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15-12-2016

Belén Cuesta
 
“Me da miedo
no hacer bien la comedia”
 
De ‘La llamada’ emergió y a ‘La llamada’ vuelve. Primero en teatro, ahora en cine. En los cuatro años comprendidos entre una y otra su popularidad se ha multiplicado  
 
 
PEDRO DEL CORRAL
REPORTAJE GRÁFICO: ENRIQUE CIDONCHA
A veces el carisma lo es todo. Solo hace falta escuchar la voz de Belén Cuesta para saber que lo tiene, y de sobra, como otras tantas cualidades que han hecho de ella una actriz diferente. Pero es innegable que parte de su tirón viene de su desparpajo natural. Quizá sea cosa del destino o de ese Dios que le cantaba temas de Whitney Houston y la llevó al cielo de las estrellas cuando ‘los Javis’ la ficharon para La llamada. Desde entonces ha cambiado en varias ocasiones el rosario de ese musical por ponerse a planear bodas, la última de ellas para una familia con Ocho apellidos catalanes, dar rienda suelta a sus filias sexuales junto a Paco León en Kiki o montarla en las fiestas de su pueblo con Buenafuente en El pregón.

   Para ella el éxito consiste en que alguien que diga que su trabajo le sirve para algo. “Me encantaría poder estar en un escenario hasta el día que me muera”, dice sin dudar. Y es que tiene las ideas muy claras. Hasta el punto de saber qué le diría a la Belén de dentro de 20 años si diera la casualidad de encontrársela hoy mismo: “Oye, guapa, ¿cómo estás? Te veo estupenda. ¿Has viajado mucho? Qué bien que hayas dejado de fumar, porque seguro que lo has tenido que dejar”. Por esas cosas uno no te imagina fuera de las tablas, Belén, aunque ganas aún más en las distancias cortas. El éxito también es eso. Y como diría su personaje de Yoli en Tenemos que hablar: “El puesto es tuyo”.
 
¿Esa gracia le viene de serie?
– Viene de mi madre. Sin duda. Mi padre es de Salamanca y ella, de Madrid, pero se conocieron en Sevilla. Allí nací, aunque después nos trasladamos a Málaga. Ese tópico de vincular la condición de andaluza con la de graciosa me da miedo. A mí se me da fatal contar chistes. No creo que tenga que ver tanto con ser de Andalucía como con el hecho de que en mi familia son muy alegres.
 
Su madre también hizo sus pinitos en el cine, ¿no?
– Sí. Fue una película sobre Cuba con Sean Connery. Mis padres son muy divertidos y en aquella época se apuntaban de figurantes a todo. Por eso ella no para de repetirme: “Tú, como tu madre, hija. Que yo trabajé con Connery, que era mi partenaire”. La doblaron con la típica voz de los setenta y se la ve joven y guapa. Siempre dice de cachondeo que yo salí actriz a raíz de eso.
 
Entonces se puede decir que se tomaron bien que su hija quisiera dedicarse a la interpretación.
– La cuestión es que, cuando era una cría, quería ser bióloga marina. No sabía muy bien qué era, pero pensaba que consistiría en estar en un barco viendo ballenas. Es que soy de Málaga, ¿qué quieres? A los pocos años me entró el gusanillo gracias a un profesor del colegio que montaba los típicos talleres de teatro. Mientras terminaba el instituto me apunté a clases de teatro. Iba todos los días desde Fuengirola. Luego hice las pruebas de acceso a ESAD y entonces mis padres tuvieron una charla conmigo: que intentase hacer una carrera más estable. Fue mi hermano quien al final intervino: “Qué tontería, que haga lo que quiera”. He tenido mucha suerte. Me decían: “¿Quieres dedicarte a eso? Pues intenta ser la mejor. Y aunque nunca llegues a serlo, al menos debes posicionarte en algún sitio”.

Hay gente que la considera la actriz del momento. ¿Ha encontrado su lugar?
– No lo veo así para nada. Un montón de actores trabajamos mucho durante el año, pero a mí no se me conocía tanto. Es una fortuna pasar de no hacer cine a rodar cinco películas seguidas que han funcionado. Lo vivo tranquila y contenta porque es trabajo. He hecho cosas que había deseado durante toda la vida, pero con un cierto vértigo de “¿cómo lo voy a hacer?”. Luego soy disfrutona trabajando.
 
Si hay un rasgo común en esos filmes, es el carácter cómico de sus personajes. ¿Teme encasillarse?
No me importa hacer comedia. El miedo no es a encasillarse en ciertos papeles, sino a no poder hacer otras cosas. Pero mi preocupación es no hacer bien la comedia: cada proyecto y personaje te van poniendo frente a un tipo de comedia diferente, y hay que adaptarse a eso. De momento no me inquieta que me encasillen, puesto que nunca me he considerado una actriz cómica. En la escuela hacía casi siempre cosas dramáticas, donde me sentía más cómoda. Ahora estoy en las antípodas y me parece maravilloso. Un reto más.
 
Se la intuye exigente consigo misma. ¿Se ve en la pantalla cuando acaba un trabajo?
– Intento verme todo el rato. Mucha gente me dice que no lo haga, pero la verdad es que me gusta. No para juzgarme, sino por valorar mi trabajo desde un punto de vista técnico. No me doy cuenta cuando actúo, por eso luego analizo lo que hago físicamente: si está exagerado, si no lo está… Machacarse no sirve de nada, aunque lógicamente hay mil cosas que no me gustan.

¿Cómo lleva lo de ser protagonista? En Buscando el norte lo fue.
Nunca me he sentido así. En la serie tenía unos compañeros maravillosos. Todos éramos uno. También es cierto que lo pensaba para no tener tanto miedo. Pero el protagonismo estaba dividido, lo cual agradecía mucho.
 
Esa propuesta no renovó pese a su repercusión inicial. La rentabilidad continúa siendo una incógnita…
– Te pongo un ejemplo: Paquita Salas se ha estrenado en Flooxer y nos ha rentado muchísimo. Pero a una cadena, que busca publicidad y consumo, pues quizá no. Estamos en un momento delicado porque las cosas no se rigen por los mismos baremos que antes.
 
¿De dónde viene el  fenómeno Paquita Salas?
Hemos grabado cinco capítulos en apenas 10 días con un equipo pequeño y completamente volcado. ‘Los Javis’ nos han involucrado en la creación, hemos estado todos a una… Y eso no es lo habitual. El resultado se debe en gran medida que es una serie con muchísima libertad, con muchas ganas de contar, que te lleva de la risa al llanto en un momento. Pero lo que más me sorprende es el trabajo de los dos directores. Estábamos tan dentro del meollo que no sospechábamos semejante repercusión. ¡Ha sido un disparate! Hace poco presenté en Los Ángeles El pregón y Kiki y se me acercaba gente para hablarme de Paquita Salas.

Kiki ha sido una de las grandes apuestas del celuloide español este año.
El éxito es de Paco. Trata un tema peculiar, pero con tanto amor que siempre califico a Kiki como una cinta necesaria. Está contada desde un punto cómico para quitarle hierro. Cuando la vi por primera vez en el cine no daba crédito: ¡qué suerte haber formado parte de ella!”. Me encanta Paco, las dos entregas de Carmina, su universo…
 
¿Hubiese sido una buena candidata para los Óscar?
– Sí. No sabes cuánto ha gustado en Los Ángeles. Aunque hay que tener presente que Almodóvar es historia de nuestro cine. Con él me pasa lo mismo que con Woody Allen: a veces me gusta más, otras menos, pero siempre hace peliculones. Me da seguridad que Pedro nos represente con su Julieta. Él está más en el punto de mira porque casi todos tenemos un filme suyo entre nuestros favoritos.
 
Y los espectadores también tendrán un favorito de entre los trabajos de Belén Cuesta. Muchos coinciden en La llamada, que da el salto a la gran pantalla. ¿Qué tal la aventura?
Trabajar con amigos y llevar al cine el proyecto de tu vida ha sido un sueño. Lo normal es que, cuando se termina un rodaje, el equipo aplauda. En este caso llorábamos de emoción porque era el cierre a un proyecto de cuatro años. Yo es que soy muy llorona…
 
¿Ha pensado en lanzarse a crear un proyecto personal?
A veces se me pasa por la cabeza, pero me da pudor. No me atrevo a escribir, no sabría hacerlo. Y me da pena, porque me encantaría. Lo de dirigir sí me convence, pero de momento prefiero que me dirijan.
 
¿De qué se ve cuando sea mayor?
– Me gustaría cuidar del pequeño jardín de mi casa y poder tener sitio para muchos perros. También me veo en plan mochilera, viajando a menudo.

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