twitter instagram facebook
Versión imprimir
28-10-2022

De las tablas a la pantalla: así es el rompecabezas que hay detrás de las adaptaciones


Viene de lejos el deseo de repetir en el cine el éxito que algunas historias logran anotarse en el teatro. El próximo año veremos nacer con cuerpo audiovisual ‘La desconocida’ y ‘De Caperucita a loba’, y es mayúsculo el esfuerzo para estar a la altura de sus antecesores escénicos


VÍCTOR CABAL

Desde sus orígenes, a finales del siglo XIX, el cine fue entendido a menudo como extensión del teatro. Pero poco a poco se fue emancipando con nuevos recursos que lo alejaban cada vez más del lenguaje teatral para encontrar una gramática propia, apoyándose en los elementos visuales y en el montaje como piezas que vertebraban la narración para la pantalla grande. Desde aquel remoto, pasado la influencia entre teatro y cine ha fluido en ambas direcciones, gracias a unos vasos comunicantes que siguen propiciando trasvases y adaptaciones. 

 

   De hecho, algunas de las más grandes películas que aquí se han rodado tienen su germen en las tablas, con Calle Mayor, de Juan Antonio Bardem, a la cabeza. También demuestran la fructífera relación entre ambos medios cintas tan deslumbrantes como El perro del hortelano o buena parte de la filmografía de Fernando Fernán Gómez. Lo ha ocurrido en los últimos años: Carlos Be dirigió Llueven vacas sobre el escenario y Fran Arráez llevó el texto al celuloide, mientras que Ruz-Bárcenas pasó del Teatro del Barrio a las salas de cine con el escueto título B y manteniendo en el reparto a sus soberbios protagonistas, Pedro Casablanc y Manolo Solo.

 

   Idéntico camino han recorrido recientemente dos obras muy dispares que van a llenar la pantalla en 2023. Grooming, de Paco Bezerra, verá la luz bajo el título La desconocida, con guion del propio Bezerra junto a Haizea G. Viana y Pablo Maqueda, este último director de la película. Chus Gutiérrez ha rodado De Caperucita a loba con guion de Marta González de Vega, autora del libro original y del monólogo homónimo, que está a punto de estrenar su séptima temporada en el Teatro Fígaro madrileño. Con todos ellos hablamos para desentrañar el largo proceso de alquimia inherente a toda adaptación, “tan peligroso y delicado como una operación a corazón abierto”, según Bezerra.



   Una década de periplo arrastran ya Bezerra y Pablo Maqueda hasta llegar al punto actual, principalmente por culpa de las dificultades en la búsqueda de financiación. “Fui a ver Grooming en su estreno en 2012. Me encantó. Vi que había un texto interesante, no por su enfoque cinematográfico, puesto que la obra es netamente teatral, sino por el duelo que mantiene con el espectador”, admite Maqueda, quien dirigió Dear Werner (Walking on Cinema), ese objeto audiovisual no identificado a caballo entre el documental, el ensayo y el diario filmado. “Intuí que ahí había algo muy potente que podía enganchar al espectador a otra butaca, la del cine. No podía parar de pensar en cómo expandir dicha obra al universo cinematográfico, con más subtramas, otros personajes y localizaciones”.

 

   El texto de ese valiente e innovador dramaturgo que es Bezerra, sobre “identidades fingidas, manipulación y deseos oscuros”, era una auténtica miniatura con la densa atmósfera de un thriller. Sus 50 minutos de teatro puro encerraban un intenso cara a cara entre los dos personajes interpretados con maestría por Antonio de la Torre y Nausicaa Bonnín.



La actriz Laia Manzanares y el actor Manolo Solo recogen el testigo de Nausicaa Bonnín y Antonio de la Torre en 'La desconocida', la versión para cine de 'Grooming'


   “Digamos que el filme La desconocida tiene todo aquello de lo que se hablaba en la obra pero que no aparecía en el escenario”, señala Bezerra. “Grooming respetaba el código de las antiguas tragedias griegas: sucedía en un mismo lugar, en un solo día y con una sola acción. Pero se aludía a otros tiempos, otras personas, todo lo cual quedaba en la imaginación del espectador. En el teatro es necesario que el público rellene esos huecos, mientras que el cine lo da todo un poco más mascado, muestra más”. Desde el punto de vista del director, eso se convirtió en el principal reto a la hora de trasladar la obra a la gran pantalla. “Sin duda, ha sido lo que más me ha desafiado como cineasta”, reconoce Maqueda, que se pregunta: “¿Cómo rendir tributo a una obra sin hacer teatro filmado y expandirla para que sea pura narración audiovisual?”.

 

   Así, con uno ejerciendo de cirujano que prepara el cuerpo del donante y otro haciendo de policía para que no se malograse la esencia de Grooming por el camino, ambos contaron con la ayuda de Haizea G. Viana, que participó en una segunda fase del guion. “Nos dio notas muy necesarias. Es interesante que otra persona en la que confías te lea y te dé su opinión. Nosotros ya estábamos demasiado contaminados, y la mirada externa siempre es interesante”, cuenta Bezerra. Y Maqueda va más allá: “Cuando tuvimos la primera versión del guion muy armada, Haizea entró para el fortalecimiento de todas las versiones posteriores. Añadió nuevos personajes, nuevas tramas… Ella es una profunda conocedora del thriller, es una enciclopedia andante sobre el género. Por eso le dio ese toque que necesitábamos”.



En unicornio por la Gran Vía

Bastante singular ha sido el caso de Marta González de Vega, que viene de triunfar junto a Santiago Segura como guionista de las entregas de Padre no hay más que uno. Triple salto mortal ha dado con De Caperucita a loba: empezó como libro de no ficción y siguió luego como monólogo cómico para acabar convirtiéndose en un largometraje protagonizado por ella misma. “Si lees el libro del tirón, son unas cuatro horas de lectura. Para transformarlo en obra de teatro y película lo reduje a una hora y media. Esa es la primera criba que tanto nos cuesta a los autores. ¿Qué quito, a qué renuncio? Pero al seguir existiendo las tres cosas, pensé que ese sufrimiento era absurdo, porque quien quiera saber más va a disponer siempre del libro. No tendría sentido hacer algo para tres medios distintos con tres versiones idénticas, pues ninguna aportaría mucho sobre la otra”, reflexiona De Vega.

 

   Pero más que nada, bromea, introdujo los cambios para pasearse por la Gran Vía madrileña montada en unicornio. La grabación de esa secuencia clave para la película supuso cortar la arteria capitalina con fines cinematográficos por primera vez desde el rodaje de Abre los ojos, del que han transcurrido más de 20 años. “Cuando estoy desbordada por el trabajo, cuando me siento agotada con la profesión, solo me recreo en un pensamiento: ‘Fui en unicornio por la Gran Vía’. Y se me pasa”.

 

   La base de la historia se mantiene en el papel, el escenario y la pantalla. “Un concienzudo estudio de campo en el mundo de las relaciones basado en el conocido método del ensayo-hostión”, puede leerse en la sinopsis. Pero los medios para contarla han sido muy distintos. “He intentado escribir aprovechando al máximo las posibilidades de cada disciplina. En el libro quise introducir elementos que no podría usar ni en el teatro ni en el cine. En el teatro, al haber interacción con el público, hay muchas cosas únicas. Y en el cine perseguía todo aquello que lo convierte en arte audiovisual. Me parece un juego interesante porque por el camino vas perdiendo unas cosas y ganando otras”. 



   Del libro al monólogo, el mayor desafío consistió en reducir el material y añadir elementos que explotaran la cercanía y la respuesta en directo del público. Más tarde, los problemas a la hora de trasladar esa inmediatez a la pantalla han sido parecidos a los de Pablo Maqueda al dar carta de naturaleza a La desconocida. “En el teatro das por contados muchos aspectos sobre una historia y te centras sobre todo en los momentos más decisivos. Con una sola frase ya has generado un personaje o una situación. Por el contrario, en el cine narras cada historia con detalle para que la gente se familiarice con los personajes. Ese ahorro de tiempo en el teatro te permite hacer un montón de reflexiones que luego en el cine no caben, ya que el espectador tiene que ver lo que pasa. Combinar todo eso sin perder el mensaje o las reflexiones de fondo ha sido el mayor reto para mí”. 

 

   Afortunadamente, De Vega contó para ello con la complicidad de Chus Gutiérrez, que respetó al máximo su visión. “Como directora, Chus me dio su punto de vista y muchos consejos en algunas cosas que yo tuve en cuenta. La colaboración guion-dirección me parece fundamental. He tenido mucha suerte porque tanto ella como los productores entendieron que este proyecto era muy personal, y eso me ha permitido tener bastante control sobre todo lo que se hacía”, admite.

 

   A todo ello hay que sumar su faceta como actriz, que le ha ayudado mucho en su andadura por la escritura. “A lo largo de mi carrera como guionista he usado mucho mi formación como actriz porque acabas desarrollando cierta intuición. Sobre todo, en la manera de componer una frase. Tanto el ritmo como la precisión del lenguaje son fundamentales en comedia. El mismo chiste dicho con una palabra cambiada de sitio marca la diferencia entre una carcajada o un aplauso y un silencio incómodo. Resulta increíble hasta qué punto el humor es matemático”.

 

   Poco de matemático tiene, en cambio, la muy misteriosa aventura de adaptar. En este territorio no existen fórmulas ni recetas infalibles: cada adaptación debe hallar su propio camino para que los espectadores, sea en las butacas de un teatro o de un cine, se rindan frente a lo que ocurre ante sus ojos.

Versión imprimir