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17-05-2021

#ElFaroenAISGE

Una visión íntima y por escrito de las mejores entrevistas de Mara Torres en las madrugadas de la Cadena SER




Jaime Lorente

 "Solo quiero que me dejen equivocarme"

            


Dos profesores engancharon al teatro a aquel pésimo estudiante. Su experiencia sobre el escenario es el nexo más puro que conserva con el oficio de actor. La popularidad masiva a raíz de 'La casa de papel' y el trabajo sin descanso lo desvirtuaron todo, y el encierro por la pandemia solo confirmó esa evidencia. Ahora emprende un camino haciéndose más caso a sí mismo. Aunque pueda errar


MARINA GARCÍA DIÉGUEZ (@marinagdieguez)

La última vez que vi a Jaime Lorente fue en el teatro. Recuerdo lo impresionada que salí con Matar cansa y recuerdo que pensé dos cosas. La primera, que no había duda de que había recuperado el terreno escénico, algo que el actor echaba de menos abiertamente desde que el éxito de La casa de papel lo desbordó. Lo segundo tiene que ver con el día que visitó El Faro. Llegaba de grabar otra de sus últimas series, El Cid, yo abrí la puerta de la octava planta de Gran Vía 32 y él dijo: “Vengo corriendo de grabar, igual aún tengo restos de sangre por la cara, disculpa”. Esa humildad y simpatía repentina me sorprendieron. Sentí un poco eso al salir del desparecido Teatro Kamikaze, donde vi Matar cansa, el monólogo de alguien que admira fervientemente a un asesino. Si me hubiese despistado, la sangre me habría salpicado. La verdad de aquella interpretación, la garra, caía sobre el patio de butacas como el agua bautismal. 

 

   Hay muchos elementos importantes en esta historia, así que ordenémoslos. Llegaba corriendo con aquel jersey de otoño y, al sentarse frente a Mara, se puso ‘Memé’ de seudónimo, con una sonrisa entrañable. Más tarde sabríamos que así le llamaron siempre en su casa. Y que su familia, su gran familia, es el epicentro de todo lo que para él importa. “El verano es la estación en la que lo conocí todo: me enamoré y me besé por primera vez, supe lo que era buscarse amigos… Todo tenía un filtro muy bonito”, comienza. En La Manga del Mar Menor pasaba la estación estiva. Ese lugar y el olor de la olla murciana de cerdo de su madre ocupan la primera parte de la conversación. “No tengo ningún término en mi imaginario para describir eso”, se excusa. ¿Qué es, sino el apego en su forma más pura? ¿Qué es, sino el amor de un hijo en unas pocas palabras?

 

   En esa casa eran siete: cinco hermanos y los dos progenitores. Imagínense qué fiesta crecer entre tanta gente. Jaime explica que había libros por todos lados, que las inquietudes y la cultura revoloteaban por todas las esquinas. En ese relato cariñoso se le escapa una cosa: “Por mi hermana Almudena conocí la poesía”. Esa frase podría haber pasado sin más, podría haber quedado como una línea amable del relato. Lo que Mara y este equipo no nos esperábamos era que aquel nombre entraría a través de la entrevista a su hermano para quedarse en el universo de El Faro. Un día nos sorprendió encontrar una nota de voz entre las de los oyentes. La enviaba alguien que se identificaba como "hermana de un Gatopardo’. Ahora es una habitual colaboradora que interviene con cariño casi cada noche. Y ahora, entre Almudena y Jaime, ¿cómo no vamos a ser muy de los Lorente en este programa?



   Volvamos a aquella noche en la que los silencios cobraron tanta importancia como las palabras, tan bien usadas, tan bien armadas en el discurso de ‘Memé’. Ahora entenderán por qué a veces la palabra más importante es la que no se dice. O la que viene precedida de un poderoso y largo silencio. Jaime Lorente es conocido en medio mundo, o en el mundo entero, por su papel de Denver en La casa de papel, la ficción con la que Netflix puso en boca de todos a una generación de actores españoles. Aquello lo cambió todo. Él no había llegado a la treintena y se había convertido de la noche a la mañana en un fenómeno de masas. Aunque parezca mentira, la vida de antes le hacía más feliz con mucho menos.

 

   “Todo cambió 180 grados”, resume. “Una Nochebuena estaba en Murcia, en el bar de mi amigo Salva, y los seguidores en mis redes sociales de 10.000 en 10.000 cada minuto. Aquello fue un termómetro que nos decía: la temperatura está subiendo mucho”. Lo que vino después se escribió solo: La casa de papel se convirtió en la serie de habla no inglesa más vista en la historia de Netflix. Casi nada. Millones y millones de hogares en todo el planeta conocieron a este chaval murciano como Denver, un personaje que pintaba con coraza, pero que fue más de corazón que de cualquier otra cosa. Un chulo que, en el fondo, es un blando.

 

   Como con casi todo lo que se convierte en un fenómeno de éxito descontrolado, los personajes de la serie se comieron a los actores. "Llega la fama, llega todo, te coloca en un lugar muy concreto en el que nadie te ve fuera del papel de Denver. Yo quiero contar otras cosas. Lo necesito como actor", le expresaba Lorente a Mara. El Jaime primigenio se enganchó al teatro para salvarse de la vida. Lo hizo gracias a dos profesores, pese a que “era un estudiante pésimo”. A ellos les agradece que le metieran el gusanillo de todo aquello que dura hasta hoy.



   La emoción de aquellos años de juventud en los que descubrió la interpretación es lo que le une a su oficio, lo más puro. Se movía en furgonetas con compañías teatrales murcianas en las que todo lo hacían entre todos. Era una comunidad de amigos amando el arte y la dramaturgia. Aquel momento de su vida sirve para dejar en esta entrevista una reflexión que se distingue por la verdad que esconde: "Yo era un joven con una sensibilidad artística muy diferenciada. Si pienso en aquel momento, era feliz de verdad, era feliz sin tener nada. Ahora quizás tengo miles de cosas más y no lo soy tanto”.

 

   También es cierto que estas reflexiones nacen tras una cuarentena especialmente dura para el actor. El mundo se paró para todos y le invitó a la reflexión profunda. A pensar, no por inercia, sino para replanteárselo todo. "Cuando nos encerraron me volví loco. Me di cuenta de lo mucho que echaba de menos las cosas que dejé de hacer por estar siempre trabajando. Llevaba dos años y medio sin parar. Pensé que me daba igual el trabajo, solo quería ver a mi madre", explica. 

 

   Y a esas palabras siguieron otras igualmente certeras. "En mi profesión el éxito es solo uno: el que te hacen ver, y tú te dejas engañar. No te enseñan a que te hagas caso a ti mismo, no te enseñan a que construyas tu propio camino. La gente transita el camino de otros. Ahora solo pienso que quiero que me dejen equivocarme. Tengo solo 28 años", describe. Las redes dijeron aquella noche, y lo siguen diciendo, que estas palabras deberían reproducirse en las facultades para hacer entender que lo importante es dignificar el camino y desmitificar el lugar adonde se llega.

 

   “Me he tenido que rehacer después de acabar La casa de papel”, concluye. Y lo ha conseguido. Ahora que “la jarana” de la serie regresa con el estreno de su última temporada, ese orden puede ponerse otra vez patas arriba. Pero Jaime ya ha dado unos pasos que le llevan a hacer música con bastante acierto. Con bastante Corazón.


   Empieza y termina la conversación agradecido a sus orígenes. Y añade de nuevo: “Yo solo quería equivocarme”. Como dice el poeta chileno Roberto Bolaño: “En aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen”. Pues ahora es el tiempo de Jaime Lorente. Porque solo acaba de empezar.

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