HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
− ¿Se acuerda del momento particular en que decidió ser actor?
− Es una sucesión de momentos y situaciones lo que me ha llevado a dedicarme a esto. Alguien me dijo una vez: “Esto no lo has elegido tú, te ha elegido a ti”. Estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación.
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− A mi madre. Fui a Burgos para tener una conversación de esas que solo se pueden tener con una madre. Recuerdo que se lo comenté y me respondió: “¿Es lo que quieres? Pues entonces llega hasta el final”.
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− Las personas que me he encontrado y las oportunidades que me van dando. Soy de los que creen que la suerte se la trabaja cada uno, pero además de ese empeño, siempre conoces a alguien que te marca de una forma especial. Haberme encontrado con mi maestra Cristina Rota o con Adriana Ozores ha sido una fortuna.
− ¿Cuál de los papeles que ha interpretado le ha dejado más huella?
− El policía que encarnaba en Rabia, Santa, trajo consigo muchas experiencias bonitas. Me ha dado la oportunidad de probarme y de apretarme las tuercas. Buscando en él, he aprendido muchas cosas de mí mismo, y eso es algo maravilloso.
− Si el teléfono dejase de sonar definitivamente, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Procuro no pensarlo mucho, pero me dedicaría a algo que estuviese relacionado con la interpretación. Siempre he trabajado con un público, es lo que mejor conozco.
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− Aunque a veces la toalla pesa un montón, uno no deja a la ligera un estilo de vida. Yo no puedo tirarla.
− ¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− En alguna escena de cama, como cuando me tocó hacer de homosexual en una muy subidita de tono, pero también en alguna de acción.
− ¿Cuál considera que es el principal obstáculo para el cine español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− Me gustaría no hablar de problemas, sino de mejorías, como el aumento de las coproducciones con el extranjero. Pero la realidad también tiene sombras importantes: el IVA al 21 por ciento, los elevados precios de las entradas, la ausencia de subvenciones, los convenios de los trabajadores del sector… No es que el celuloide tenga un problema; creo que tenemos un problema como sociedad. Estamos viviendo una curiosa etapa política a la que deberíamos prestar atención. No sé cuál es la salida, pero me gustaría mucho encontrar en España algunas cosas que voy viendo en otros países. En Colombia o EEUU se estimula la mente de los jóvenes con actividades como el teatro, la oratoria, el debate o la filosofía. Dentro y fuera de las aulas. Eso genera un interés que después se ve reflejado.