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26-05-2016


Daniel Sánchez Arévalo


 “La cantera de actores en España es inagotable”
 
Cuenta sus títulos por taquillazos. El director de ‘AzulOscuroCasiNegro’ se ha revelado –también– como un novelista convincente. ‘La isla de Alice’, finalista del Planeta, huele a guión audiovisual desde el punto final.
 
 
 
JAVIER OLIVARES LEÓN
Reportaje gráfico: Arduino Vannucchi
No ha sido fácil concertar cita con Daniel Sánchez Arévalo. El padre de Gordos, Primos y La gran familia española ha estado un año encerrado para escribir La isla de Alice, una novela de trazado cinematográfico que le valió ser finalista del suculento Premio Planeta. “No me cuesta tener rutina, al revés, me encanta. Pero sí necesito muchas horas, mucha soledad para que las palabras fluyan”, comenta sobre su faceta de escritor. A los 45 años, el cineasta madrileño reordena sus prioridades.
 
– Ha dicho que ve La Isla de Alice en la claqueta de Alejandro Amenábar. ¿Por qué?
– A ver, me veo a mí mismo en esa claqueta. Yo quiero hacerla, sea película o miniserie: creo que está más cerca de las seis horas que de las dos de un proyecto audiovisual. Pero he quedado satisfecho con el resultado de la novela. Siento que se ha completado el proceso. La película no es un fin en sí mismo, lo era la novela. Por eso, si viniera alguien a quien yo admirara mucho y mostrara entusiasmo, no tendría ningún problema en tenderle la novela. Alejandro es uno de esos directores en los que confiaría ciegamente. Pero no el único.
 
– Contó Amenábar en AISGE un secreto menor: que usted está entre sus lectores-confidentes de guiones. ¿La caña es recíproca o acongoja corregir a Amenábar?
– Somos colegas. Es un diálogo y un debate cara a cara. Con cariño y amistad, pero sin concesiones. Aislarse en el proceso creativo, rodearse de acólitos que solo te aplaudan, te anula como cineasta. Es el principio del fin.
 
– Acude y convoca usted otras tertulias futboleras. ¿De ahí también salen cosas?
– Sí. Resacas [risas].
 
– ¿Reivindica el maridaje entre cultura y deporte, ese debate tan recurrente?
– No. Está bien cada uno por su lado. Ministerio de Educación, Deporte y Cultura. ¿Qué mierda es eso? Deberían ir por separado. Al deporte no hace falta reivindicarlo. A la cultura y a la educación, por desgracia, sí.
 
 

 
 
– El suyo es un lenguaje identificable. Aunque no sea autobiográfico, ¿lo que cuenta suele salir de su entorno?
– No. No es lo exterior lo que sale de mi entorno, sino lo interior, de qué manera reaccionan y se enfrentan a la vida los personajes.
 
– El hecho de que sus historias sean muy cotidianas, muy concéntricas, ¿limita la proyección internacional de su obra?
– Al contrario. Solo de lo peculiar, de lo particular, se trasciende. Si no, pregúnteselo a Almodóvar.
 
– Y trabajar con amigos como Quim Gutiérrez o Raúl Arévalo, ¿frena la ambición?
No creo que sea poco ambicioso trabajar con Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Quim Gutiérrez. ¿Acaso no son de los mejores actores que hay en este país? Creo que está un poco manido este asunto y tergiversado. Me cansa.
 
– Hombre, cuenta mucho con ellos.
– Pero no solo. En mis películas siempre hay actores nuevos asumiendo retos nuevos y con papeles de mayor relevancia incluso. Para mí siempre es fundamental dar nuevas oportunidades a otros actores. La cantera en España es inagotable.
 
– ¿Quién debe más a quién: Quim, Antonio y Raúl a usted o viceversa?
– En lo profesional, ellos a mí, sin lugar a dudas. En lo personal, yo a ellos, sin lugar a dudas.
 
– Por cierto, ¿qué tal el debut de Raúl Arévalo como director?
– Espectacular. Va a ser uno de los grandes directores de este país.
 
– Ha pasado casi media vida en el psicoanálisis. ¿Marca eso su obra?
– Ha marcado mi vida y mi obra, sí. Rebuscar en el interior es fundamental para cualquier creador. Ahí se encuentra la materia prima. Yo me convertí en narrador tratando de dar coherencia dramática al caos que reinaba en mi interior. Pero no lo aconsejo especialmente. Cada uno debe encontrar su propio camino para lidiar con la realidad y sumergirse en la ficción.
 
– Y haber estudiado en un instituto en Estados Unidos, ¿en qué se percibe?
– Pues en que todos mis personajes en el fondo tratan de encontrar su sitio en el mundo. De ser razonablemente felices en el trocito de vida que les ha tocado vivir.
 
 
 

 
 
– ¿Cómo va la película en inglés que anhela?
– Lea mi novela y encontrará la respuesta. Ya está soñada, pensada y escrita. De todas maneras, “dar el salto” no es un sueño ni un fin para mí. Aunque a veces den ganas de irse para no volver.
 
– ¿La crisis limita el talento doméstico?
– No. Trabajar con limitaciones no es necesariamente malo. Al revés, dispara la imaginación. No hay que dejar que nada ni nadie nos impida contar historias.
 
– Por esta sección han pasado Bea Sanchís, Antonio Méndez Esparza, Rodrigo Sorogoyen, Manuela Moreno, Carlos Vermut… todos de gran proyección. ¿Diría que estamos en un buen momento de creatividad?
– No creo que sea ni mejor ni peor. Siempre ha habido grandes cosechas de cineastas con mucho que contar y con universos poderosos y particulares. Lo que somos, es en gran parte gracias a quienes nos han precedido y han ido abriendo camino. Siempre hay que mostrar respeto.
 
– Muchos de ellos, como usted, son grandes cortometrajistas. ¿El corto es la esencia del contador de historias?
– No sé si tanto, pero desde luego que es un formato con entidad propia. Un fin en sí mismo. Es la mejor de las escuelas, donde experimentar, crecer, foguearse, asumir responsabilidades, coger oficio y aprender a amarlo y respetarlo. Pero insisto, al menos en mi caso, nunca fue un simple paso previo al largometraje. De hecho, este año voy a rodar dos cortometrajes.
 
– En España, ¿diría que al formato corto le cuesta triunfar sin humor?
– No, para nada.
 
– ¿Quién le gusta de sus colegas coetáneos?
– Prefiero no dar nombres, que luego pasa lo que pasa y los ausentes se molestan. Todos los que me han acompañado, enseñado, compartido y divertido, tanto dentro, como fuera de las salas.
 
– Se cumplen diez de su debut en el largo con AzulOscuro… ¿Qué ha ganado y qué ha perdido?
– ¡Qué rápido pasa el tiempo! Como soy un ser contradictorio por naturaleza, diré que lo que he ganado es igual a lo que he perdido. He ganado libertad. He perdido libertad. He ganado amigos, actores, experiencias. He perdido amigos, actores, experiencias. He ganado amores. He perdido amores. He ganado dinero. He perdido dinero. He ganado frescura. He perdido frescura. He ganado miedos. He perdido miedos. Y así podría seguir un buen rato…
 
– ¿Su siguiente proyecto largo llegará en 2016?
– Uf, no sé. Estoy empezando a escribir. Hasta que no tenga una versión de guión con la que esté contento, es imposible de predecir. Pero como prontísimo sería a finales de año.
 
– ¿Con cuánto presupuesto se apaña usted para rodar?
– El presupuesto de mis películas ha rondado los 2 millones de euros y las 7-8 semanas de rodaje. Pertenezco a la ya casi extinta clase media del cine español.
 
– ¿Cuál es la mejor película modesta que ha visto en los últimos años?
– Magical Girl, Mapa, Vete de mí.
 
 
 

 
 
– Hizo usted capítulos de series de televisión. ¿Ha cambiado la tele desde su Hospital Central o su Farmacia de Guardia a La que se avecina o El ministerio del tiempo?
– Antes estábamos en pañales. Lo bueno es que nos podíamos cagar por doquier. Teníamos muchísimos menos condicionantes. Ahora todo es mucho más profesional, industrializado, aunque no sé si esto es necesariamente bueno. Tengo muchas ganas de ver volar a la ficción televisiva española. Soltar lastre y ataduras. Dejar de tratar de complacer a todo el mundo.
 
– ¿Son tan buenas las series americanas?
– Hay de todo. Mucha basura y obras maestras. Pero es donde ahora se ven cosas más interesantes, distintas, nuevas. Asumiendo muchos más riesgos que en el cine de Hollywood.
 
– ¿Sigue alguna como modelo de estructura narrativa?
– Uf, tantas… Soy un gran consumidor de series. De los últimos años, a nivel de estructura narrativa, no hay nada comparable a The Wire y Breaking Bad.
 
– Entre sus influencias cita a Keaton o Chaplin. ¿Es eso una forma de primar la imagen sobre la palabra, o sin guión no habría ni cine mudo?
– Efectivamente. Priman las historias. Sin historias, con o sin palabras, no hay nada.
 
– Después de sus incursiones en el microteatro, ¿le gustaría dirigir algo más sólido en las tablas?
– Sé que va a ocurrir. No sé cuando. Pero es uno de mis objetivos. Escribir y dirigir teatro. Lo que más me gusta es escribir y dirigir actores. Así que el teatro parece mi hábitat natural.
 
 
 
 
Héctor Colomé en la memoria
Durante el proceso de escritura de La isla de Alice, Daniel Sánchez Arévalo sufrió un bajonazo por la muerte del actor Héctor Colomé, más de veinte años compañero de su madre, la también intérprete Carmen Arévalo. “La novela fue mi tabla de salvación, donde yo me recluía para encontrar las fuerzas necesarias para estar junto a Héctor y mi madre”, comenta. “Ver cómo Héctor se aferraba a la vida y luchaba hasta el último momento fue una gran inspiración. Su ejemplo fue un motor fundamental, en todos los aspectos. Le quería como a un padre y aún le tengo muy aferrado a mi corazón”. Héctor Colomé participó en las películas de Sánchez Arévalo AzulOscuroCasiNegro y La gran familia española. Y siempre tuvo el papel de padre.
 
 
 
Facetas de creador
Daniel Sánchez Arévalo dice estar disfrutando en el intercambio de impresiones con el lector, casi tanto como en las tertulias cinematográficas. “El proceso creativo siempre lo termina el lector. Yo escribo para que me lean”, asegura. “Y es en ese intercambio donde me nutro, me inspiro y encuentro el combustible necesario para seguir creando”.
Las facetas de escritor y la de cineasta confluyen en la arquitectura de la historia, pero también la promoción que sirve de megáfono a la obra. “Yo disfruto mucho en la promoción. No entiendo la gente que se queja. Es parte fundamental del trabajo y hay que estar siempre muy agradecido del interés de los medios y la gente. Insisto en que ese contacto es fundamental para sentir que he llegado al final del proceso creativo. En el cine y en el libro”.
 

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