Una visión íntima y por escrito de las mejores entrevistas de Mara Torres en las madrugadas de la Cadena SER
Buscó el teléfono del director Francesc Betriu en las Páginas Amarillas. Se encaró con quienes se burlaban de aquel niño tímido, "con bigotillo y gafas de culo de vaso". Y normalizó a los personajes gais en 'Aída'. Hoy no solo es feliz: también está a punto de estrenar 'Cover', su debut como director
MARINA GARCÍA DIÉGUEZ (@marinagdieguez)
@elfaroSER @maratorres_
Sus padres se levantaban antes de que se hiciese de día, al alba, para ir a vender pescado al mercado de Barcelona. Él se quedaba solo en casa, con su hermano pequeño. Tiraba de él y, tras grandes esfuerzos, conseguía levantarlo de la cama para ir juntos al colegio. Corría entonces a la entrada para comprobar si sus padres les habían dejado las llaves y, sobre todo, los veinte duros con los que luego comprarían un bollo para desayunar. Se le iluminan los ojos un momento y enseguida, casi al instante, surge la risa. Secun de la Rosa es ese lugar en donde el humor y la ternura se encuentran. Su vida, y esta conversación, hablan precisamente de eso.
Algunos días después, el actor confesará en un tuit que la noche en que se acercó por El Faro estaba “hecho polvo”, pero que recordar a su padres junto a Mara Torres le ensanchó el alma. Traza un relato sobre el papel de la familia que debemos citar en su literalidad, y nada más: “Para poder amar a tus padres tienes que separarte y desaprender muchas cosas. Pero lo más importante que he aprendido de ellos es que te amen. Si te aman, el amor se cuela por cualquier rendija”.
Este Gatopardo compone, conversando con Mara, las habitaciones de su vida. Es aquella casa de la afueras de Barcelona, es una llamada desesperada e ingenua de adolescente para ser actor, es para todos nosotros Aída y es ahora Cover, esa ópera prima como director de cine que está a punto de estrenarse. Al principio de este relato, elegirá esconderse tras el sobrenombre de Sergio Márquez. “De niño me vino bien buscar la normalidad. Llamarte Secundino de la Rosa y ser como yo en un colegio no era fácil”. Ese seudónimo constituye también su primer vínculo con el cine. Y él sabía desde bien pronto que quería ser, a toda costa, actor.
Suena un corte de El club de los poetas muertos y Secun gesticula en silencio, incrédulo. “¿De dónde habéis sacado esto, Mara?”, pregunta. Con 15 años firmó con ese nombre, Sergio Márquez, para dirigirse a la revista de cine Fotogramas y expresar que quería dedicarse a la interpretación. Tal cual. Luego llamó directamente al director Francesc Betriu. Gracias a esa insistencia, terminó en un casting en el que tuvo que quitarse las gafas. Acabó consiguiéndolo, aunque fuera al segundo intento. ¿No son la ternura y el humor al mismo tiempo la viva imagen de ese adolescente, “con bigotillo y gafas de culo de vaso”, que buscaba desesperadamente en las Páginas amarillas el número de un director de cine para decirle: “Oiga, señor, quiero ser actor”? Secun de la Rosa tenía que ser.
Su papel definitivo llega con Aída, una de las series más exitosas de la ficción española, en la que el papel de Toni Colmenero supuso un punto de inflexión en una televisión en la que aún rara vez se veían personajes homosexuales. O, por lo menos, no de esa forma. Recuerda aquella época que compartió con Carmen Machi, Paco León o Eduardo Casanova con especial cariño. “Ahora hemos normalizado los personajes homosexuales, pero en aquel momento todos habían sido personajes gais infelices. Yo entré a Aída y pedí que quería ser un gay feliz. Ni maricas malas, ni sufridores, ni enfermos: un personaje feliz”, subraya. “En Aída éramos cuatro payasos blancos haciendo lo más grande”. Y arranca reír a carcajadas.
De la Rosa insiste ante el micrófono que durante todos estos años no ha querido orillar su trayectoria sobre los escenarios. Ahora su nombre no para de sonar gracias al éxito de la adaptación teatral de Los asquerosos, la venerada novela de Santiago Lorenzo. Está en esta historia también la casualidad, o la causalidad, que gobierna su vida últimamente. Tras tantos años trabajando en Barcelona, sus padres deciden mudarse a un pueblo perdido de Segovia. Y sucedió que, justo en la casa de al lado, andaba fraguándose ese libro que ahora él representa por media España. ¿Cuántas posibilidades había de que la vida atravesase de esa forma los límites del azar? Secun de la Rosa tenía que ser (otra vez).
Esta semana la Academia de Cine difundía un artículo titulado “El cine español que veremos en lo que queda de año”. Allí figuraba Cover, esa primera película, ambientada en el Benidorm olvidado, por la que lleva luchando “toda la vida”. Un filme que, a juzgar por las fotos que ya se han ido publicando, destila ese mismo humor y ternura que su director en esta media hora de radio.
Tiene siempre presente el olor del mar. Desde el Mercabarna, allí donde sus padres vendían pescado, hasta ese mar añorado en su inminente película, inalcanzable tanto en Madrid como en esa pedanía segoviana en la que, “por esas cosas de la vida que no pueden explicarse”, acabó cruzándose su vida con la de Santiago Lorenzo. Figura también, de fondo, en esa Barcelona que lo vio recorriendo ingenuo sus calles para conseguir el sueño de ser actor. Y hay otro factor que siempre está ahí, muy apropiado para un lugar como El faro: la luz. Como dice Milena Busquets: “Después de todo, los seres humanos también somos una cuestión de luz: hay gente que desprende una luz de mañana de Reyes y hay otra cuya luz ni siquiera es suficiente para leer el prospecto de un jarabe para la tos.”
Termina Secun: “Cuando crees que la vida no te va a regalar nada, te regala la pareja de tu vida, el ‘Sí, siempre”. Regala esa frase a los oyentes y así desliza –de carrerilla, en medio del relato, pudoroso– que hay un ángel que lo protege. A ver si el ángel va a ser él.