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25-01-2018

Descargar'>Secuencia de 'La escopeta nacional': a la izquierda aparece Escobar en su papel del Marqués de Leguineche.

Secuencia de 'La escopeta nacional': a la izquierda aparece Escobar en su papel del Marqués de Leguineche.

El aristócrata que presumía de ser actor
 
 
 
Aunque Luis Escobar ostentaba el título de marqués, muchos españoles le conocieron por su faceta artística. Alcanzó la fama a los 70 años con 'La escopeta nacional', que cumple ahora cuatro décadas
 
 
 
GUILLERMO TORDESILLAS SALVATIERRA
Pregunté en librerías de calle, rastreé por librerías de viejo y navegué por portales de compraventa de objetos de colección, pero al final lo encontré. Era una única edición descatalogada de las memorias incompletas de Luis Escobar Kirkpatrick. Un hombre de personalidad contundente, dinámica y vanguardista difícil de perfilar. Fue el hombre que siempre quiso ser actor, y quizás ahora es buen momento para recordar su figura, puesto que este año se cumple el 110 aniversario de su nacimiento y 40 años del estreno de La escopeta nacional, la película de Berlanga que le lanzó a la fama.
 
   ¿Qué es un actor? ¿Qué hace a un actor ser actor? ¿Basta con que alguien se declare actor para serlo? Él siempre quiso ser actor. Pero la vida es caprichosa y concede deseos cuando le viene en gana. Aunque al final, con él, parece que se portó bien. 
 
   Escobar nació en Madrid en 1908 y fue marqués de las Marismas del Guadalquivir. Tuvo una infancia y juventud típicas de un niño de la aristocracia en los años veinte: una casa con gobernantas y cocineras, veraneos en la Granja haciendo corte a Alfonso XIII, fiestas de sociedad, viajes por Europa y gente bien. Se licenció en Derecho, más por obligación que por vocación. Su familia estaba ligada al ala conservadora de la monarquía y era propietaria del periódico La Época. Tras asistir a los cursos de la Escuela de Periodismo de El Debate colaboró con pequeños artículos en Ya y ABC, haciendo crónica de sociedad. Todo ello antes de la guerra, la del 36, que definiría posteriormente como un “quítate tú para ponerme yo”.
 
Teatro moderno en tiempos reaccionarios
En la posguerra su vida dio un giro hacia el espectáculo. Se convirtió en autor, director y actor. Primero puso en escena autos sacramentales, aunque después siguió los caminos renovadores y modernistas que tomaba el teatro español, a cuyo frente se situó junto a Felipe Lluch o Cayetano Luca de Tena.

Descargar'>Junto a Amparo Soler Leal en 'Nacional III', título que cerraba la trilogía de Berlanga en torno al Marqués de Leguineche

Junto a Amparo Soler Leal en 'Nacional III', título que cerraba la trilogía de Berlanga en torno al Marqués de Leguineche

 
   Sus puestas en escena más sobresalientes y que le consagraron como uno de los grandes fueron La cena del rey Baltasar (1939), Los endemoniados (1944) y El mundo será tuyo (1948). Durante bastantes años dirigiría el Teatro Nacional María Guerrero, donde realizó montajes como Crimen y castigo uno de los hitos de su carrera, el Don Juan Tenorio de Zorrilla, de gran éxito en las temporadas 1949-1950 y cuya escenografía estaba firmada por DalíGracias en parte a estos grandes, junto con otros que vendrían luego, desde Buero Vallejo a Alfonso Sastre, el teatro no perdió la senda de la modernidad.
 
   Al dejar el María Guerrero compró y reformó junto con otros socios el Teatro Eslava. Ese coliseo fue un continuo ‘No hay billetes’ hasta que la crisis de los años ochenta forzó su venta y la reconversión en la actual discoteca. Estando al frente del Eslava ayudó al público a descubrir a grandes actores y actrices, como Concha Velasco, Paco Rabal o Nati Mistral.
 
   Como autor adaptó obras de Guillén Castro o Jacinto Benavente, además de escribir El amor es un potro desbocado, basada en la juventud de Jimena y El Cid. Colaboró en el mítico Estudio 1, llevando a la televisión el mismo Don Juan Tenorio en 1970. Para el cine dirigió dos largometrajes. La honradez de la cerradura (1950), primera película de Paco Rabal como protagonista, donde ejerció más como director de actores que como realizador, tuvo cierto eco en Cannes. Pero La canción de la Malibrán (1951) pasó sin pena ni gloria.
 
   Pese a que había hecho mucho por las artes escénicas en una época complicada, cuando años después saludó al Papa se presentó de la siguiente forma: “Santidad, soy un actor español”. Ni director de escena, ni de cine, ni marqués de las Marismas ni dueño de un teatro. Un actor español.

Descargar'>La memorable secuencia de Escobar con Camilo José Cela en 'La colmena'. De pie: Mario Pardo (a la izquierda) y Paco Rabal (a la derecha).

La memorable secuencia de Escobar con Camilo José Cela en 'La colmena'. De pie: Mario Pardo (a la izquierda) y Paco Rabal (a la derecha).

 
‘La escopeta nacional’ disparó su popularidad
Luis escobar tenía un carácter alegre y simpático. Como siempre tuvo cara de característico, de joven encarnó pocos papeles. Francisco Umbral escribió: “A Luis lo perdí de vista cuando Berlanga lo metió en el cine, haciendo que así aflorase toda su enorme personalidad de cómico y de hombre, su saber irónico de la vida y su cariño entrañable por las cosas, poco frecuente en un aristócrata de sus grados y añadas”. Porque llegó 1978 y Luis García Berlanga le ofreció un papel coral en una película llamada La escopeta nacional, donde interpretaba al Marqués de Leguineche. Este fue el primer éxito de taquilla de Berlanga (según sus propias palabras), y tanto conmovió el personaje del Marqués que a raíz de ello se rodó una segunda parte: Patrimonio nacional (1981). Y finalmente una tercera, completando esa trilogía de la España del postfranquismo con Nacional III (1982).
 
   Al intérprete le paraban por la calle, le felicitaban… Con 70 años se convirtió en una figura a la que entrevistaban en la radio, dedicaban artículos en la prensa e invitaban a programas de televisión como el Un, dos, tres. Aquel Marqués de Leguineche se había convertido en un personaje ineludible en la historia del cine español.
 
   Tan apabullado quedó por tan repentino éxito que una vez no pudo evitar disculparse, en cierta manera, ante Juan de Borbón: “Siempre me he dedicado a esto y con mi físico solo podía hacer papeles de viejo. Ahora que lo soy, es mi momento, no podía rechazar un papel así”.
 
Cine de todo tipo en los años ochenta
El bombazo de La escopeta… propició que no dejara de hacer películas hasta su muerte. Un tardío reconocimiento como actor, pero le encumbró a la fama, anhelada de algún modo. Su siguiente cinta fue La Sabina, de José Luis Borau, donde repitió felicitaciones. Su agente artístico en ese momento será Damián Rabal, quien también representó a Concha Velasco, Fernando Rey, Victoria Vera, José Sacristán, Silvia Marsó… Le propuso una pequeña intervención en La colmena (1982) de Camus. Pese a ser una perla su actuación, al principio no quedó contento con su papel, recordado por compartir secuencia con el autor de la novela: Camilo José Cela.
 
   Escobar se sincera en sus memorias con frases muy elocuentes: “Doblar con Berlanga es un abierto contraste con Mariano Ozores. Este todo lo encuentra bien y hay que frenarle. Berlanga todo lo encuentra dudoso y hay que empujarle”. De interpretaciones naturales y comportamiento exquisito en los rodajes, su aparición en escena generaba una empatía inmediata del espectador, que le identificaba con alguien tiernamente conocido: un tío, un abuelo… Por eso también triunfó en unas cuantas películas infantiles, un género en el que se inició con Las aventuras de Enrique y Ana, donde le cantaban aquello de “¡Abuelito dame un beso que hoy estoy de buen humor!”. Luego vino Buenas noches, señor monstruo (Antonio Mercero) y finalizó con Teo el pelirrojo, compartiendo reparto con un pequeño Juan Diego Botto.
 
   Creyente y católico practicante, de vez en cuando iba a misa a la Virgen de la Novena, la patrona de los actores. Sin duda, casaba perfectamente con su rol de director de colegio religioso en ¡Sufre mamón! (1987), el filme centrado en Hombres G, grupo idolatrado en aquel momento. De muy distinto corte son otros títulos de su currículum como ¡Que vienen los socialistas! o El divorcio que viene. Alguien le preguntó en una ocasión si trabajaba por vocación o por vanidad, a lo que él contestó que “ambas son la misma cosa”.
 
   A punto estuvo de hacer un papel en El nombre de la rosa (Jean-Jacques Arnaud). Y se resistió a un nuevo papel con Berlanga en La vaquilla, harto del mismo registro.

Descargar'>Escobar engrosó el cartel del largometraje infantil 'Las aventuras de Enrique y Ana'

Escobar engrosó el cartel del largometraje infantil 'Las aventuras de Enrique y Ana'

 
   Debido a su gran éxito entre el público, el director de la revista Semana le pidió que escribiera varios artículos autobiográficos. Se le ofrecieron entonces participaciones en series que quedaron en la memoria colectiva: Anillos de oro, Don Baldomero y su genteLa huella del crimen (en el capítulo El crimen de la calle Fuencarral, protagonizado por Carmen Maura), Segunda enseñanza, Brigada central, Goya o Eva y Adán, agencia matrimonial.
   
   En la calle Covarrubias vivió rodeado de perros y plantas. Falto de espacio, se mudó a la urbanización Conde de Orgaz, a una casa que fue localizada por Almodóvar para rodar Laberinto de pasiones (1982). Ese lugar tenía lo que Escobar necesitaba: un mimado jardín, sitio para los perros y una piscina en la que bañarse desnudo. “Al que no le guste, que no mire”, decía. Cumplía además como perfecto anfitrión de comidas, meriendas y cenas con tertulias que se alargaban hasta la noche, aunque muchas tardes se acercaba en su mini al Rey Fernando, un bar de Chueca, para tomar una copa.
 
   Envidiable amistad trabó con Dalí. “La conversación con él es siempre sobre temas sexuales”, reconoció. Y trató con la florinata cultural, intelectual y política de distintas épocas: Federico García Lorca, César Manrique, Kirk Douglas, George Cukor, Maria Callas, Sáenz de Heredia, Jaime Campmany, Manuel Fraga, Calvo-Sotelo, la Familia Real…
 
   Murió en 1991, mientras filmaba la cinta Fuera de juego, la cual le dedicaron. Su director, Fernando Fernán-Gómez, recordó en su entierro esa permanente alegría que “le hacía parecer el más joven del rodaje, cuando era el de más edad”. La gala de los Goya que se celebró al día siguiente de su fallecimiento se convirtió en un sentido homenaje a su memoria. Por si alguien tiene curiosidad, sus restos se encuentran en el Panteón de Escritores y Artistas Españoles del cementerio de San Justo de Madrid.
 
   En 1985 Escobar coincidió durante una recepción con Reagan, por entonces presidente de EEUU. Después de felicitarle por su discurso añadió: “I am an actor”. Un tercero concretó: “He is an actor and a marquis”. A lo que el artista replicó: “A marquis you are or you are not, and that’s all. But you are an actor when you want to be”. Reagan rió y hasta le abrazó. Él fue presidente y actor, y Luis Escobar fue un actor español.

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