– ¿Por qué es difícil trabajar con niños?
– Es difícil porque ellos siempre tienen verdad. La niña pequeña, con ese tono con el que hablan los niños, te podría decir que un ovni la ha secuestrado y le ha hecho unas abducciones en el cerebro, y te la creerías. Y la mayor, claro, no se aprendieron nunca el texto, entonces tú siempre tienes que estar siempre a predisposición. Está muy bien porque, como actor, te olvidas de tu ego y estás ahí jugando con ellas. Las niñas tenían muy claro que era un juego, y es muy importante recordar que es un juego, y a veces cuanto más trabajamos, más se nos olvida que este trabajo es un juego, que tampoco es tan importante, no estamos operando a corazón abierto. Y los niños te obligan a jugar y a recuperar lo que hacías cuando te apuntaste a teatro y hacías Els Pastorets. Yo creo que es una maravilla porque tienes que estar ahí de verdad, te despreocupas de ti y de mirarte desde fuera, simplemente estás ahí con las niñas. Es un ejercicio que creo que me ha ido muy bien y del que he aprendido mucho.
– Esteve, su personaje, tiene una carga emocional muy fuerte (ha perdido a su hermana y tiene la responsabilidad, que acepta de buena gana, de criar a su sobrina), pero todo va por dentro. ¿Cómo trabajó esta parte?
– Es muy a la catalana eso. Yo soy de madre andaluza y padre catalán, y soy de sacarlo todo afuera. Había alguna escena más, que al final por montaje cayó, en la que sí se veía más su dolor, la importancia de la pérdida de su hermana, cómo la sufría; pero viendo la película, creo que es bastante mejor cómo ha quedado porque explica cosas pero no remarca ni subraya, sino que están ahí. Se trata al espectador de manera activa e inteligente. El carácter de mi personaje lo trabajé hacia adentro, sabiendo que me tenía que encerrar en el taller, fumar y pasar mi pena como pudiera. Pero es sobre todo Marga [Bruna Cusí] quien se come el marrón, y además un marrón que no es directamente suyo. Y lo maravilloso es que no sale la palabra sida en toda la película. Carla me explicó que, de pequeña, no sabía que sus padres se murieron de sida, sino que se enteró cuando tenía 15 o 16 años. Y es una palabra que no sale, y está muy bien que no salga, pero está presente.
– Es cierto, no se pronuncia, pero hay un par de momentos en los que se da a entender que podría ser eso. Por ejemplo, cuando se hace una herida y la madre de una de las niñas con las que estaba jugando le dice que no la toque.
– Sí, fruto del desconocimiento y el miedo que había en la época, en los 90: no hace tanto.