Una comedia sobre las enfermedades de transmisión sexual, el miedo al sida y su influencia en los primeros colectivos de riesgo: homosexuales, prostitutas y drogadictos. Así es el cine de Fernando Colomo, que suele decir sobre su obra: “Haga lo que haga, siempre me sale una comedia”. El director estrenó La vida alegre en 1987 y logró inocularle su habitual espontaneidad y ese sentido del humor tan jocoso, y a la vez delicado, de otros títulos de su carrera. ¿La inspiración? La consulta que dirigía Concha Colomo, hermana de Fernando, por iniciativa del Ayuntamiento de Madrid para pacientes con pocos recursos. En síntesis, Concha se convierte en Verónica Forqué.
La novela había ganado el premio Planeta en el año 1978, y aunque La muchacha de las bragas de oro no esté considerada como una de las escrituras mayores de Juan Marsé, no deja de formar parte de la obra de uno de los nombres emblemáticos en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. Así que Vicente Aranda, fanático de la obra del escritor catalán, al que volvería tres veces más –en Si te dicen que caí, El amante bilingüe y Canciones de amor en Lolita’s Club–, pensó que había terreno ganado con el bum editorial para la comercialidad de la película. La nueva España de la democracia, encarnada por la insolencia, la libertad y el deseo sexual en el papel de una jovencísima Victoria Abril, se enfrentaba de esa vieja España que luchaba por reinventarse. La cinta, pese a su complejidad, llevó a los cines a 700.000 espectadores.
Eran tiempos oscuros de dictadura, pero el cine intentaba poner el color: en las pantallas, en los cartelones de la Gran Vía madrileña, en el ánimo de los españoles. Pedro Masó, maestro del cine comercial, pergeñó la idea: durante el llamado día de la banderita de la Cruz Roja, cuatro mujeres jóvenes de distintas clases sociales recorrerían las calles de Madrid mientras todo tipo de hombres se quedarían prendados de sus encantos. Concha Velasco, Katia Loritz, Mabel Karr y Luz Márquez eran las cuatro protagonistas. Junto a ellas, una deslumbrante corte de secundarios: Leblanc, Arturo Fernández, Antonio Casal, Manolo Gómez Bur, Raúl Cancio, Erasmo Pascual… Ah, y el portero del Valencia CF Ricardo Zamora, hijo del mítico guardameta del Barcelona y de la selección española.
En las películas censuradas por su contenido amoroso o sexual durante el franquismo, siempre llamó la atención la obstinación de los responsables por cortar diálogos cómicos de carácter picante, muchas veces brillantes y otras absolutamente indoloros. No solo se cebaron con el Billy Wilder pícaro y rijoso de 'Irma la dulce' (que ya de por sí se estrenó con seis años de retraso). Las obsesiones censoras alcanzaban hasta a películas tan cándidas como 'La pícara soltera' o personajes que, en el caso de Mario Moreno "Cantinflas", hacían las delicias de todos los públicos.
El día 5 de abril de 1976, 29 presos de la cárcel de Segovia lograron fugarse a través de un túnel bajo tierra que habían estado cavando durante meses. 24 de aquellos presidiarios eran miembros de ETA. Uno de ellos, Ángel Amigo, publicó dos años después 'Operación Poncho', una novela con forma de crónica en la que daba cuenta de los preparativos, la fuga y sus consecuencias. Ya en 1981, con el propio Amigo como productor y coguionista de la película, Imanol Uribe estrenó 'La fuga de Segovia', rodada en Tolosa, donde se transformó un viejo colegio en el penal segoviano.
La llegada del hombre a la Luna, en julio de 1969, sirvió como espoleta para una comedia disparatada y enormemente exitosa en la época. Apenas unos meses después del paseo de Neil Armstrong por nuestro satélite, Pedro Masó, productor, director y guionista, ya se había puesto manos a la obra con un libreto de comedia que aprovechara la fiebre espacial para llevar al público a las salas. La película, titulada sencillamente 'El astronauta' y dirigida por Javier Aguirre, se estrenó en cines en el mes de diciembre de 1970 y vendió 1,2 millones de entradas.
En su mediometaje de fin de carrera para el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, el emergente genio oscense retrató el agobio y la desesperanza para los jóvenes de una España rancia y amargada. Clara, una sirvienta en una casa de clase media, apura entre el Retiro y una sala de baile sus únicas horas semanales de libranza. El germen de lo que sería el Nuevo Cine Español ya estaba aquí.
Las reticencias que suscitaba entre los censores que se intentara hacer una película como Fuenteovejuna en medio de la dictadura de Franco eran casi obvias: la obra original de Lope de Vega es el símbolo de la unión del pueblo contra la opresión y el atropello, y los posibles paralelismos en un país en el que no cabía la libertad estaban ahí para quien quisiera recogerlos. Sin embargo, el director Antonio Román se atrevió en 1947 con ello, en una historia en la que incluso se tortura a los que no comulgan con el poder. Javier Ocaña rescata en su Anecdotario los pormenores de aquella historia.
En un tiempo en el que los cortometrajes eran en su inmensa mayoría divagaciones alejadas de la narrativa tradicional, acercamientos más para uno mismo y para su formación que para un espectador en busca de entretenimiento o emoción, José Luis Guerín, experimentador máximo entre los experimentadores, no decepcionó con sus trabajos en el formato corto, anteriores a su debut en el largo ('Los motivos de Berta', 1984). Entre aquellos cortos primerizos destaca 'Souvenir', de 1986, en blanco y negro y filmado en súper 8 mm, con fotografía de Gerardo Gormezano y del propio Guerín. En sus apenas cinco minutos, Silvia Gracia y el propio director pasean por la playa, esquivan las olas junto a las rocas, juguetean con el agua o abrazan estatuas: un no-relato en toda regla.
Durante los primeros años de dictadura siempre resultó extraño que, pese a la enorme fama del escritor Vicente Blasco Ibáñez en el extranjero, a las adaptaciones de su obra realizadas en Hollywood (de 'Sangre y arena' a 'Los cuatro jinetes del Apocalipsis'), y al hecho de ser un cineasta valenciano con novelas ambientadas en su tierra, la productora más poderosa de la época, Cifesa, radicada en Valencia y con jefes de allí, nunca hubiera adaptado alguno de sus libros. 'Cañas y barro' solo pudo llegar a la pantalla con una segunda versión del guion, de Manuel Tamayo, que dulcificaba la novela. Sobre todo porque se añadía una esencia moral radicada en el remordimiento y en la redención cristiana.
Dos superventas juntos solo podían acabar obteniendo un éxito, y así fue. Las novelas de Alberto Vázquez-Figueroa reinaban en los muebles-bar de infinidad de hogares españoles de los años 70 ('Ébano', 'Tuareg'... y, por supuesto, 'Como un perro rabioso'). Y las películas de Antonio Isasi-Isasmendi eran lo más parecido a una gran producción de acción de Hollywood que se hacía en Europa: 'Estambul 65', 'Las Vegas 500 millones'. Con guion de Juan Antonio Porto y el propio Isasi, la adaptación de 'El perro' llegó a las pantallas protagonizada nada menos que por Jason Miller, el mítico padre Karras de 'El exorcista'. Entre los papeles secundarios figuraban Marisa Paredes –esposa de Isasi– y la curiosidad de poder ver al director Juan Antonio Bardem como actor, haciendo de villano.
No era actor, pero participó en 25 títulos, entre películas, cortometrajes y series de televisión, y hasta fue nominado a un Goya. De adolescente estuvo ingresado en un sanatorio para tuberculosos, una peripecia que sirvió de inspiración para 'El año de las luces'. Se hizo amigo de Fernando Trueba, 33 años más joven, y este acabó casándose con una de sus hijas. Fue emigrante en Brasil y Venezuela, se ganó la vida como brillante dibujante de cómics y, para los conocedores, su voz de cascarrabias resultaba inconfundible. Era Manolo Huete Aguilar (1922-1999), padre de la productora cinematográfica Cristina Huete, de la diseñadora de vestuario Cristina Huete, y suegro de Trueba.
En la España de 1980 había, como es obvio, gente harta de su pareja y que no podía aguantar más una vida en común. Pedro Masó, siempre atento a los grandes temas de la sociedad de su tiempo, lo sabía bien y orquestó 'El divorcio que viene'. En un guion escrito junto con Rafael Azcona, Masó compuso una serie de situaciones cómicas, en tono casi de farsa, con la lucha de sexos como esencia. No se trataba de hacer una obra político-social que reflexionara sobre la institución. El objetivo era hacer una película popular que tuviese tirón comercial, y a fe que se consiguió, con un reparto de lujo integrado por José Sacristán, José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal y Mónica Randall. Tipos calzonazos y mujeres decididas para un exitazo que convocó a 800.000 espectadores.
Los Premios Feroz de 2022 han servido a muchos para descubrir a la maravillosa Cecilia Bartolomé, la más desconocida de la primera generación de directoras de cine en España. Pero hay un antecedente a esa tripleta que conformaba Cecilia junto a Josefina Molina y Pilar Miró. Tras ser actriz sin convicción durante los años cuarenta, esta fiera leonesa se colocó detrás de la cámara con una lucidez radiante ('La ciudad perdida'). Cambió de marido cuando divorciarse era una quimera en España. Coqueteó con la Cuba castrista y acabó detenida en el aeropuerto de Málaga durante la agonía del franquismo. ¿Buscaban una vida de película?
Los desgraciados fracasos consecutivos de tres de las cinco primeras (y formidables) películas de Mario Camus propiciaron que el realizador cántabro tuviera que refugiarse por un tiempo en el cine comercial de encargo. Así fue como asumió, entre 1966 y 1968, tres títulos consecutivos al servicio del cantante Raphael. Camus dignificó hasta tal punto aquellos productos populares que los tres filmes pueden verse hoy como obras particularmente nobles en lo cinematográfico (sobre todo el primero, 'Cuando tú no estás') y, desde luego, muy por encima de la media en este tipo de productos. Lo recuerda y explica Javier Ocaña, coincidiendo con el éxito de la serie documental 'Raphaelismo', en Movistar +.
Cuando debutó en el cine con 'Juventud drogada' (1977), exponente iniciático de lo que acabaría llamándose "cine quinqui", José Luis Pacheco ya había sido campeón de España de boxeo, había pasado por la cárcel, formado parte de la Legión e integrado una pandilla de delincuentes de barrio madrileño (apodados Los Ojos Negros) que acabaría apadrinando a un joven Camilo Sesto y velando por su seguridad. Por entonces también había escrito un libro de memorias, precisamente durante su estancia en prisión, de título poco amigo de lirismos: 'Mear sangre'. Javier Ocaña repasa esta figura singularísima, con ocho películas en su filmografía.
Inspirándose en la vida y los últimos días de Francisco 'Quico' Sabaté, anarquista miembro del maquis, la lucha de la guerrilla antifranquista tras la finalización de la Guerra Civil Española, 'Y llegó el día de la venganza' abordó un periodo y una figura que la dictadura deseaba obviar o, en todo caso, tratar de otro modo: como a bandoleros criminales en lugar de combatientes. El filme, bellísimo en su estética, sólido en su narración e interesantísimo en sus conflictos morales, fue no ya censurado, sino fulminantemente prohibido en España. No podría verse en los cines hasta 1978, 14 años más tarde de su presentación internacional.
La película de Ramón "Tito" Fernández superó el millón de localidades vendidas con una historia coral y de tímido corte picante, aprovechando la relajación de la censura durante los últimos coletazos del franquismo. Lola Flores interpreta para la posteridad el número de 'Cómo me la maravillaría yo' en una cinta por la que también desfilan la veterana Estrellita Castro o un jovencísimo Camarón de la Isla.
Uno de los casos más curiosos de la historia de la interpretación cinematográfica en España fue el de Félix de Pomés (Barcelona, 1889-1969), inmortalizado como el espectro de La torre de los siete jorobados (1944), la obra maestra de Edgar Neville, en la que a su planta de 1,84 centímetros, desacostumbrados en los españolitos de la época, añadía aquel perturbador efecto especial de la ausencia de un ojo. Lo llamativo es que, antes de iniciar su carrera en el cine, el inquietante De Pomés había sido deportista de élite, primero como futbolista (en el Español y el Barça) y más tarde como tirador de esgrima. Es más, representó a España durante dos juegos olímpicos consecutivos, los de 1924 en París y 1928 en Ámsterdam. Javier Ocaña nos ilustra sobre su pintoresca biografía.
Si el gremio de los actores sigue siendo objeto de recelo en la España de hoy, imagínense cómo sería la cosa en la dictadura. Más peliagudo aún sería el panorama si se trataba de vedettes y actrices de revista en una pequeño pueblo. Es lo que retrató en 1967 el cineasta Antoni Ribas con su aplaudida ópera prima 'Las salvajes en Puente San Gil'. Los hombres de la localidad, interesados únicamente en las artistas por sus cuerpos, hasta el punto de un intento de violación. Las vecinas y las autoridades, empeñadas en prohibir las representaciones del espectáculo porque atenta contra la rectitud espiritual. Y la única jovencita que simpatiza con las mujeres de la compañía acaba junto a ellas en un coche policial. Las actrices de los años sesenta, víctimas de múltiples verdugos.
¿Sabíais que 'El crucero Baleares' fue una película que ya no existe? En realidad, dejó de existir antes de haberse estrenado. Las autoridades franquistas la prohibieron tras un pase privado, destruyeron su negativo, eliminaron las copias para el estreno comercial en abril de 1941. ¿Por qué semejante ensañamiento contra una cinta afín al ideario de la dictadura? Podría ser porque, en vez de retratar una hazaña épica, se centraba en la mayor derrota naval del ejército de Franco durante la Guerra Civil. Pero las historias de mártires también exaltan el patriotismo. Y de no haber estado de acuerdo, la censura ya habría intervenido antes del rodaje. Entonces, ¿cuál fue el motivo de este naufragio cinematográfico? Descúbrelo aquí.
En tiempos como los que vivimos, impacta el frenesí de nuestro cine en los años sesenta. Por entonces se rodaba tanto que José Luis López Vázquez y Gracita Morales compartieron reparto en siete películas durante 1967. Poco conocida (y eso que llevó a las salas a más de dos millones de espectadores) es la comedia 'Operación cabaretera', donde el cineasta Mariano Ozores parodiaba esas aclamadas historias de espionaje al estilo James Bond. Para ello se sirvió de dos personajes disparatados: una chica de un club de alterne y el dueño de una empresa de artículos de broma. Las risas estaban aseguradas. Y la tijera censora, también.
En 1963 el cineasta exploraba el territorio de la ciencia ficción con 'La hora incógnita', aunque la apuesta no le fue bien en taquilla. Algunas escenas de la película parecen una profecía de lo que se vive este 2020: gente que no puede salir de sus casas o que decide huir desesperadamente en busca de refugio. En la ficción la la alarma no la provocaba un virus, sino un misil nuclear a punto de explotar. Ozores contó en el reparto con sus hermanos Antonio y José Luis, Emma Penella, Fernando Rey, Jesús Puente...
Una película sobre los inicios del mítico cabaré Moulin Rouge, por contenidas que fueran sus imágenes, no encajaba entre las producciones mejor recibidas en la España de 1957. Aunque la dirigiese Jean Renoir. Pero la censura franquista fue demasiado lejos a la hora de ponerse quisquillosa, especialmente con la actriz mexicana María Félix, a quien se consideraba tan provocadora como para suprimir algunos planos solamente por su presencia (sin movimientos insinuantes y vestida de forma decente) en ellos.
Madrid,1962. Un alumno aventajado de la Escuela Oficial de Cinematografía ya ha ayudado a su profesor Carlos Saura con los guiones de dos películas antes de concluir sus estudios. Estos los rematará Mario Camus con una práctica en forma de cortometraje titulada 'El borracho', cuyos créditos indican la intervención de dos nombres de relevancia en nuestro cine con el paso de los años: Pedro Olea y Luis Cuadrado. El director de la pieza retrata en menos de 20 minutos y doblemente las miserias sociales de la España de ese momento: por un lado, las penosas condiciones en que los obreros subsisten a las afueras de las urbes; por otro, la generalizada falta de empatía hacia el protagonista. ¿Por qué? Porque la gente solo tiene en cuenta su problema con el alcohol, sin considerar que ello deriva tanto de su paso por la cárcel como del desempleo.