no es tan importante la información y en que no hay que limitarse simplemente a crear trabajadores que alimenten el sistema, sino que hace falta una educación que eleve el nivel de conciencia de cada uno”. Como hemos visto con su HIT de la ficción, el actor también percibe “la necesidad de hacer tambalear el sistema educativo y, en definitiva, el social. Porque al final el sistema educativo es una más de sus patas”. Aunque el personaje va más allá: “Plantea que la sociedad tiene que mutar si queremos otra vida, otro planeta, otra salud. Es entonces cuando se pone terapéutico e invita con mucha vehemencia a que cada uno se arremangue, haga el trabajo que le corresponda y gestione lo que todavía está pendiente”.
Grao admite que en la juventud apareció un HIT en su vida y le ayudó a encontrar su camino. Por eso cree que “hoy cualquiera se puede cruzarse con un HIT en sus estudios y que suponga un punto de inflexión. Es muy importante que en la enseñanza haya gente con pasión, que quiera ayudar y tenga algo que transmitir. A esas edades a veces uno está muy perdido, y si además tu contexto no acompaña, puede cambiarte la vida la aparición de un profesor interesante que te haga ver las cosas de otra manera”. Eso sí, como padre, si en alguna reunión de padres se hubiese tropezado con un HIT, “el primer encuentro habría sido complicado. Las formas me habrían puesto un poco en guardia, pero luego habría escuchado el contenido porque me gusta que alguien venga con una teoría que me haga replantearme las cosas, no darlo todo por hecho”.
Al novedoso método educativo que el protagonista plantea a sus nueve alumnos y que se va desarrollando a lo largo de los 10 episodios que componen la temporada, hay que sumar el original planteamiento del rodaje. “Fue una idea del director de fotografía, Teo Delgado”, desvela Oristrell. “Pensando en que iba a ser una serie donde debutaba mucha gente joven, probablemente sin experiencia delante de la cámara, decidió trabajar con unas cámaras Lumix muy pequeñas, unas Lumix. Son como cámaras de fotografía, y decidió jugar con multicámara, hay escenas con cuatro cámaras. Jóvenes y adultos ignoraban muchas veces dónde estaba la cámara, simplemente se limitaban a actuar y la cámara tenía permiso para pillarles en cualquier momento”, concreta. ¿El objetivo? “Intentábamos que la interpretación fuese lo más viva y realista posible, que nadie estuviera creando planos para la cámara”.
Esa apuesta técnica hizo, según describe Olaya Caldera, “que el rodaje fuera como un teatro. Nosotros mismos planteábamos la escena, improvisamos muchísimo”. Rebeca Sala revela que Oristrell “sabe escuchar muy bien las ideas y aportaciones de todo el equipo y te deja amplia libertad de creación”, una apreciación que comparte Grao al afirmar: “Joaquín me dio libertad en ciertos textos porque son temas que a mí me interesan personalmente”. Como la anécdota del plato de porcelana, que él mismo improvisó en su audición y se plasmó en el guion de un capítulo.
Pero no todo fueron facilidades. Cuando comenzó la pandemia quedaban tres capítulos por grabar. El virus paralizó así la venta de la serie a Amazon Prime Video –algo que se sigue negociando– porque la plataforma la quería completa. Durante el encierro Oristrell aprovechó para sopesar “los posibles riesgos que podríamos tener cuando nos tocara volver. Tuvimos muy claro que el mejor momento para reemprender sería en cuanto decayera el estado de alarma: nunca íbamos a estar tan sanos como después del largo confinamiento”.
Pese al buen estado de salud del equipo, la situación acarreó especial dificultad para los intérpretes. Caldera comenta que, “al volver a rodar, había que saber dónde estaba el personaje para mantener el rácord emocional”. Lo afrontaron con temor, pero ella se reencontró con su personaje “en el cuerpo. Soy muy física y trabajo mucho con el movimiento expresivo. De repente me dije: ‘Confía, baja al cuerpo, escucha, ponte la ropa de Ester, sus tacones’. Sus botas me ponían mucho en su energía. Y así entré otra vez en la ola”.
El elenco comenta la enorme satisfacción que les produce la acogida que ha tenido HIT tanto en la sociedad como en la comunidad educativa. “Madres nos hablan de cómo gracias la serie se están hablando esos temas en casa, se están sacando cuestiones que antes eran tabús”, relata Rebeca Sala.
A Caldera le han llegado impresiones de educadores sobre “lo importante que resulta que estén en el foco de atención los profesores, la relevancia que tienen para la sociedad y la ayuda que necesitan”. Pero también destaca la capacidad de la serie para que la gente se vea “reflejada en pequeñas cosas. Eso hace que los espectadores realicen un análisis de sus vidas, de cómo están, hacia dónde quieren ir, qué pueden aportar a la sociedad… Y además se traslada el mensaje de que, si trabajamos en comunión, podemos cambiar muchas cosas”. Admite la actriz que, al igual que les ocurre a sus compañeros, le extraña un poco la ausencia de haters. Y Oristrell remata: “Tal vez es que los haters todavía no nos han visto”.
Los malditos (y magníficos) nueve
Para que HIT haya resultado tan real y verosímil, la elección de los adolescentes protagonistas de las tramas ha jugado un papel muy importante. Son jóvenes que, casi en su totalidad, apenas tenían experiencia en el mundo de la ficción, pero que debían ofrecer credibilidad a la historia. De este trabajo se encargó Déborah Borque, una de las directoras de casting más jóvenes del panorama audiovisual español.
“Era un casting complicado porque son chavales. No me dejaban que tuviesen más de 18 años; cuando pasan de esas edades ya tienen otra madurez. Querían que fuesen al instituto de verdad, que fuera muy realista, así que lanzamos el casting a todas las agencias y a través de las redes sociales”, relata Borque. Como muchos de los aspirantes carecían de material con el que valorar su trabajo, la directora y sus ayudantes les pidieron un vídeo de presentación y reunieron aproximadamente a 500 jóvenes. De entre todos ellos seleccionaron a algo más de un centenar para hacer la prueba. La experiencia fue “un gustazo porque conocí a gente maravillosa y aprendí mucho de ellos. Fue un placer ayudarles a todos a crecer en el propio proceso”, describe.
En algunos casos tuvo claro desde el principio quién pondría cara al personaje. Así ocurrió con Carmen Arrufat. “Sabía que haría una Lena maravillosa. Había trabajado con ella en La inocencia y comprobé que tenía un poco de todo: esa cara angelical de niña y también una mirada que te puede dejar KO. Ella maneja muy bien eso”.
A otros papeles los intérpretes llegaron por casualidad o a base de insistir durante los cuatro meses de búsqueda. “A Gus (Oriol Cervera) lo encontré cuando una representante me mandó material de otro actor. Ese material me llevó hasta unas entrevistas sobre una película que hizo y en las que estaba Oriol”, explica Borque. “En el caso de Marga (Leire Cabeza), nos mandó una presentación que se alejaba mucho del personaje, no se le veía la mala leche que tiene por culpa de la situación que está viviendo. Yo pensaba que no era la actriz adecuada. Pero una amiga mía la conocía, me dijo que la probase… y me sorprendió. A veces los directores de casting no lo vemos todo a la primera, necesitamos probar y necesitamos que nos insistan”.
Algunos personajes se resistieron más. Para Borque se volvió complicadísimo dar con el adolescente venezolano Jaco (Melías Jesús). “En las agencias no encontrábamos a nadie que tuviese la calle y la naturalidad de Melías”, recuerda sobre este chaval que antes de fichar por la serie se ganaba la vida tocando en el metro. Pero no le encontró allí, sino explorando en la red social de moda: TikTok. “Busqué latinos por Instagram, ello me llevó a los vídeos de un chaval, esos vídeos me condujeron a TikTok y allí me topé con un grupo de jóvenes latinos. Convoqué a todos, y precisamente el que me cuadraba se puso nervioso en el casting, no funcionó. Pero con Melías sí que han podido trabajar y creo que ha crecido bastante como actor. Es muy natural”.
Los nueve rostros escogidos tuvieron un mes de ensayos para “hacer piña”, en palabras de Borque. “Los guionistas se han adaptado a ellos y por eso los personajes han adquirido rasgos de los actores y actrices. Han ido conformando el personaje a medida que han ido trabajando”. En el caso de Nourdin (Nourdin Batan), que “no era árabe en principio”, incluso adoptó el nombre del actor y su forma de vestir.