La silla del director
Clara Roquet
“Me gusta el cine que da espacio a los actores, las emociones y los silencios”
Guionista, cineasta y docente, lleva un año de festival en festival con ‘Libertad’ y el refrendo del Goya a la dirección novel. Cosas de un verano autobiográfico con la frescura de la adolescencia
JAVIER OLIVARES LEÓN
Reportaje gráfico: Pau Fabregat
Desde el 12 de febrero, cuando recogió en Valencia el Goya a la mejor dirección novel por Libertad, la agenda de Clara Roquet bulle. Charlas sobre los entresijos de su película, coloquios con colegas, reportajes con posado en suplementos... ... A la faceta de guionista y realizadora añade la de docente: da clase en la Universidad Pompeu Fabra. “Con la película me han salido otras ofertas, pero es difícil comprometerse por tiempos largos. Un trimestre entero es difícil. Pero talleres o masterclass, sí surgen”, reconoce la barcelonesa, de 33 años. Total, que esta entrevista tuvo que tirar de calzador para colarse en sus planes. La videollamada que nos ha salvado la vida en dos años de virus también echa una mano ante este tipo de apuros. Y permite fisgar: en el cuarto desde el que habla en su casa de Barcelona se adivina un décimo de lotería, en el corcho en la pared. “El día que nos nominaron a seis goyas, compramos uno terminado en ese número. No tocó, por eso sigue ahí [risas]”.
– ¿Cuál de las otras cuatro nominaciones merecían un cabezón?
– Estoy encantada con las dos [dirección novel y actriz de reparto a Nora Navas], pero me habría hecho mucha ilusión la dirección de fotografía, de Gris Jordana. Es una persona que empuja tanto como tú por la película, además de una enorme profesional. Cuando desvelaron la ganadora fue el mayor “¡Ooooooh!” del equipo.
– ¿Esperaba tanta resaca por el premio?
– Me ha sorprendido, sobre todo, la ilusión que le hace a la gente de mi pueblo [Malla, Barcelona], o de mi familia. Realmente los Goya tienen una repercusión muy fuerte en España, y me satisface poder compartirlo. No podía esperar la cantidad de mensajes que he recibido. Muchísimos más que el día de mi cumple.
– De todos ellos, ¿cuál rescata?
– El de una profesora del instituto me hizo especial ilusión. Me daba Literatura, era alguien muy importante para mí, y me mandó un mensaje muy bonito. Desde primero de bachillerato, hace unos 15 años, no la veía. Creo que los buenos profesores son clave en la experiencia personal y vital. ¡Un Goya para mi profesora Carme Codina, Carmeta [risas]!
– ¿Influyó ella en su pasión por la escritura?
– Me gusta desde muy pequeña. Mi madre me regañaba porque leía hasta demasiado tarde, y eso hacía que me quedara dormida en clase de matemáticas la mañana siguiente. Yo encendía la luz de nuevo cuando ella se iba a acostar. De los ocho a los 16 años leí muchísimo. Ahora lo echo de menos, porque no tengo tiempo. Diría que la literatura me gusta tanto como el cine.
– Hoy, las chicas de esa edad leen mucho menos. Ni en papel ni en digital.
– Pues me ha encantado trabajar con adolescentes como María Morera o Nicolle García, las protagonistas de la película. Nicolle lee un montón de libros muy buenos. A esa edad está todo el mundo enganchado a los dispositivos electrónicos, y yo también. Pero todavía encuentras gente a la que le gusta leer.
– ¿El rodaje en la Costa Brava forma parte de su autobiografía? Eligieron incluso una niña 'nativa'.
– Pasé muchos veranos en Lloret de Mar, cierto, y rodamos allí y en Blanes. María es de Begur, mucho más al norte, pillaba más lejos de Barcelona…
– ¿Fue complicado elegir a las dos protagonistas menores?
– La verdad es que con María tuve mucha suerte, venía muy recomendada por Laura Jou [con la que rodó La vida sense la Sara Amat, en 2018]. Cuenta con una inteligencia emocional y una madurez muy importantes. A sus 15 años recién cumplidos tenía muchas herramientas como actriz. Con Nicolle no sucedió eso. Yo sabía que la protagonista de Libertad no iba a ser actriz profesional, porque no hay una actriz profesional de esa edad con esas características. Por norma, siempre es mejor trabajar con un intérprete con herramienta profesional, pero hay roles para los que no existen actores profesionales. Y los no profesionales te pueden dar cosas increíbles.
– ¿Tenía que ser colombiana, sí o sí?
– Exacto. Y que no viviese en España: los acentos y la forma de relacionarte son distintos cuando ya vives aquí. En el casting de Colombia, después de mucho preguntar y entrevistar, siempre nos ofrecían el canon de belleza europeo: chicas rubias, casi modelos; poco creíbles, educadas incluso a la europea. Nos abrimos al street casting y vimos a muchas niñas. Había una directora de casting en Medellín y otro en Cali que nos mostraban muchísimos vídeos cada día. En Medellín, ciudad de cuestas constantes, nos llamó la atención una niña con el pelo azul que patinaba. Algo nos gustó en su actitud y en su sonrisa, tenía una luz: era ella. Muy inteligente, como María. Hubo suerte, en ese sentido, entendieron siempre lo que les hemos pedido.
– En la película dan la sensación de llevarse muy bien, hay escenas que parecen hermanas.
– Realmente vivían juntas en el rodaje, en la misma casa, precisamente para que fuera fluida la relación. No habíamos tenido mucho tiempo para los ensayos, porque hubo un problema con el visado de Nicolle... en fin, si trabajas con actores no profesionales necesitan sentirse integrados, respaldados, cómodos. En el set, la vergüenza se impone, y ese es seguramente el mayor enemigo de la interpretación. El primer día, María se la llevó a tomar un helado y se contaron las vidas de cada una. Se hicieron amigas, son de la misma edad.
– Siempre recordará que a su ópera prima le partió la pandemia.
– Pues sí, nos pilló en postproducción, casi terminada de montar. Ya estábamos seleccionados para Cannes, pero pensábamos que el parón iba a terminar en dos días. Ya sabe, esa época de incertidumbre con el virus. Y tuvimos que esperar al año siguiente del festival de Cannes. El sonido lo montamos online, lo cual fue un poco caótico.
Clara Roquet escribe su segundo largo (“difícil que vea la luz antes de 2024 o 2025”), participa en una serie y no ha abandonado su faceta de guionista: siempre está a cuatro manos con Carlos Marqués-Marcet, con el que escribió 10.000 kilómetros y Los días que vendrán, mientras que con Elena Martín ultima el de Creatura. “No puedo contar mucho...”, se excusa. Entre Cannes, la Seminci, los Goya y otras 'estaciones', lleva más de un año en la cresta de la ola con Libertad. “Me gusta tanto este trabajo que me entusiasmo pronto. Me llegan cosas por la faceta de directora y por la de guionista. Hay que saber gestionar el tiempo, pero, como mi concepto del tiempo es muy optimista, creo que voy a poder llegar a todo. Y no es verdad, dedicarte a muchas cosas evitan que afrontes alguna con la profundidad que requiere. Estoy intentando hacer menos cosas a la vez”.
– ¿Es más fácil conseguir cosas después de un premio?
– No influye tanto el premio como que la película haya gustado. Estoy muy agradecida a mis productores, hicieron un acto de fe conmigo y quiero seguir trabajando con ellos. Pero siento que tengo opciones [sonríe] para diversos proyectos. El gran miedo es no poder contar las historias que queremos, y ahora no tengo ese temor.
– ¿Hoy le costaría menos conseguir a Nora Navas o a Vicky Peña?
– No me costó, la verdad. Se lo agradezco a ambas. Les gustó el guion y confiaron mucho. Es de agradecer a los actrices y actores que se involucren en primeros proyectos: es otro acto de fe, y los necesitamos.
– ¿De dónde viene su pasión por la naturaleza?
– Mi familia cría caballos, crecí entre caballos en el campo y forma parte de mi imaginario. Me llama la atención y quiero hablar de eso en mi cine. De hecho, lo que estoy escribiendo es un western [risas]. Un western moderno, un género que me encanta.
– ¿Por qué hace usted los planos tan largos? Esa cortina, la cama, la actriz de espaldas...
– Por una necesidad de dar el tiempo necesario a que las emociones afloren en pantalla. Me gusta el cine que concede espacio a los actores, a las emociones y a los silencios. Se piensa mucho en la luz, en la imagen, pero es muy importante la duración del plano. Ya hay muchas obras y plataformas con planos de apenas tres segundos, y yo me mareo. A mí me gusta el cine en el que hay tiempo de estar dentro de un plano. Existe una necesidad imperiosa de enganchar al espectador; con 28 series a elegir, si en tres minutos no te gusta, cambias. Siento que se está acelerando tanto el lenguaje que a mucha gente le parecería lenta una película de Spielberg de los años setenta. Antes se tomaban más su tiempo, para poder respirar. Molaría que se volviera a poner de moda el cine lento.