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25-06-2015

Reportaje fotográfico: Sergio Lardiez

Reportaje fotográfico: Sergio Lardiez

 
Nueva York a través
de los ojos de
Natalia de Molina
 
La actriz de ‘Vivir es fácil…’ o ‘Techo y comida’ descubrió La Ciudad que Nunca Duerme junto al fotógrafo Sergio Lardiez. Este es el resultado
 
 
Presentía que conocería la Gran Manzana. La soñaba mucho. Este pasado enero estuve viviendo allí. Era la primera vez que iba y me animé a viajar sola. La aventura surgió a raíz de una promesa que me hice: cumpliría mi deseo neoyorquino si figuraba entre los ganadores del Shooting Stars, el galardón que conceden en la Berlinale para promocionar a actores emergentes de Europa. Finalmente me eligieron junto a rostros tan populares como la Maisie Williams de Juego de tronos y ya en febrero recibí el galardón de manos de la mismísima Natalie Portman. ¡Una pasada!
 
 
 

 
 
   Al salir del aeropuerto cogí un taxi hacia Manhattan en el que me emocioné hasta llorar. Había alquilado por la app Airbnb una habitación en el piso de una artista que cantaba rap y jazz y también actuaba. ¡Vaya rollazo tenía! Yo quería convivir con alguien autóctono y obligarme a hablar inglés incluso en casa, un plan que me salió redondo, pues la madre de la chica había sido profesora y se ofreció a darme clases particulares. Me enamoré del metro: me quedaba embobada con los músicos, me perdía a menudo… Como todo era nuevo para mí, observaba a la gente, lo cual no se estila demasiado. Van a su bola. Algún chico debía pensar que estaba tonteando con él si me veía sonreírle [Risas]. En las estaciones y dentro de los vagones hay fotos que le hicieron a Marilyn Monroe en el suburbano cuando era famosísima y los pasajeros de entonces no la identificaban. Alucinante. Es que soy muy fan…
 
 

 
 
   Estaba ansiosa por recorrer Central Park. Aterricé de noche, y nada más despertarme por la mañana me fui con mi paloselfi. Visité el famoso Strawberry Fields, el punto del parque bautizado así en honor a John Lennon, cuyo asesinato se produjo muy cerca. El momento resultó especialmente significativo porque en Vivir es fácil… había estado muy presente el genio de Liverpool y mi padre es beatlemaníaco. Aquel día gélido se me mojaron los zapatos y no me importó. Otra experiencia inolvidable fue seguir en directo la gala de los Globos de Oro acompañada por estadounidenses. ¡Cómo lo viven!
 
 

 
 
   Por suerte coincidí con un amigo mío que se dedica a la fotografía, Sergio Lardiez, así que gracias a él sigo presumiendo hoy del mejor recuerdo posible de mi estancia. La que anunciaban como la gran nevada del siglo nos pilló en pleno Times Square e interrumpimos la sesión porque la cosa arreciaba, pero al día siguiente se derritió casi todo después de que saliese el sol. Fue una mentira: no pasó nada. Peor fue el frío de 20 grados bajo cero que hizo: cada dos por tres me metía en un local porque no sentía la cara. Eso no impidió que tomase el emblemático barco a Staten Island, desde el que puedes contemplar gratis tanto el skyline de Manhattan como la Estatua de la Libertad.
 
 

 
 
   Me gustaría volver en otra época del año para patear las calles tranquila y sin la preocupación de congelarme. Es una ciudad para andar. Dedicaría más tiempo a explorar Brooklyn, el distrito donde están congregándose los artistas. Entré en un bar de rap y hip hop a tomar algo y me flipó cómo bailaban. ¡Llevan el ritmo en la sangre! Por allí descubrí también una enorme tienda de ropa de segunda mano y me compré una chaqueta marrón con caballos estampados.
 
 

 
 
   Acabé harta de comer. Aproveché el multiculturalismo para probar recetas de distintas partes del mundo. Todas riquísimas. Por eso me negué a pisar las grandes cadenas de hamburgueserías, no quise perderme los restaurantes americanos de verdad. Y entendí que la gente frecuente los puestos callejeros; me pareció una barbaridad lo que cuesta cualquier cosa en los supermercados. Se respira demasiado el capitalismo, aunque realmente esa es la esencia. Todo transcurre deprisa y para todo se necesita dinero. Puedes disfrutar de cualquier servicio que imagines siempre que pagues. Si deseas un simple cartón de leche, da igual que sean las seis de la madrugada: te lo traen de mil amores. O te recogen la ropa a domicilio y te la devuelven lavada.
 
 

 
 
   En Nueva York me sentí como en casa, en un sitio que conocía de antes gracias a las películas y las series. Estuve la mar de a gusto. Me acordaba de Spiderman cuando miraba hacia arriba, imaginaba cómo trepaba por los edificios [Risas]. En semejante escenario yo rodaría lo que fuera. Ahora me planteo el objetivo de pasar un mes al año en el extranjero. Ya me quedé prendada de San Francisco cuando fui a un festival gracias a Vivir es fácil con los ojos cerrados. Me fascinaron su paisaje y su ambiente. Como actriz me atrae Hollywood. Como melómana me recomiendan Nueva Orleans. Y como viajera me encantaría completar la Ruta 66.
Así se lo ha contado a Héctor Martín Rodrigo



 
La de Natalia de Molina (Linares, Jaén, 1989) es una carrera meteórica. Su irrupción en ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ (David Trueba) le valió el Goya a la mejor actriz revelación en 2014, ha salido del último Festival de Málaga con una Biznaga de Plata gracias a la dramática ‘Techo y comida’ (del debutante Juan Miguel del Castillo), demuestra habilidad para la comedia en ‘Cómo sobrevivir a una despedida’ (Manuela Moreno) y ahora estrena la esperadísima ‘Solo química’. A las órdenes de Alfonso Albacete comparte plantel con Ana Fernández, Rodrigo Guirao, Rossy de Palma, Alejo Sauras, Neus Asensi o José Coronado. Su andadura televisiva también ha comenzado con fuerza: recientemente la hemos visto en ‘Bajo sospecha’, la serie de intriga policial emitida por Antena 3

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