twitter instagram facebook
Versión imprimir
05-04-2021

#ElFaroenAISGE

Una visión íntima y por escrito de las mejores entrevistas de Mara Torres en las madrugadas de la Cadena SER




Itziar Castro, una 'gata bajo la lluvia' acostumbrada a luchar a brazo partido


Se hartó de escuchar la frase “No das el perfil”. Dejó de buscar su sitio para hacerse uno propio: el suyo. Y entonces llegaron Eduardo Casanova y ‘Pieles’, y ya nada fue igual


MARINA GARCÍA DIÉGUEZ (@marinagdieguez)

@elfaroSER @maratorres_

 

Dice Carmen Martín Gaite en Lo raro es vivir: “¿No les parece a ustedes emocionante salir del mal por las mismas escaleras del mal, lograr cambiar su rumbo sin negar su existencia, aprovechándola?”. Es de eso que va esta historia. La actriz Itziar Castro dejó de pensar que tenía que descubrir su sitio y empezó a pensar que quienes tenían que descubrirla a ella eran los demás, y ahí encontró su oportunidad. Entra a El Faro, como todos los invitados, bajo el anonimato de un seudónimo. Es así tal y como Mara Torres consigue que el propio relato descubra al personaje, sin las ideas predispuestas de un nombre y un apellido. Pero, desde luego, este seudónimo no deja pasar nada por alto.

 

Si la Durcal viese no solo cómo Itziar elegía uno de sus temas más icónicos, La gata bajo la lluvia, como alias para este programa, sino cómo termina cantándolo, disfrutándolo y hasta interpretándolo junto a Mara pensaría, seguro, que aquella letra que lanzó en 1981 está más vigente que nunca. Es quizás ese el momento que da sentido a toda la conversación, porque se lee entre líneas cuál ha sido la constante de la vida de Castro: un resurgir cada día, un aprendizaje continuado, inagotable. Esa lucha la coloca exactamente en el lugar que le pertenece, en el sitio que no solo ella misma se ha buscado, sino que se ha construido ladrillo a ladrillo.

 

 

Pero empecemos por el principio: sus padres.

 

El mar por el que navegamos es el Mediterráneo y el pueblo menorquín de Binibeca, donde se enamoraron sus padres, la primera imagen. Hija de un pintor, del que recibe la vocación artística, y "una madre luchadora y trabajadora sin descanso”, de quien hereda la manera de vivir, esta Gataparda reconstruye su árbol genealógico con un orgullo reconocible. La entrevista le sirve para reivindicar lo que ha significado en su vida la figura materna: es con su historia que ha construido la suya propia. Gracias a su ejemplo ha superado las barreras que la sociedad y la industria de la interpretación se esforzaban por perpetuar, junto a unos modelos que no la identificaban.

 

“Mi madre fue criada en una aldea de la posguerra, en Galicia, en una época muy compleja. De muy joven se fue a trabajar al País Vasco. De ella he sacado la capacidad de luchar contra las adversidades, que te insulten y saber seguir adelante. A ella siempre la han tratado como el monstruo o la fea, le decían que no saliese de casa. Fue mi inspiración para entender que las palabras solo duelen si dejas que te duelan”, explica con fortaleza y convicción. Adoptó la filosofía de “no hace daño quien quiere, sino quien puede”, y gracias a eso rompió todos los techos de cristal que le habían impuesto. Aunque no resultara tan fácil como de estas líneas, a batalla vencida, pudiera ahora inferirse.

 

 

Conversa con Mara Torres sobre casi todos los grandes temas que ocupan la vida: el amor, el desamor, la aceptación, la vocación o la muerte. Todos aparecen también recogidos en el libro que acaba de publicar, Con el corazón por delante, que recoge poemas de casi todas sus épocas vitales (los últimos, ya escritos durante el confinamiento). Dedica unos versos al momento en el que la muerte y la consciencia de que somos finitos aparecen por primera vez. Tenía ocho años y perdió a su mejor amiga. “Esa es una de las lecciones más grandes que he tenido, la sensación de que hoy estás aquí y mañana ya no, y que hay que vivir el momento por encima de todas las cosas”, explica. Una sensación y una lección vital que cobra más sentido que nunca en este momento pandémico, en el que reconoce, con el corazón encogido: “todos tenemos alguien al lado que está sufriendo”.

 

 

Sigue este viaje a través del Mediterráneo. La actriz nace y se cría en una casa de Barcelona que olía a pino y donde el recuerdo de la humedad en verano lo ocupa todo. Es además “la del medio” de seis hermanos, condición que define también cuál ha sido su mantra, en la familia y en la vida: “adáptate todo el rato”. Más de un oyente comentaba por las redes tras escuchar esta entrevista: “gracias por lo humano”. Y es que, a lo largo de esta media hora de radio, todo lo que Itziar tenía que dar fue entregado a los oyentes. Su historia es un regalo para el que quiere ver más allá. Itziar respondía en redes: “así soy yo”. Y no hay tres palabras más acertadas.

 



 

Adaptarse fue un medio para vivir y, también, para ser actriz. “A mí me gustaba todo: cantar, bailar, hacerlo dramático. Era una amante de los musicales”, explica. Itziar se cansó de ser una espectadora pasiva de lo que ocurría en su vida, decidió que tenía que construir hacia otro lugar. Que era fundamental no ya encontrar su sitio, sino hacérselo. Aunque a veces, como escribe en su libro, quisiesen esconderla, el espacio que ocupaba era más grande. Ella valía más que aquellos directores de casting que nunca encontraban su papel. “Por muy bien que cantara o interpretara me decían que nunca daba el perfil para nada”, añade.

 

Le dio la vuelta a la realidad. “Me costó encontrar el lugar, pero cuando me dieron la primera oportunidad me relancé. Ese fue el mensaje que luego intenté transmitir: encuentra tu diferencia y ahí sabrás hacia dónde ir”, añade. Eso lo ha demostrado. Su carrera deslumbró cuando el creador Eduardo Casanova escribió un personaje a su medida, con su mismo nombre, en Pieles (2017). Erizó la piel e incomodó a muchos aquella historia teñida de rosa que ponía el foco sobre aquellos que no forman parte de lo normativo de la sociedad. “Después de dos décadas de carrera, que alguien escribiese ese papel para mí fue algo inexplicable”, explica. Es una película difícil, pero muy necesaria.

 

 

Y es este trabajo el que conecta con sus orígenes más que nunca. “Perdón por ser así de bruta, pero es un Love, Actually de deformes. En el fondo habla de aquellos denominados monstruos por la sociedad que solo quieren ser queridos”, argumenta. Castro había dejado caer al principio de este relato que su madre no había podido ver aún la película por la que la nominaron a un Goya, por la que la conoció el gran público. “Se siente identificada, apelada, y le cuesta. Algún día conseguiré que la vea. Mi madre se ve en esos personajes, hablan de gente como ella”, añade. Su historia en la interpretación y su camino, no de rosas, pero lleno de aprendizajes, es una filosofía vital a la que no puede escaparse nadie. Escucharla es como abrir la ventana y respirar la esperanza.

 

Versión imprimir