– “Somos un pueblo culto gracias a otras generaciones que, si levantaran la cabeza, no entenderían nada de lo que estamos haciendo”. Esto lo escribe usted, en su blog.
– Es que lo creo. Me asusta mucho lo que estamos viviendo. También en la ficción existe una tendencia a infantilizar los contenidos. Los personajes representan el bien y el mal con una simplicidad aplastante, sin aristas ni trasfondos. Me recuerdan al primer teatro profano. Parece que intentan llegar a la gente a través de la mediocridad y no del ingenio. Yo soy, sobre todo, espectadora. No me considero más culta que nadie y me ofendo al encontrarme ciertos contenidos. Reclamo historias que nos ayuden a pensar libremente, que nos emancipen.
– Las obras que nos hablan del pasado, por su parte, no dejan de triunfar. ¿Por qué cree que gustan tanto?
– No soy de las que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, pero quizá tendríamos que preguntarnos por qué no se escriben tramas profundas y reflexionadas que nos hablen del presente. Hay que revisar con ánimo crítico tanto un tiempo como otro. El pasado hay que contemplarlo y aprender de él, pero mirándolo siempre como lo que es: pasado. La actualidad es otra cosa, y hay que vivirla con sentido de futuro. Es nuestra obligación que el mañana sea mejor.
– Su primera vez en el cine le valió una nominación a los Goya. ¿El resto del camino ha estado a la altura de las expectativas?
– [Ríe] ¡Para nada! Como todo en esta vida, imagino, pero sí me siento una actriz muy afortunada. He tenido buenos proyectos y buenos personajes. Claro que a veces me acuerdo de aquellos sueños y pienso: “¡madre mía, qué sabría yo!”. Suelo acudir mucho a esa parte de Lawrence de Arabia que nos decía que el destino no existe, porque es lo que hacemos con él, y yo pienso que la vida es mejor cuando te sorprende. Ahora, ¿qué es un Goya? Debra Winger se quedó sin trabajo en cuanto se hizo con el Oscar.
– Pero sí consiguió uno con la costumbrista ‘Tapas’. ¿Ha cambiado el cine español desde entonces?
– Diría que ha cambiado porque ahora, prácticamente, ¡no hay! Tapas es Tapas, y es irrepetible como lo es cada obra, pero si no se hacen películas así es, simplemente, porque ya no hacemos películas. Llegamos al punto de que, cuando un título español entra en escena, lo celebramos como algo excepcional. Me aturde pensar en todo lo que está pasando en el mundo de la cultura. No entiendo nada.