Grandes intérpretes, niños actores y actores accidentales
Intervenir en una producción de Elías Querejeta supone para cualquier actor un espaldarazo en su carrera, marchamo de prestigio; fue así especialmente en los largos años de la agónica dictadura, el tardofranquismo, y durante la Transición. Intérpretes de peso, como Héctor Alterio o Geraldine Chaplin, vieron consolidadas sus carreras. El reparto es un aspecto en el que el productor vasco también pone su grano de arena. “No sé si mucho o poco, pero sin duda ninguna intervengo en la elección de actores. Hablo con el director y con los implicados en la tarea, porque siempre me ha interesado quién va a interpretar a los personajes”.
El caso de Héctor Alterio tiene su anécdota. “Jaime [Chávarri] y yo avanzábamos en el guión de A un dios desconocido. Le sugerí que fuéramos pensando ya en actores para ir perfilando los personajes. Esto es algo que me gusta hacer porque vas escribiendo en función de una persona y el personaje crece. Quedamos para comer y le explicamos el proyecto. Se hizo la película y a él le dieron la Concha de Plata al Mejor Actor en San Sebastián. A la salida de la entrega de premios me dijo: «Te confieso, Elías, que el día que comimos volví a casa y le dije a mi mujer ‘He estado con dos locos que quieren hacer una película que no se estrenará en la vida’». Espero que a Héctor no le importe que lo cuente”.
Como ocurrió con algunos directores, también con él dieron sus primeros pasos cinematográficos niños llamados a ocupar un lugar importante en nuestras pantallas, como Ana Torrent o Icíar Bollaín. “Con los niños hay que hacer un trabajo previo muy largo, estar muy cerca de ellos y utilizar un lenguaje comprensible. Sobre la forma en que ellos lo viven recuerdo una historia graciosa: para celebrar el final del rodaje de Cría cuervos nos fuimos todo el equipo a un restaurante muy bonito de Marbella. Al terminar, yo salía con Ana Torrent de la mano y me dijo: «Oye, Elías, tú que puedes, no dejes que acabe esta película»”. Quién sabe si el chavalín de Siete mesas de billar francés (2007)... “Ese niño es un fenómeno”, concluye Querejeta.
Uno de los géneros donde más indeleble es la marca Querejeta es en el largometraje documental-testimonial, obras de una intensidad emocional bárbara, como El desencanto (1976) o Asesinato en febrero. Aquí el trabajo no se hace con actores; el intérprete hace de sí mismo. El donostiarra nos revela las dificultades: “Es cuestión de que la persona se introduzca en sí mismo, por así decirlo. Hay que encontrar la forma más espontánea de hacerlo. Suele tratarse de rodajes largos y montajes laboriosos. En ocasiones es el mismo montaje el que dicta el camino de la película. Por ejemplo, nos ha ocurrido que algún personaje veía cómo aparecía en pantalla y encontraba maneras de mejorar su “interpretación”. Son, en todo caso, rodajes prolongados y que llegan a desarrollarse por partes, como ocurrió con El desencanto”.
No queda tiempo para más. Un taxi espera a nuestro hombre, pero antes de despedirnos nos canta (no es broma) el tema principal de una de sus películas favoritas, Capitanes intrépidos, y nos revela qué tiene entre manos: “Estamos terminando un proyecto que se llama Cerca de tus ojos, acerca de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Diversión y compromiso siempre de la mano. Eskerrik asko, maestro.