Belén Cuesta
“Me da miedo
no hacer bien la comedia”
De ‘La llamada’ emergió y a ‘La llamada’ vuelve. Primero en teatro, ahora en cine. En los cuatro años comprendidos entre una y otra su popularidad se ha multiplicado
PEDRO DEL CORRAL
REPORTAJE GRÁFICO: ENRIQUE CIDONCHA
A veces el carisma lo es todo. Solo hace falta escuchar la voz de Belén Cuesta para saber que lo tiene, y de sobra, como otras tantas cualidades que han hecho de ella una actriz diferente. Pero es innegable que parte de su tirón viene de su desparpajo natural. Quizá sea cosa del destino o de ese Dios que le cantaba temas de Whitney Houston y la llevó al cielo de las estrellas cuando ‘los Javis’ la ficharon para La llamada. Desde entonces ha cambiado en varias ocasiones el rosario de ese musical por ponerse a planear bodas, la última de ellas para una familia con Ocho apellidos catalanes, dar rienda suelta a sus filias sexuales junto a Paco León en Kiki o montarla en las fiestas de su pueblo con Buenafuente en El pregón.
Para ella el éxito consiste en que alguien que diga que su trabajo le sirve para algo. “Me encantaría poder estar en un escenario hasta el día que me muera”, dice sin dudar. Y es que tiene las ideas muy claras. Hasta el punto de saber qué le diría a la Belén de dentro de 20 años si diera la casualidad de encontrársela hoy mismo: “Oye, guapa, ¿cómo estás? Te veo estupenda. ¿Has viajado mucho? Qué bien que hayas dejado de fumar, porque seguro que lo has tenido que dejar”. Por esas cosas uno no te imagina fuera de las tablas, Belén, aunque ganas aún más en las distancias cortas. El éxito también es eso. Y como diría su personaje de Yoli en Tenemos que hablar: “El puesto es tuyo”.
– ¿Esa gracia le viene de serie?
– Viene de mi madre. Sin duda. Mi padre es de Salamanca y ella, de Madrid, pero se conocieron en Sevilla. Allí nací, aunque después nos trasladamos a Málaga. Ese tópico de vincular la condición de andaluza con la de graciosa me da miedo. A mí se me da fatal contar chistes. No creo que tenga que ver tanto con ser de Andalucía como con el hecho de que en mi familia son muy alegres.
– Su madre también hizo sus pinitos en el cine, ¿no?
– Sí. Fue una película sobre Cuba con Sean Connery. Mis padres son muy divertidos y en aquella época se apuntaban de figurantes a todo. Por eso ella no para de repetirme: “Tú, como tu madre, hija. Que yo trabajé con Connery, que era mi partenaire”. La doblaron con la típica voz de los setenta y se la ve joven y guapa. Siempre dice de cachondeo que yo salí actriz a raíz de eso.
– Entonces se puede decir que se tomaron bien que su hija quisiera dedicarse a la interpretación.
– La cuestión es que, cuando era una cría, quería ser bióloga marina. No sabía muy bien qué era, pero pensaba que consistiría en estar en un barco viendo ballenas. Es que soy de Málaga, ¿qué quieres? A los pocos años me entró el gusanillo gracias a un profesor del colegio que montaba los típicos talleres de teatro. Mientras terminaba el instituto me apunté a clases de teatro. Iba todos los días desde Fuengirola. Luego hice las pruebas de acceso a ESAD y entonces mis padres tuvieron una charla conmigo: que intentase hacer una carrera más estable. Fue mi hermano quien al final intervino: “Qué tontería, que haga lo que quiera”. He tenido mucha suerte. Me decían: “¿Quieres dedicarte a eso? Pues intenta ser la mejor. Y aunque nunca llegues a serlo, al menos debes posicionarte en algún sitio”.