Daniel Guzmán
“La creación está en el proceso, pero en la televisión te piden el resultado”
Su nombre figura en las páginas doradas de la ficción televisiva como actor de ‘Policías’ o ‘Aquí no hay quien viva’. En el cine cobra peso como director y guionista de películas donde mezcla vivencias propias con ficción y juventud con vejez. Su próximo largometraje será ‘La deuda’
ESTELA BANGO
FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA
Daniel Guzmán (Madrid, 1973) no para. Nos recibe en la productora Aquí y Allí Films mientras prepara su próxima película: La deuda. El actor y cineasta cuenta historias en las que deja una parte de él, así que vamos a retrotraernos al comienzo de la suya propia. En 1994 debutó de la mano de Fernando León de Aranoa en el corto Sirenas, Fernando Colomo propició su salto al largometraje con Eso, y después proseguiría su camino en el cine gracias a Hola, ¿estás sola? (Icíar Bollaín) o Éxtasis (Mariano Barroso).
- Empezó en la actuación por todo lo alto: Sirenas, Eso, Éxtasis… ¿Cómo fueron aquellas primeras experiencias?
- Participé en esos títulos al empezar mi formación en Arte Dramático, pero en realidad había aparecido a los 14 años en Crónicas urbanas. Yo era grafitero, estaba entre los más conocidos de España. Y crearon para TVE esa serie sobre nuestra vida. Acepté de inmediato cuando me preguntaron si quería protagonizarla, tanto por no suspender una asignatura más en el colegio como por no ir a clase con una justificación. A partir de ese trabajo decidí ser actor.
- Le marcó entonces esa primera aventura.
- Recuerdo perfectamente la primera noche que me puse ante la cámara, la primera vez que gritaron “¡Motor!” y la sensación que tuve por dentro… En definitiva, todo lo que viví en esa experiencia. Luego me llamaron para una película sobre violencia de género, ya en aquella época, titulada Cicatrices. Yo hacía de novio que maltrataba psicológicamente a su chica. Ahí fue cuando decidí que quería estudiar Arte Dramático.
- Tras debutar en la adolescencia con Crónicas urbanas, ¿cómo fue su llegada a la televisión como profesional?
- Contaron conmigo para la serie Menudo es mi padre, en la que di el salto a un papel protagonista. Pero antes de eso pasé por algunos capítulos de Colegio mayor y Hermanos de leche.
- Más tarde vendría Policías, en el corazón de la calle.
- Me parece que fue un producto transgresor. Muy arriesgado. Aproximadamente el 70 por ciento de la acción transcurría en exteriores, y ninguna serie utilizó tanto ese recurso hasta aquel momento. En mi opinión, la temática y la narrativa eran muy avanzadas para su tiempo. Conservo gran recuerdo de Policías, al igual que de Menudo es mi padre, me marcaron mucho.
- Y al éxito de Policías le sucedió una serie que duró poquísimo en la parrilla. ¿Qué ocurrió con London Street?
- Era una sitcom que incluía personajes con cierta innovación. Pero no funcionó, no renovamos. Ya no recuerdo si fue por temas de producción, de cadena, de programación…
- Ese fracaso coincidió prácticamente en el tiempo con una de las ficciones más vistas y queridas de pequeña pantalla: Aquí no hay quien viva.
- Más que una serie, es un fenómeno social que perdurará por los siglos de los siglos. Abarcábamos cuatro generaciones distintas: la generación de la mayoría de nuestros personajes, la de nuestros padres, un poco la de los abuelos y la de los chavales que por entonces tenían entre 12 y 20 años. Tocaba todo el abanico generacional. Eso ha sido algo único.
- ¿Cómo llegó usted a encarnar a Roberto?
- Al principio yo no quería hacer Aquí no hay quien viva. Ya estaba inmerso en dirigir mi corto [Sueños], la película… y llevaba tiempo haciendo televisión. Se lo decía a mi representante, pero me insistía: “Léete el guion, ve a la lectura. Están muy empeñados en que seas tú”. Ya con el primer capítulo recuerdo que le comenté: “Esto lo va a reventar, pero no lo voy a hacer. Va a ser un éxito, acuérdate de lo que te digo”. Me siguió insistiendo en que fuera a la lectura, y fui, aunque pensando que no iba a hacer más televisión. Al escuchar a todos mis compañeros con las primeras líneas de diálogo me animé. Me planteé solo una temporada y al final fueron tres.
- Lleva 15 años sin trabajar como protagonista en producciones televisivas. ¿Por qué no acabó de engancharle el medio?
- Por el proceso de trabajo. ¡No hay proceso! No hay trabajo de análisis, no hay trabajo de mesa, no hay ensayos. Vas a resolver, y eso es la antítesis de lo que aprendí con Layton, con Strasberg… Según mis profesores, la creación está en el proceso, no en el resultado, pero en la televisión te piden justamente resultado, inmediatez. Me ha dado muchos recursos, pero cuando ya he cumplido una o dos temporadas, empiezo a notar el temido cambio: por un lado, me acabo desgastando; por otro, el acelerado ritmo de producción acaba fagocitando el pequeño margen de creatividad que puedas tener con tu personaje. Te hace ser resolutivo, pero eso también te crea vicios, desarrollas recursos que se repiten en tu carrera y terminas haciendo siempre lo mismo.
- Con tanta experiencia en la televisión y como director de cine, ¿se plantea crear una serie?
- Muchas veces me lo he planteado. Pero empecé con Sueños, seguí con A cambio de nada, con Canallas… Son películas muy personales en las que mezclo la realidad y la ficción, y resulta muy complicado pasar a ficción experiencias que te han pasado. Estoy trabajando en La deuda y el guion es lo que menos me ha costado porque es pura ficción. Habla de una anciana a la que quieren echar de su edificio para hacer pisos turísticos, pero tiene la ayuda de un chaval treintañero que vive con ella. Él no acepta que la dejen sin vivienda por una cuestión económica.
- En toda su obra es constante el encuentro entre la juventud y la vejez.
- Sí. La sociedad se vuelve muy excluyente con las personas cuando pasan de cierta edad y nos estamos perdiendo algo muy especial, un aprendizaje absoluto. Si estoy dirigiendo, quiero que el 30 por ciento de los trabajadores del equipo técnico estén entre los 50 y los 60 años, pues tienen una experiencia y una sabiduría de la vida que suman al rodaje. Las vivencias con mi abuela o con la gente mayor que tengo a mi alrededor me generan conocimiento y pensamiento crítico. Me gusta mucho el salto generacional entre un anciano y un joven porque se aportan muchas cosas mutuamente.
- De hecho, en el elenco de A cambio de nada contó con su abuela, que incluso recibió la nominación al Goya como mejor actriz revelación.
- Era el máximo sueño que tenía, aquello por lo que yo había luchado 10 años. Y al final lo logré. Hablo ahora en el plano personal, no en el profesional. La dimensión y los premios que tuvo la película estuvieron muy bien. Pero el mayor valor fue vivir la experiencia personal de trabajar con mi abuela y devolverle, en agradecimiento, lo que me había enseñado. Ella decía: “Lo hecho por mi nieto, pero en el fondo me siento muy querida y valorada por la gente que me felicita por el trabajazo que he hecho”. Eso le repercutía mucho emocionalmente e incluso físicamente. Sentía que era válida, que la sociedad todavía seguía contaba con ella. Intento que los mayores estén en mis películas porque tengo mucho que aprender de ellos y, sobre todo, para darles el lugar que se merecen.