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18-09-2018

Eneko Sagardoy


“Hay que pedir que nos sigan menos en las redes sociales y más en el teatro o el cine”


En solo seis años como actor profesional ya ha ganado el Goya. Venía del panorama escénico, pero los rodajes simultáneos le han brindado un aprendizaje impagable, capaz de desterrar sus miedos. Hoy sueña con compaginar teatro y cine, y con crear sus proyectos cuando falte el trabajo

PEDRO PÉREZ HINOJOS (@pedrophinojos)

Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)

A la edad en la que en su pueblo casi todos los chavales se afanaban por jugar en el Athletic Club, Eneko Sagardoy (Durango, 1994) decidió hacer teatro. Primero en la ikastola y luego en un grupito teatral. Y no le fue mal salir de la corriente, pues encadenó obras y cortos hasta que le llegó su primera gran oportunidad con un papel para la serie Goenkale, todo un clásico de la televisión vasca. De ahí pasó al largometraje, rodando casi a la vez La higuera de los bastardosErrementari Handia. Fue esta última, precisamente la historia de un incomprendido como el gigante de Altzo, la que le aupó hasta el Goya al actor revelación. Sagardoy también va por libre a la hora de digerir el galardón. Se lo toma como un desafío, el mayor de los retos para un actor que se ha revelado como un trabajador metódico y curioso. En un rato de conversación se palpa la contenida y fascinante energía que emana, en contraste con el personaje que le ha dado fama: si en Handiaun hombre pugnaba dentro de un gigante, en la vida real un gigante bulle en el interior de Eneko Sagardoy.

 

– Está acostumbrado a llevar varios proyectos a la vez, pero ahora ha compaginado su desembarcoen Madrid gracias a la obra Fedra con el rodaje de una película en su tierra. ¿Cómo lleva el don de la ubicuidad?

–Muy bien. Lo importante es trabajar. Estrenamos Fedra, en versión de Paco Bezerra, en Mérida, y después de nuestro paso por el Teatro de La Latina en Madrid haremos gira por toda España. Al mismo tiempo he rodado El hijo del acordeonista, basada en una novela de Bernardo Atxaga, dirigida por Fernando Bernués. Se ambienta en el País Vasco de los setenta y mi personaje está todo el tiempo a caballo en un caserío.

 

 

– Esta hiperactividad le ha acompañado desde el inicio de su carrera de actor, una vocación espontánea, sin antecedentes familiares ni referentes cercanos¿Cuál es laexplicación de este salto de cero al infinito?

–Mis padres son geógrafos y mi hermano gemelo es consultor, aunque son sensibles y aman la cultura. Creo que de niño me aburría tanto, porque en la calle solo se jugaba al fútbol y a mí no me gustaba, que tuve la necesidad de crearme un entretenimiento. Y de ahí vino lo de hacer comedia en la ikastola. El aburrimiento está infravalorado, yo creo que es sano. 

 

– ¿Cómo era eso de hacer teatro en la escuela?

–Era una asignatura obligatoria. El pedagogo que impartía esos talleres, José Martín Urrutia, apodado Txotxe, dirigía el grupo aficionado Karrika. Con 14 años me metíen él y empecé en el teatro de calle. Ahí me creé mis primeras referencias teatrales, además de plásticas y musicales, y empecé a devorar teatro.

 

– ¿Cuál fue el punto de no retorno?

– Estudié Comunicación Audiovisual porque me daba miedo apostar ciegamente por esto. Pero no podía evitar sentirme atraído por el trabajo de actor. Así que cuando inicié mis estudios también hice un castingpara Goenkale. Ahí empecé a plantearme eso de: “¿Y si puedo vivir de esto?”. Hacia esa meta orienté finalmente mi formación, que no ha sido la más común, pues siempre me he movido en talleres y laboratorios. Eso ha influido en mí como creador. Entiendo mi trabajo como una creación colectiva, siempre escuchando a los demás. Es lo que me apasiona de esta profesión. 


– ¿Lo asimiló bien su familia?

–Les dejé sin excusas. Como desde el principio he tenido la fortuna de estar trabajando, ellos lo han considerado de otra manera. Y es maravilloso, porque no solo me apoyan, sino que les ilusiona todo: desde el Goya hasta un recorte sobre mí en el periódico del pueblo. Me llevan mucho a la tierra, me han enseñado siempre el valor de la humildad y la constancia, pero a la vez viven con entusiasmo lo que hago. 

 

 

– ¿Encadenar proyectos es una cuestión de suerte o de empeño? 

– Me tiré varios años enviando mi currículum a productoras de cine y televisión, directores de casting… Obtuve dos respuestas. Una de ellas fue para trabajar en la película The night watchman, de Miguel Ángel Jiménez, mi primera experiencia seria en cine. Y una cosa fue llevando a otras. Pero creo que lo que he hecho es el fruto de aceptar varias cosas a la vez y de meterle muchas horas. 

 

– El año 2017 fue decisivo: se entrelazaron las filmaciones de ErrementariLa higuera de los bastardosHandiaCuando dejes de quererme

–Fue un año de clase magistral de cine. Rodé con directores muy diferentes y fue una inmersión muy grande en el código. Aprendía mientras hacía. Soy muy miedoso, pero a la hora de actuar siento que no tengo nada que perder. Algo se desprende y se me olvidan las cosas malas. 

 



 

– Con Handia cambió todo. ¿Esperaba la repercusión que tuvo?

– Cuando lees un guion pocas veces dices: “Qué maravilla”. Con Handia lo pensé. Una vez que estoy rodando, evito pensar en el resultado final, procuro centrarme en mi trabajo. Pero con esa película estaba seguro de que, al menos estéticamente, sería preciosa. 

 

– El personaje que le tocó era de lo más especial. ¿Cómo lo afrontó?

– Estaba aterrado. Lo que más miedo me da es no tener el control sobre lo que voy a hacer. Y en este papel contaba con un doble, con efectos especiales, zancos, maquillaje especial, un vestuario exclusivo… Y además, no podía gesticular con las manos, debía concentrar la información en la mirada. Luego me di cuenta de que justamente aquellos límites estaban creando al personaje. Es cierto que me nutrí mucho del trabajo del doble, Saad Kaiche, a quien estuve observando durante días: cómo miraba, cómo se agachaba, cómo se movía. E incorporé lo que aprendí al personaje. Así conseguí pasar de una fase de descontrol y temor, a relajarme y confiar ciegamente en los directores.

– Y le fue de maravilla porque le dieron el Goya. ¿El premio le orientará más hacia el mundo del celuloide o seguirá pluriempleándose?

–El teatro me va a acompañar siempre. Lo necesito. Es como una parte de mi cuerpo. Es verdad que me apasiona el cine, me siento muy cómodo y me encanta formar parte de un trabajo donde se involucra tanta gente, todo en común. Me gustaría compaginar teatro y cine. Y crear mis propios proyectos: trasladar al teatro lo que aprenda del cine y viceversa. Ver qué pasa, dónde confluyen ambas manifestaciones.

 

– ¿Siente que el futuro como actor ya se le ha despejado o aún le quedan miedos?

– Soy un privilegiado. Llevo seis años de actor profesional y no me ha faltado nunca el trabajo. Pero tengo ojos y veo la situación alrededor. Me tranquiliza pensar que, cuando no me ofrezcan trabajo, intentaré generarlo con la gente que me gusta. Pero estoy aprendiendo a vivir en esta inestabilidad. Tienen que cambiar muchas cosas: las políticas culturales, la percepción social de nuestro oficio… Esta es una profesión más, y ojalá la gente lo viera así. Le leí a alguien una frase que suscribo: hay que pedir que nos sigan menos en las redes sociales y nos sigan más al teatro o al cine.

 

 

La hermosa (y oscura) noche de los Goya

Fue una euforia atada la que experimentó Eneko Sagardoy con la concesión del Goya. En primer lugar, por el hondo sentido del oficio que ha desarrollado pese a su juventud: “La mayor ilusión para mí es trabajar. Los saltos más grandes, los gritos más fuertes que he pegado han venido cuando me han llamado para cualquier papel. En el caso del Goya, mi reacción fue más fría y precavida que cuando me llaman para trabajar. Era consciente de que se trataba de un privilegio, pero trabajar es lo primero”. Además, a las pocas horas de recoger el trofeofalleció Txotxe, su primer guía en esto de la interpretación. “Fue una noche muy bonita”, recuerda, “porque premiaron también a toda la película. Pero la muerte de mi maestro lo relativizó todo. Aunque estoy muy agradecido y me dio mucha alegría, lo tengo aún muy unido a ese hecho tan cruel”.



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