‘La escopeta nacional’ disparó su popularidad
Luis escobar tenía un carácter alegre y simpático. Como siempre tuvo cara de característico, de joven encarnó pocos papeles. Francisco Umbral escribió: “A Luis lo perdí de vista cuando Berlanga lo metió en el cine, haciendo que así aflorase toda su enorme personalidad de cómico y de hombre, su saber irónico de la vida y su cariño entrañable por las cosas, poco frecuente en un aristócrata de sus grados y añadas”. Porque llegó 1978 y Luis García Berlanga le ofreció un papel coral en una película llamada La escopeta nacional, donde interpretaba al Marqués de Leguineche. Este fue el primer éxito de taquilla de Berlanga (según sus propias palabras), y tanto conmovió el personaje del Marqués que a raíz de ello se rodó una segunda parte: Patrimonio nacional (1981). Y finalmente una tercera, completando esa trilogía de la España del postfranquismo con Nacional III (1982).
Al intérprete le paraban por la calle, le felicitaban… Con 70 años se convirtió en una figura a la que entrevistaban en la radio, dedicaban artículos en la prensa e invitaban a programas de televisión como el Un, dos, tres. Aquel Marqués de Leguineche se había convertido en un personaje ineludible en la historia del cine español.
Tan apabullado quedó por tan repentino éxito que una vez no pudo evitar disculparse, en cierta manera, ante Juan de Borbón: “Siempre me he dedicado a esto y con mi físico solo podía hacer papeles de viejo. Ahora que lo soy, es mi momento, no podía rechazar un papel así”.
Cine de todo tipo en los años ochenta
El bombazo de La escopeta… propició que no dejara de hacer películas hasta su muerte. Un tardío reconocimiento como actor, pero le encumbró a la fama, anhelada de algún modo. Su siguiente cinta fue La Sabina, de José Luis Borau, donde repitió felicitaciones. Su agente artístico en ese momento será Damián Rabal, quien también representó a Concha Velasco, Fernando Rey, Victoria Vera, José Sacristán, Silvia Marsó… Le propuso una pequeña intervención en La colmena (1982) de Camus. Pese a ser una perla su actuación, al principio no quedó contento con su papel, recordado por compartir secuencia con el autor de la novela: Camilo José Cela.
Escobar se sincera en sus memorias con frases muy elocuentes: “Doblar con Berlanga es un abierto contraste con Mariano Ozores. Este todo lo encuentra bien y hay que frenarle. Berlanga todo lo encuentra dudoso y hay que empujarle”. De interpretaciones naturales y comportamiento exquisito en los rodajes, su aparición en escena generaba una empatía inmediata del espectador, que le identificaba con alguien tiernamente conocido: un tío, un abuelo… Por eso también triunfó en unas cuantas películas infantiles, un género en el que se inició con Las aventuras de Enrique y Ana, donde le cantaban aquello de “¡Abuelito dame un beso que hoy estoy de buen humor!”. Luego vino Buenas noches, señor monstruo (Antonio Mercero) y finalizó con Teo el pelirrojo, compartiendo reparto con un pequeño Juan Diego Botto.
Creyente y católico practicante, de vez en cuando iba a misa a la Virgen de la Novena, la patrona de los actores. Sin duda, casaba perfectamente con su rol de director de colegio religioso en ¡Sufre mamón! (1987), el filme centrado en Hombres G, grupo idolatrado en aquel momento. De muy distinto corte son otros títulos de su currículum como ¡Que vienen los socialistas! o El divorcio que viene. Alguien le preguntó en una ocasión si trabajaba por vocación o por vanidad, a lo que él contestó que “ambas son la misma cosa”.