La silla del director
David Victori
“Si la gente es feliz y está tranquila, es creativa”
Dicen que hay un Mario Casas antes y después de ‘No matarás’, la película que le valió el Goya. El artífice de aquella transformación, responsable también de series de éxito, revela su particular (y comentado) concepto del rodaje y su manejo de las energías
JAVIER OLIVARES LEÓN
Fotos: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
No es casualidad de David Victori, de 40 años, haya hecho de su cuna el mejor banco de pruebas. Nació en Manresa (Barcelona), donde ha rodado, por ejemplo, parte de la serie Tú también lo harías. Y todo cobra sentido: el realizador se maneja en el lenguaje del trhiller y el noir, y la ciudad tuvo en su día un Festival de Cine Negro al que presentó varios cortos, algunos de ellos premiados. Entre el público asistente a cada puesta de largo no faltan los colegas del barrio, de la infancia. "Son testigos de mi evolución, y sentir que hay algo que palpita en una ciudad tan pequeña, de base industrial, me devuelve la energía de su autoestima", comenta el director de No matarás o El pacto. “Rodar es durísimo, agotador, muy estresante. Y, de pronto, encontrarme en un proyecto como el de Tú también..., en el que básicamente no podía liderar más fue fascinante”.
Sus rodajes dan mucho que hablar. ¿Qué sabor de boca le dejó el último?
Estupendo. Se ha hecho más de lo que tenía visualizado. En este, como en todos los rodajes, me propuse una cosa: ser feliz. Es un proyecto del que soy creador, productor ejecutivo, guionista y codirector [comparte créditos con Jordi Vallejo]. Pero aparte hay un segundo director, como una segunda unidad, que fue cogiendo mucho protagonismo, Víctor Cuadrado. Era feliz al acostarme cada noche. Rodar es un trabajo muy duro a nivel emocional y mental. Mucho estrés, hay que optimizar el tiempo y sacarle todas las horas posibles de trabajo.
¿Y lo consigue?
En realidad, a nivel psicológico hacemos mucho más de lo que humanamente sería lógico hacer. Dice la asociación de directores de Estados Unidos que este gremio es el que tiene la esperanza de vida más baja de todos. A mí me gusta mucho el cine, mi trabajo, pero me gusta más la vida. De hecho, lo que me fascina del cine o de la narrativa es trabajar con la vida. La materia prima de contar historias es el interés por las relaciones, el misterio de estar vivo. No quiero conformarme con la sensación de decir: "Bueno, tengo un trabajo muy duro y muy bueno".
¿No tuvo ese liderazgo en su segundo largo, No matarás?
Es que en Tú también lo harías he encontrado en los productores una sensación de acompañantes, de algo que habíamos generado juntos. A nivel creativo y de cultura de empresa, podía proponer algo claro. Y lo que propuse fue: "Quiero que la gente sea muy feliz". Si la gente es feliz y está tranquila, es creativa. Cuando la gente está nerviosa, está tensa, y tiene miedo a equivocarse. Y con miedo a equivocarte, te equivocas.
¿Los actores le entendían?
Sucedió algo muy bonito: a la gente que no conocía, con la que no había trabajado aún nunca, en las entrevistas de trabajo les contaba: "Lo primordial es la energía que vamos a vivir en el proceso, que seamos felices". Soy gran fan de la meditación, de dinámicas en las que, de alguna manera, tienes que abrirte, incluso a nivel emocional. Y es algo que voy a imponer en el rodaje: "Vamos a meditar juntos, vamos a bailar juntos, vamos a cantar, a hacer cosas que sé que no son muy normales". Decía en las entrevistas a los intérpretes: "Te lo cuento porque, si tú no estás en ese momento, no te quiero poner ningún tipo de compromiso, ni en una situación incómoda". Acabó siendo algo absolutamente clave. Incluso hubo actores de perfil reticente, por supuesto, a los que renuncié. Ha sido absolutamente crucial ese filtro. Pero lo que yo propongo no tiene por qué ser la norma de nada. Y entiendo también la peculiaridad de lo que estoy proponiendo. A veces las caras lo dicen todo.
¿Veteranos como Paco Tous o Elena Irureta, ponían caritas?
Bueno... Le decía a Elena, por ejemplo: "Vamos a estar rodando tomas muy largas, sin cortar. A veces te pediré que estés en personaje hasta que yo te diga". Y ella: "David, solo tienes que avisarme cuándo quieres que me salga de personaje, me encanta jugar. Mientras, yo encantada". Tous tuvo más dudas, recelos que entendí perfectamente. Pero al final se lanzó, y ahora nos reímos. Me dice: "¿Serás cabrón, David? Me veo en el futuro ensayando una película con otro director... y pidiéndole música. ¡Maldito seas!”. Y se reía.
Con la música cuesta ponerse de acuerdo, porque cada uno tiene su gusto.
Yo hago de DJ, elijo lo que necesito en cada momento. Todo el mundo podía proponer, obviamente, pero uso la música como una forma de comunicación con ellos. No hace falta hablar. Con ciertas melodías, la energía se transforma. Una ópera, por ejemplo, lleva más a una situación u otra. Una música muy estridente evoca un lenguaje seguido muy especial, único. No creo que exista nada igual.
El reparto de Tú también lo harías ha sido muy popular.
Sí, para mí, perfecto. Pero también había otros perfiles. A Viti Suárez, por ejemplo, lo encontramos a través de una empresa de figuración. Es un descubrimiento. No va a parar de trabajar. Y Pilar Bergés ha demostrado sobradamente su talento y capacidad de trabajo. En esta serie explota, también. A Mirela Balic la había visto para No matarás, y me gustó mucho su energía. Tampoco le faltará trabajo, segurísimo.
Llama la atención que apenas repite repartos.
Ahora he coincidido con Xavi Sáez, que tenía un papel muy pequeño en No matarás. Pero es lógico: por muy a gusto que estuviéramos con Mario Casas en No matarás, no puedes acoplarlo a cualquier personaje, no estaría siendo fiel a mis principios. Habrá que llamarle cuando vuelva a ver un personaje perfecto para él. Cuanto más detecte el director la conjunción entre la escritura y la energía del actor, mejor será el proyecto. Los grandes proyectos han trascendido al casting, aunque este sea el 99% de los casos, claro. Hay personajes escritos, sin duda. Si haces cosas raras con el actor, o si lo coges porque también te ayuda a financiar o a conseguir no sé qué... malo.
Fue muy comentada su técnica en No matarás de mezclar a actores sin ensayos previos conjuntos. ¿Funciona? De pronto, tienen que hablar, comer o hacer el amor juntos…
Exacto. Si dos personajes no se conocen en escena, ¿por qué no hacer que tampoco se relacionen fuera? Todos los actores pueden y saben hacer su trabajo, y hay un lema en nuestro oficio: “Lo otro lo sabemos hacer, siempre podremos recurrir a eso, pero tengamos curiosidad por lo desconocido”. Puede no salir bien, pero… En Tú también lo harías, por ejemplo, nos atrevimos a grabar del capítulo 1 al 7 sin cortes, tres horas y media sin parar de rodar. Los actores se desplazaban a varios sitios. Y eso es lo que asustó a Paco Tous. No lo había hecho nunca, y se requiere una intensidad y una energía. Confió y funcionó. La idea es usar la energía que utilizas en un plano-secuencia y tirar para adelante.
¿Dónde adquirió esa costumbre?
Es poco premeditado, pura intuición, a raíz de trabajar con Milena Smith en No matarás. Hice dos castings con ella, que en ese momento trabajaba en un hotel de recepcionista. No funcionó. Pero, a la vez, tenía la energía exacta escrita en el guion. La mirada, la energía, el cuerpo… "Hostia, es ella". Cuando estaba a punto de tirar la toalla, casi sin plazo para encontrar a esa persona, pedí un día más a los productores. Solicité una sala grande, un altavoz y la presencia de otros actores. Ni sabía qué haría el día siguiente.
¿Y qué hizo, para cambiar de opinión?
Yo llevo un viaje de muchos años de introspección, mil retiros de todo tipo de meditación, leyendo a filósofos. Hace muchos años me fascina intentar conocerme a mí mismo, algo que solo puedes mezclar con la espiritualidad. Para la prueba sorpresa me vinieron a la memoria mis retiros de meditación, por primera vez en mi vida dirigí una sesión. Y le dije a los actores y a Milena: "No vamos a hacer más casting, vamos a jugar, ¿vale?". Los dos solos, con Fernando Valdivielso y otro intérprete que nos ayudaba a hacer el rol de Mario Casas. Acabó todo en un viaje de tres horas en el que ellos lloran, gritan en medio de la música... Lo que yo había aprendido, vaya. Milena lanza la primera frase de la escena sin romper ese momento, y de ahí, todo lo que hizo en la película. Espectacular.
¿Cómo se incrusta eso en el rodaje?
Ahí está el problema. Por suerte, hablé con todo el equipo y empezamos a probar cosas. Y en ese viaje, en No matarás, nos explota la cabeza a todos: jugar así nos lleva a un lugar, a un punto. Yo iba a cada día rodaje como a una fiesta sorpresa: no sabía lo que pasaría. Para eso también cuenta la complicidad de un director de fotografía y un equipo que te da toda la libertad del mundo. Yo no sé bien qué van a hacer los actores, pero me gustaría poderles decir que hagan lo que quieran. A todos nos fascinó el proceso. Renuncias a muchas cosas, obviamente, en pro de la libertad del actor.
¿Condiciona ese sistema de trabajo para otros proyectos?
Es verdad que después hice Sky rojo, un proyecto mucho más diseñado que me obligó a volver un poco atrás, a trabajar más ordenado. Pero por momentos también me suelto y pruebo cosas que funcionan.
¿Por ejemplo?
Hay una escena que asustó un poco al equipo. Pero me atreví, y recuerdo a Alex Pina [de la productora Vancouver] viendo el material: "Tío, es que son los personajes. Lo que hemos conseguido es muy especial". Esa libertad funciona muy bien con los actores. Y cuando arrancamos la serie Tú también lo harías empezamos a trabajar sin una predisposición concreta. Conté con varios técnicos con los que ya teníamos ese viaje previo. Advertí al director de foto que, sin llegar a No matarás, me gustaría rodar en bloques grandes. Me divierte no rodar solo en escenas de tres o cuatro minutos. Y si la escena dura diez páginas, hay que rodar todo seguido.
¿Es técnicamente delicado?
Confluyen muchas cosas. Por ejemplo, que vivimos una época en la que cuesta entrar en estados de concentración profundos. Por culpa de las nuevas tecnologías, nuestro cerebro está acostumbrado a segregar pequeñas dosis de dopamina. Somos adictos a eso, y cuesta mantener la atención. Resulta muy difícil leer un libro una hora seguida, el cerebro está cambiando. Y ello va en contra de procesos creativos complejos. Seguimos haciendo películas, poesía, música o series, pero siento que cada vez es más complicado ver cosas auténticas, que te tocan. Parece una cuestión de inteligencia, que la obra se base más en la inteligencia que en la sensibilidad. Y creo que tiene que ver con eso. Cuando yo escribía sin parar, a los 17 años, hacía una escritura random, libre… y a la hora de relato empezaban a pasar cosas. Surge una sensación de magia: tienes la sensación de que aquello pasa a través de ti, de que la propia concentración te lleva a un estado de deep focus, algo te atraviesa. Esa sensación se está perdiendo, y me inquieta. Cuando entras en un rodaje y propones rodar una hora seguida sin parar, por ejemplo, estar desconcentrado a los 20 minutos no es opción. Y eso, para todo el mundo: actores, técnicos, producción. Según suena “Acción”, todos adelante.
¿Y si se falla en el minuto 27? ¿Se sigue tocando, como en un ensayo musical?
Sí, exacto. Y eso es una paradoja muy bonita. Como industria, como concepto, hemos crecido tanto a nivel técnico que la gente no quiere renunciar a lo conseguido. Cuando un equipo de arte, de foto o de cámara sabe cómo hacer algo perfecto, entiende que hay algo más elevado que su propia área de trabajo. Los actores, también. Solo serás perfecto si estás concentrado.
¿Qué pasa con los momentos que no funcionan?
Lo mismo que sucede en tramos de 20 segundos: que el arranque puede ser bueno y el final, no. Para eso están las segundas tomas.
El montador le odiará, claro.
[Risas]. Se vuelve loquísimo, sí. Por suerte, también ahí tengo un gran equipo. Pero trabajando así pasan cosas que no soy capaz de pensar en mi casa. Tiene que ver con lo que sucede en ese momento. Meisner [norteamericano creador de un método de interpretación] dio gran importancia al momento y a la obsesión por la escucha. Pero no deja de significar estar en el presente. Por eso estoy tan feliz, porque coincidieron mi oficio con mi viaje espiritual.
Explíquese, por favor.
Mi viaje introspectivo espiritual parte de la comprensión de que solo hay un momento, el presente. Cualquier experiencia que no sea esa, es tu imaginación: o hacia atrás o hacia adelante. En esa obsesión y aprendizaje de que la felicidad solo se obtiene en el presente, me doy cuenta de que la creatividad real solo puede existir en el presente. Por eso, la clave está en llevar a los actores al momento.
¿Le marcó mucho la pérdida de su hermana, en ese sentido?
Sí, claro. Llevaba ya un tiempo leyendo filosofía, incluso vedānta, una rama de la filosofía hindú muy antigua, pero light. Aún no era una necesidad como la que representó la muerte de mi hermana, que falleció de repente. Me pareció tan fuerte que me explotó la vida dentro. Quise tener una posición clara de mi filosofía de vida. Parece que no la necesitamos, pero en algún momento se necesitará: una enfermedad, un periodo de desempleo… los retos de la vida te llevan a realizar ese trabajo interno, a tener claro qué eres y qué no eres.
¿Qué aprendió de Bigas Luna, del que fue ayudante? ¿Le tocó poner muchos cafés?
Tes. Él tomaba té. Imagínate: un manresano de 17 años se junta con la persona más fascinante que ha conocido en la vida. Hacía cine, pero solo era una de sus facetas. Era un artista que hacía películas. Si te rodeas de gigantes, tu vida se transforma. Su entorno me contagiaba del amor por la vida, porque esa persona estaba enamorada de lo que hacía, porque nada tiene por qué ser como los demás creen que tiene que ser. Con él rodé cosas muy pequeñitas, y tampoco estuve todo el rato en los rodajes. Pero, a nivel de interpretación, recuerdo que, al gritar “corten”, la mirada del actor se levanta y busca al director. Y, si no lo encuentra, le pierde un poquito. Lo busca si ha hecho bien el trabajo.
¿Con esa mirada se busca la complicidad?
Exacto. ¿Qué es un director para un intérprete? Alguien que está mirando por ti para que tú no mires, para que puedas ser un todo con lo que está pasando. Recuerdo rodar con Mario Casas en No matarás tomas de 30, 40 o 50 minutos. Cuando yo gritaba “Corten”, me iba para Mario, que estaba completamente en shock. “No sé qué he hecho, David”. “Pues perfecto”, contestaba yo. “Confía en mí, yo he mirado por ti”. Es perfecto cuando el intérprete no mira. Un actor no puede estar en lo que sucede y a la vez mirar cómo va a quedar o cómo va eso. Cuando hablas y te escuchas no estás presente, estás como rebobinando.
En su desarrollo profesional topó también con Emilio Aragón, un mecenas en toda regla.
Una maravilla de persona. He tenido suerte de encontrar muy buena gente, maestros con todo corazón en mi viaje. Un hombre elegante, inteligente en los negocios desde el amor por lo que hace. Con él hice tres capítulos de mi primera serie, Pulsaciones, antes de mi primera película.
¿Diría que Belén Rueda, con la que trabajó en El pacto -su primer largo como director- está muy encasillada en el trhiller?
Creo que no. De hecho, se mosqueaba cuando le preguntaban por ello. “Pero si vengo de rodar una comedia”, comentaba. Tiene una energía femenina de madre, protectora, que quizá transmita esa sensación. Pero es una de las actrices con una técnica más depurada.
Mario Casas ganó el Goya con usted. ¿Cree que tiene techo?
Creo que no. Está en constante evolución. Incluso su primera película como director tiene muy buena pinta.
Se está aprovechando usted de una generación de galanes. Contó con Asier Etxaindía y Miguel Ángel Silvestre en Sky Rojo.
Tengo mucha suerte, sí. Porque Sky Rojo ya había arrancado, tanto con el equipo técnico como artístico. No dejaba de ser un proyecto por encargo, pero acabé como productor ejecutivo, y aprendí mucho con Alex Pina, Jesús Colmenar, Migue Amoedo, Ester Martínez… todos los que están detrás de Vancouver, la productora de La casa de papel. Gente con una mente espectacular. Y me encuentro con un casting redondo, con Etxaindía y Silvestre, al que me llevaría a casa: somos muy amigos. Coincidimos mucho en el entusiasmo, en la energía casi infantil. Como con Enric Auquer o las chicas de la serie… Todos maravillosos. Sky rojo fue un viaje afortunado.