HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
− ¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actriz?
− Los sábados por la mañana veía dibujos y, justo después, mi madre me ponía películas: La fiera de mi niña, Bola de fuego, Con faldas y a lo loco… Por entonces ya hacía mis propios montajes en el salón y también representaba teatro en el colegio. Pero fue al ver el primer rodaje de mi vida, un corto dirigido por mi madre (Rosa B. Traisac), cuando algo hizo ¡clic! Aquello me atrapó.
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− Mi madre. Se lo dije al acabar aquel día de rodaje, mientras íbamos hacia casa: “¡Quiero que hagas otro corto y grabarlo contigo! ¡Quiero saber qué se siente!”. A raíz de eso me apunté a una agencia para presentarme a mis primeros castings.
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− ¡Varios! Parecerme físicamente a Yohana Cobo y que me escogieran para El séptimo día, lo que me permitió luego hacer más pruebas para cine y televisión. Pero quizá la oportunidad más grande llegó en 2014, cuando participé en el largometraje Paradise Lost y el musical Hoy no me puedo levantar. Han sido los dos proyectos en los que más he aprendido y cambiado como actriz y persona. ¡El año pasado fue el más intenso de mi vida!
− ¿A cuál de los personajes que ha encarnado le tiene especial cariño? ¿Por qué motivo?
− A mi Carolina de La bella Otero, un telefilme de Antena 3. Era la primera vez que asumía tanta responsabilidad y viajaba a otro lugar para grabar. Esa niña sufría abusos en la Galicia del siglo XIX y conecté mucho con ella, sentí la necesidad de contar su historia y defenderla. A mis 13 años entendí lo que significaba ser actriz de verdad.
− Si el teléfono dejase de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− A la música: cantaría y tocaría la guitarra. También me motivan mucho los niños, la educación social...
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− Cuando iba al instituto. Paré un año de trabajar y hacer castings porque quería centrarme en el Bachillerato y ser tan normal como mis amigas. Así descubriría si era esto lo que realmente amaba. Este mundillo a veces es muy loco, conlleva muchas incertidumbres y te lleva a plantearte cosas, pero mientras estás interpretando te das cuenta de que no existe nada más maravilloso.
− ¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− Cuando tuve que besar a Carlitos en Cuéntame. Era mi primer beso también en la vida real y lo pasé fatal. Ahora los dos lo recordamos entre risas, pero en ese momento no sabía ni cómo se hacía...
− ¿Cuál considera que es el principal problema del celuloide español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− ¡Difícil pregunta! La poca confianza que se tiene en nuestro cine, lo que cuesta levantar un proyecto, la cantidad de talento que hay escondido... ¿La solución? ¡Ojalá la supiera! Es importante que nos fijemos en el modelo francés y, desde luego, que bajen ya el IVA cultural.
− ¿Cuál fue el primer intérprete que le conmovió hasta la lágrima?
− Natalie Portman, la primera vez que la vi. No obstante, de pequeña también me gustaban mucho Julia Roberts, Audrey Hepburn…
− ¿Qué frase de película le gusta aplicar como leit motiv personal?
− Siempre me ha encantado el diálogo final de Desayuno con diamantes, donde hablan sobre el amor y la libertad, de cómo no acabar encerrado en una jaula contigo mismo.