− A fecha de hoy, en los títulos de créditos de su vida, ¿pondría 'experto en manga' o 'experto en cine'?
− Por el estilo. Me gusta cómo narran los nipones, en eso soy muy buenos. El manga es en Japón una industria superior al cine. La narrativa se vende mucho en todo el mundo.
− ¿Con Álex de la Iglesia intercambia cómics?
− Sí, sí. Dibuja muy bien. Compró cómics míos, y yo dibujé un cómic sobre una serie suya: Plutón BRB Nero. Por ese lado hemos trabajado juntos.
− ¿Echa de menos hacer cosas en prensa?
− La verdad es que no. Resulta muy duro y exige concentración. Me llevaba mucho tiempo hacer cada ilustración de prensa. Para mí sí dibujo cosas conceptuales que me llenan.
− ¿A qué hora está más lúcido para escribir?
− Sobre las 12 de la noche, con el silencio. Me acuesto a las 5 o las 6, y me despierta el ruido de la calle. En ese rato van sucediéndose sueños y cosas que me levanto a apuntar. La mayoría, gilipolleces.
− Después del halago de Almodóvar, ¿a qué halago aspira?
− Me gustaría que Lars von Trier viera alguna de mis películas. Le admiro. ¡Luego igual me dice que es una basura!
− ¿Ha entrado en el círculo de los gurús o tiene mayor relación con las personas de su generación?
− Con los de mi edad coincido en bares, festivales, debates... En los foros. Y tengo buena relación con Garci, Medem, Armendáriz o Almodóvar. Me han mostrado mucho cariño. A veces conectas mejor que con los jóvenes.
− ¿Por fin se considera profesional?
− Sigo viéndome un poco intruso, pero ya sí… Todavía me cuesta creérmelo.
Un feligrés de Internet reacio a Twitter
A Vermut le cuesta imaginar su vida sin la herramienta vital de Internet. “Quizá no habría hecho nunca cine si no hubiera existido la Red”, reflexiona. “Empecé a hacer cómic porque no quería negociar con nadie. Era la forma de plasmar historias en un papel. Luego me compré una cámara de vídeo digital para contar esas historias y me ha servido de puente. En los años ochenta quizá habría cogido una cámara de 16 mm. Gracias a Internet se vieron mis cosas, se conoció mi peli, recibí incluso un premio...”.
¿Y por qué no le gusta Twitter? “Porque no tengo mucho que contar ni opiniones formadas sobre casi nada. Pienso bien lo que digo y no quiero compartir mi vida privada. Mi intimidad me impide exhibirme. Al menos reconozco que resulta útil para poder conocer la opinión de las personas, muchas veces divertida”.