Las creaciones de uno y otro coinciden en que trabajan con la soledad de un único personaje. Quizá sea esa la única similitud. En la pieza dirigida por Pachón, licenciado en Comunicación Audiovisual y ajeno a la danza profesional, hay un natural movimiento del cuerpo. El ritmo viene dado por un montaje vertiginoso, repleto de planos detalle, y apenas se escucha más música que la de los crujidos de las articulaciones del cuerpo. Bien distinto resulta el trabajo de Valentinov, que bailaba frente a la cámara por segunda vez, con desplazamientos por planos tan abiertos como duraderos donde varias superposiciones crean picos en la narración. “Llevaba cinco o seis años queriendo hacer algo así", confiesa, "pero me imponía bastante”.
Una emoción presente
“La sugestión de la danza engancha, al menos en vivo, como ningún otro espectáculo”, cuenta Pachón. Descubrió la modalidad más contemporánea de esta disciplina hace ocho años en el Mercat de les Flors de Barcelona, pero la idea de mezclar el baile con el audiovisual lleva con él toda la vida: “Recuerdo que oí hablar de este género en la universidad, aunque lo tenía presente desde que vi los primeros vídeos musicales de Michael Jackson o aquella secuencia de Tom Hanks dando saltos en el piano gigante de Big (1988). Para mí, eso es videodanza”. Lo que le sorprendió fue, precisamente, que su Cracks acabara en esta categoría.
Los ganadores están de acuerdo en que la danza es menos narrativa que otras artes, aunque Valentinov no quiere que prevalezca esa idea: "Es cierto que apela a las emociones, pero además empieza relatos que acaban en la imaginación del espectador”. Pachón quiso reunir los dos ingredientes. Se trataba de contar la historia de un hombre que se despierta por las mañanas y se cruje todo el cuerpo antes del desayuno, y al mismo tiempo, intentar proponer una reflexión sobre la música y la danza: nos preguntamos si es el baile el que aprovecha los estímulos del sonido o si sucede al contrario. El cortometraje Cracks se decanta por esta última opción. La pieza ha llevado a su autor por casi 90 certámenes, con premio incluso en el Jumping Frames de Hong Kong, el encuentro de videodanza más prestigioso de Asia.