– Ese pasado campesino explica su soltura en películas rurales, como ‘Vacas’ o ‘Secretos del corazón’.
– Ni siquiera Montxo [Armendáriz] sabía de mi pasado como agricultor con mi padre y se asombraba del aplomo con que arreaba un grupo de vacas, ¡y eso que nunca tuvimos ganado! Pero es verdad que tomas la vara y dices “arre” o “so” con la naturalidad que da haber vivido en el campo.
– ¿Y la fama y la gloria llegaron de repente?
– Me marché de casa con 23 años, no sé si huyendo o buscando. Pasé tres en Salamanca en diversos empleos y actuando con Garufa, una compañía de teatro amateur. Después di el salto a Madrid. Conseguí un trabajillo, aprobé la escuela y todo vino rodado. Tuve mucha suerte. Hoy estoy mejor preparado, pero tengo más dificultades para encontrar trabajo. A diario me pregunto si podré mantenerme en esto.
– ¡Exagera!
– En absoluto. He pasado momentos desesperantes.
– ¿Como para dejarlo?
– Hasta tres años en blanco. Hágase una idea. Ahora lo puedo contar porque ya ha pasado, pero fue durísimo. Lo peor que me ha podido ocurrir.
Mientras nos habla de sus vicisitudes profesionales el actor leonés escancia unos generosos vermús caseros recién traídos de su pueblo. Así da gusto.
– ¿A qué se debió el bache?
– Imagino que hay una edad en que no puedes hacer ni de padre ni de hijo ni de espíritu santo, y esos tres años me pillaron ahí. Ahora tengo claro que ya no voy a hacer protagonistas y que el futuro está en la autogestión, como la obra que preparo con Javi Gutiérrez y Andrés Lima. Sin vértigo la vida no vale la pena.