#ElFaroenAISGE
Una visión íntima y por escrito de las mejores entrevistas de Mara Torres en las madrugadas de la Cadena SER
Descubrirse a uno mismo, como Daniel Guzmán
Escribir 'A cambio de nada', casi la historia de su vida, le llevó 10 años pero le inmortalizó como hombre sensible y nos permitió que descubriésemos a su abuela y al hoy imparable Miguel Herrán. El actor, director y locutor intenta agilizar ahora, pese a su "perfeccionismo enfermizo", su segundo largometraje
MARINA GARCÍA DIÉGUEZ (@marinagdieguez)
@elfaroSER @maratorres_Este Gatopardo dice que el mar es un encuentro consigo mismo, pero acaso deberíamos extenderlo a toda esta entrevista. Podríamos llamarla: el hallazgo de Daniel Guzmán. Esta noche en tonos violetas, con ese fondo que ya representa estas conversaciones, contrasta con el vestido verde de Mara y la camisa a cuadros del entrevistado. Tal es el escenario que nos acompaña, pero el verdadero ambiente lo aportan las palabras, que son una mirada hacia dentro, nos brindan el relato de una vida, detallan las veces que nuestro protagonista se ha mantenido a flote, las que ha escapado e incluso las que se ha dado con el éxito de frente. Esta media hora es la generosidad de regalar su propio viaje a los oyentes. Alguien comenta en las redes de El Faro: “Madre mía, es tan tímido que hasta el tono de voz lo dice. Gracias por ese esfuerzo, Daniel, y hacernos partícipes de tus secretos. Gracias, Mara”. Y no puede dar más en el clavo.
No es tanto el mar, que descubre en su adolescencia, sino la montaña lo que forma parte consustancial de quien Guzmán es hoy. Aquellos veranos de su niñez son una caravana en la que compartía todo con sus padres. Su descripción inocente convierte el relato en evocador, ilusionante; a veces, parece que somos nosotros quienes nos creemos ver recostados en “esa lona verde que era mi cama”. “Es un sitio en el que compartes todo. Tengo la imagen de irme quedando dormido mientras veía que mis padres se dormían también”, explica. Aquel amor le dura hasta hoy. Hace diez años que estrenó cama propia y es su herramienta para huir o, llegado el caso, para intentar encontrarse.
“¿Qué ocurría aquellos veranos? ¿Cómo eran?”, pregunta Mara. “He sido hijo único y siempre he estado solo. Gracias a eso me he conocido siempre mucho a mí mismo”, explica. Daniel Guzmán reconoce que no se ha aburrido nunca: estar dentro de su cabeza ya era lo bastante entretenido. Su trabajo demuestra que debajo de esa cabellera, ahora un poco grisácea y cubierta por unos auriculares, bullen miles de ideas pugnando todo el rato por aflorar. Eso y la manera en la que aprendió a nadar, casi por las bravas, definen cómo es. Un hombre que se conoce a sí mismo más que a nadie, que observa y que trata, mientras tanto, de no hundirse. “Me tiraban a la piscina y tenía que aprender, sí o sí”, explica. En ese salir a flote radica la gran metáfora de su vida.
Si todos deseamos tener certezas en la vida, la gran certeza para este Gatopardo fue su abuela. Su deseo de presentarla al mundo, de compartir esa mujer “adelantada a su tiempo”, le llevó 10 años. Fue el tiempo que tardó en escribir el guion de A cambio de nada. Tenía claro que o era con ella o no sería. Mereció la pena. Le valió un montón de nominaciones y dos premios Goya. Homenajeó a su abuela y descubrió a Miguel Herrán, un joven que no encontraba su sitio y que en la interpretación se abrió al mundo. Daniel, hablando en broma y en serio al mismo tiempo, como se dice siempre lo más importante, le manda un mensaje: “Te tocó la lotería sin comprar un boleto, aprovéchalo”. En aquella historia, en aquel personaje que encarnaba Herrán, estaba él. “Me costó desnudarme, era demasiado duro hablar de uno mismo, eso hizo que el proceso me llevase 10 años. Además, nadie creía en la película. Y luego, claro, es que soy un enfermo de la perfección”, explica. Su ópera prima bebe de haberse escuchado a sí mismo durante todo ese tiempo de elaboración a fuego lento.
Su abuela fue el gran apoyo de su vida cuando la separación de sus padres, a los 14 años, asaltó su estabilidad. “Ese salto generacional nos unió. Y yo creo que al final ella se sintió orgullosa de mí”, dice. Se refugió en ella, y en aquel remanso de cariño y abrigo encontró sentido a un montón de ingredientes vitales. Cuando recogió el Goya a mejor director novel, en aquel 2015 triunfal, las lágrimas brotaban de sus ojos. En el patio de butacas, su madre y su abuela tampoco podían contenerse. Y, de repente, él dijo: “Para ti, abuela, que eres mi estrella”. Y fue como si el mundo fuese menos malo de repente, como un bálsamo y un suspiro en unas pocas palabras.
Además de director, muchos de los oyentes reconocen su voz y su rostro por su carrera interpretativa en series tan famosas como Aquí no hay quien viva. En realidad, había empezado en televisión en Menudo es mi padre, con aquella cabecera cantada con El Fary que esta noche también suena en las ondas para activar los recuerdos. “Me gustaba mucho ir a grabar solo para divertirme”, explica. Convertirse de la noche a la mañana en una persona conocida para todos le genera aún a día de hoy mucha incomodidad. “Pasas de observar la vida a ser observado. Pagas un peaje que te cambia la vida para siempre”, explica.
Ahora prepara su próximo largometraje. Bromea diciendo que ha necesitado toda su vida para sacar dos películas. No sabemos si lo que estamos por ver nos permitirá de nuevo el milagro de hallar a Daniel Guzmán en el propio relato. Este hombre bueno, con la barba un poco blanca, la voz tranquila, casi rasgada: como de luchador de batallas. Como dice él mismo, A cambio de nada es también una película sobre la amistad. Esta noche no podemos hacer otra cosa que agradecerle la suya.