Cecilia Gessa
“No podría entregarle mis guiones a otra persona”
Nadie nace dirigiendo. Como tantas otras creadoras, esta madrileña lucha por un hueco que se hace esperar y que muchas veces parece ocupado de antemano
FRANCISCO PASTOR
FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA
Cecilia Gessa (Madrid, 1977) tiene un sueño clarísimo: dirigir películas. Pero que lo tenga tan claro no quiere decir que resulte sencillo. Hace ya siete años montó Gessas Producciones. Empezó a levantar obras teatrales, vídeos musicales y cortometrajes. Produce para ella misma y para otros. Mientras tanto, guarda en el cajón el guion de un largo. En cada pieza, un grito contra la injusticia: para combatir el acoso escolar, contra el maltrato, para defender la diversidad sexual. Sobre perder el miedo a envejecer nos ha hablado en el corto Despierta (2023), el último de sus trabajos hasta ahora. En él dirige a Mónica Bardem y Eulàlia Ramón. Son adultas y amantes. Pasan el día en una preciosa habitación de hotel. El deseo con el que se tratan y con el que las dirige Gessa promete llevar aún más premios a la vitrina de esta autora.
– ¿Qué balance realiza de este último trabajo?
– Con Despierta sentía que me la jugaba mucho porque mostraba la sexualidad en la madurez. Algunos lo veían con cierta ternura, ya que recorría el cuerpo de dos mujeres mayores. ¡Pero yo no buscaba ternura! Al revés: las mostré con total naturalidad. Recuerdo que las actrices sentían algo de pudor al principio, pero les pedí que confiaran en mí. No habría nada tosco ni gratuito. Todo estaba en las miradas, los silencios y las caricias, en aquello que no se dice. De hecho, quité bastante texto. La situación hablaba por sí sola. Todo lo que empezaba siendo romántico se iba entristeciendo poco a poco. Esa estructura, tan teatral, me gusta mucho.
– Cuenta una historia universal: esa relación que lo es todo para una, pero no para la otra.
– Y mostrarlo a través de dos amantes adultas me daba para más. Entre mujeres el tabú es mayor; también para salir del armario. Sobre todo, si están casadas y tienen hijos. Así que podía hablar de segundas oportunidades, de volver a vivir, de querer y que nos quieran, de sentir la piel cuando ya la damos por perdida. Hay un tipo concreto de desenlace que me gusta: el que para mí es cerrado, pero para el espectador es abierto. Aunque Despierta va muy bien en festivales, siento mezcla de alegría e incertidumbre.
– Incertidumbre, ¿por qué?
– Porque, aunque tenga mi propia empresa, dependo de otras personas. Y más aún, si pienso en dar el paso al largometraje. Me toca acudir a productoras más grandes o intentar pedir financiación a las instituciones. Pero las subvenciones acaban siempre en unas pocas manos. Todavía me cuesta que los demás confíen en mi productora, conseguir demostrar solvencia. Pero a mí no me importan las alianzas. De hecho, prefiero delegar la burocracia.
– ¿Ese largometraje está ya escrito?
– Sí. Es más, primero escribí el largo y, usando ese mismo texto, monté un corto. Se trata de Princesa, que habla de la violencia machista. Obtuvo un reconocimiento que no esperaba.
– ¿Qué aspectos nuevos puede aportar la ficción contra la violencia machista que no se hayan abordado ya?
– En realidad, todo está contado ya. He visto mucho cine, mucho teatro… y es evidente que hay temas recurrentes. Pero lo importante no es el qué, sino el cómo. Y también depende del momento en el que se encuentre el espectador, claro. Yo sí percibo un cambio en nuestra forma de abordar esta materia. Hoy, por fin ponemos el foco en el maltratador, en el denunciado, no tanto en la víctima. Y nos dirigimos más a los jóvenes. Durante una proyección de Princesa, una chica no quiso decir qué le había pasado, pero se puso a llorar. Otra mujer nos contaba que vivió algo parecido. Hay quienes me dan las gracias. ¡Ojalá yo hubiera sabido hace 20 años cosas que sé ahora!
– ¿Estamos descubriendo formas de violencia que antes nos pasaban desapercibidas?
– En Princesa hablaba de las pequeñas cosas que vemos como normales. De ese rango tan alto para el perdón que tenemos las mujeres. Todo eso con lo que hemos crecido y que estamos revisando ahora. Leo historias de violencia que algunas amigas cuentan en las redes sociales. Y lo peor es que no me aterran, no me sorprenden, puesto que las tengo muy asumidas. Yo llevo años reflexionando sobre esto e intento ser mejor conmigo y con los demás. Aunque es muy difícil vivir de un modo realmente feminista. ¡Mucho! Para nosotras y para ellos. Pero, si tratamos de convertirnos en personas más justas, es muy buen camino a seguir.
– Y en lo profesional, ¿penaliza o ayuda el hecho de ir madurando?
– No sabría decirle. Hay gente reconocida con muchos premios y cuyo trabajo no me dice nada. Y al revés. Yo procuro trabajar mucho. Sin darle más vueltas. Solo intento contar mis propias historias. Y tengo la necesidad de dirigirlas yo. Ahora no podría entregarle uno de mis guiones a otra persona.
– ¿Disfruta de verdad al dirigir? ¿Hay lugar para la creatividad en pleno rodaje?
– Si llego al rodaje con los deberes hechos, sí existe ese margen. Y lo disfruto mucho. Suelo contar con grandes ayudantes de dirección. Delego en ellos la ejecución técnica para concentrarme en la parte creativa. Me encanta dirigir a los actores.
– ¿Los actores no le piden libertad, como a menudo se dice?
– Depende. Desde la primera lectura de guion empiezo a tantear qué me pueden aportar y, por otro lado, qué quiero que me den. Yo llego con una mirada externa, que no es la suya, pero, al fin y al cabo, son mis compañeros. También soy actriz, así que les pido sus propias propuestas. Las acepto si veo que van a sumar al personaje. Y cuando considero que no, pues las rechazo. Soy yo quien maneja la visión de conjunto. Eso no es algo que ocurra de un día para otro: tengo que ganarme la confianza del reparto. Juego y pruebo. Acudo al rodaje con las cosas muy claras. Si no, ¿cómo van a confiar en mí?
– ¿Esa confianza sería más fácil con un nombre ya afianzado en la industria?
– Somos muchos y hay poco sitio. Está claro. Para poder entrar en este gremio debemos tener muchos ingredientes a favor. Si me va muy bien en un festival importante, las demás puertas se abrirán solas. Y si no, se me cerrarán incluso las ventanas. Esto ocurre en los Goya. ¿Cómo es que Teresa no tuvo nominaciones? En esta industria nada puede darse por sentado. Así que yo solo pido mostrar mis películas al público y que sea él quien decida. El apoyo de los espectadores es importante, pero soy realista. Son otros quienes deciden hacerte un hueco.
– Y si termina logrando ese hueco, ¿cómo le gustaría que la recordaran?
– Comprometida, luchadora, feminista. Es curioso que haya gente que vea un problema en que el feminismo llegue a las marcas, a las camisetas o a la televisión. Pues a mí me parece bien. Y que consiga atraer la atención de la gente. También me gustaría hablar de la sororidad, aunque no me veo con la madurez suficiente para tratar este asunto en toda su profundidad. Es interesante y peliagudo. Me genera ideas que a veces resultan lúcidas y a veces confusas. Ya ve que siento que me queda mucho por aprender. Y me rodeo de gente brillante, así que voy por la vida alucinada.