JAVIER OCAÑA
En Pekín, no. En las afueras de Madrid, donde el productor Samuel Bronston tenía montado su Hollywood particular, capaz de convertir la capital de España en el Pekín del año 1900. En ese contexto se desarrolla la sangrienta Rebelión de los Bóxers, ejercida para contrarrestar la influencia comercial, política y religiosa extranjera en China.
Como reconocimiento a las facilidades que el gobierno español otorgó al rodaje de la película en 1963, el productor impuso un añadido en la historia con sabor a pegote: en una escena donde se muestran las potencias ocupantes de China se incluye también la izada de la bandera rojigualda en la embajada española, en igualdad de condiciones dramáticas que las banderas británica, francesa, alemana, rusa y japonesa. Pero España apenas pintaba nada en el concierto internacional de la época tras las derrotas bélicas de finales del siglo XIX.
Cuentan las crónicas que se necesitó tal cantidad de extras chinos que los restaurantes especializados de media España tuvieron que cerrar porque camareros, cocineros y dueños estaban trabajando para la producción cinematográfica. El estreno de 55 días en Pekín, dirigida por Nicholas Ray y protagonizada por Charlton Heston y Ava Gardner, se produjo en Madrid, con la presencia del entonces príncipe Juan Carlos.