Aitana Sánchez-Gijón: “En ‘La Regenta’ sentí raptos místicos paseando por la catedral”
La actriz que paseó por las nubes con Keanu Reeves y triunfó en escena con ‘Un dios salvaje’ prepara su vuelta a las tablas
EDUARDO VALLEJO
El chavalín se ha saltado hoy el cole. La mirada y la vocecilla delatan su baja forma, aunque el amiguito cómplice que ha venido a visitarlo quizá también revela algo de cuentitis. Su madre lo mira con condescendencia: “Podéis ver un poco más Los Simpson, pero después apagáis y os ponéis a jugar”. Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 1968), que sabe bien lo que es el teatro, se queda pensativa, mirando la puerta que se cierra detrás de los dos diablillos y como sopesando si debería imponer más orden. Rápidamente sus ojos regresan al trabajo y se posan en la grabadora. “¿Empezamos?”
– ¿A quién habría que dar las gracias por que dejara la filología?
– Llevaba con la cantilena de que quería ser actriz desde niña. A los doce, tuve la suerte de caer en las manos de Alicia Hermida. Pasé un verano con su grupo, La Barraca del Teatro Itinerante de Aranjuez, de gira por pueblos y haciendo figuración, pasacalles, etcétera. La filología vino porque era buena estudiante y en casa se daba por hecho que haría una carrera. Pero el hecho es que ya venía trabajando profesionalmente desde 3º de BUP, cuando debuté en la serie Segunda enseñanza.
– ¿Entonces considera a Alicia Hermida su maestra?
– Sin duda. También a Juan Diego, que prácticamente me apadrinó. Hablaba mucho conmigo, me daba consejos, me regalaba libros de Stanislavski...
– Cuando en 1995 la llamaron para hacer ‘Un paseo por las nubes’ junto a Keanu Reeves parecía que haría las maletas, como Banderas, pero no fue así. ¿Por qué?
– Les parecía a los demás. Yo jamás tuve esa sensación. Era lógico que hubiera un runrún, pero solo fui a rodar una película y luego volverme a mi casa y a mi compañía de teatro, Strion, con la que iba a hacer La gata sobre el tejado de zinc caliente.
– ¿Qué sensaciones tenía?
– Encontradas. Por un lado estaba encantada, por otro me sentía extranjera y todo me parecía muy hinchado: las limusinas, las entrevistas con ejecutivos de los estudios, etc. Supongo que si hubiera persistido, habría trabajado más allí.
– Siempre la emparejaban con actores de marcado erotismo. ¿Era consciente de que la consideraban un símbolo sexual?
– Yo no diría tanto; tal vez objeto de deseo. Nos pasa a muchas actrices entre los 20 y 35 años, y apechugas porque es parte del oficio. En el momento no era consciente de ello, ni lo utilizaba, por supuesto. Me he dado cuenta con los años, por referencias indirectas, pero yo ni me enteraba. [Ríe con franqueza].
– ¿Le molesta o le halaga?
– No me molesta en absoluto. Simplemente me asombra.
– Gary Oldman, Keanu Reeves, Terence Stamp, Christian Bale... Háblenos un poco de sus parejas en pantalla.
– Madre mía, podríamos estar mucho tiempo. Terence Stamp es un verdadero caballero inglés y una persona muy cálida y abierta al contacto. Hablábamos mucho. Keanu, no sé si por circunstancias personales o por qué, era muy introvertido; daba la sensación de que arrastraba toda la maquinaria de Hollywood a sus espaldas. Era una especie de elefante en la cacharrería de aquel ambiente tan latino de Un paseo por las nubes.
– Tampoco los nacionales son mancos: Javier Bardem, Carmelo Gómez...
– Con Carmelo he trabajado mucho. Es quizá el actor con que me siento más en sintonía. Todo lo que me pasa con él en escena o en pantalla es muy potente y muy de verdad.
– Méndez Leite decía que siempre tuvo claro que usted sería Ana Ozores...
– No recuerdo. Me vería con la edad de Ana, más o menos. Le encajaría...
Por un momento, la actriz, de natural templada, se azora ante el elogio que supuso la decidida apuesta del director de La Regenta (1995), una serie que prácticamente marcó el final de una larga tradición televisiva de adaptaciones de clásicos.
– ...Yo soñaba con este personaje desde que en la carrera hice un trabajo comparativo de La Regenta con Madame Bovary. Cuando el sueño se hizo realidad me entregué al papel con toda mi alma. Durante el rodaje tenía raptos místicos, o algo parecido, paseando por la catedral. No soy creyente, pero la sensualidad de lo religioso me producía mucho morbo.
– Aquel 1995 fue para no perdérselo: ‘La Regenta’, ‘Boca a boca’, ‘Un paseo por las nubes’, ‘La ley de la frontera’. Las buenas rachas tienen su peligro, luego llegan los bajones.
– Hasta ahora no había tenido bajones. He empezado a notar la crisis de año y medio para acá. Hablamos de cine, porque en teatro sí me llegan papeles interesantes. Lógicamente la situación general es la que es, pero a una le da por pensar si tendrá que ver con la edad.
– ¿Y cómo lo lleva?
– Siento que he hecho una carrera de fondo y, por suerte, en el teatro tengo suficientes oportunidades.
Premio Nobel y Academia
En teatro, Sánchez-Gijón posee un largo recorrido. Pasó por el Clásico y fundó su propia compañía, Strion. En su currículum destacan, entre otras, La gata sobre el tejado de zinc caliente (1996), Las criadas (2002) o Un dios salvaje (2008-10). Por añadidura, acompañó sobre las tablas al escritor Mario Vargas Llosa en La verdad de las mentiras (2005) y otras dos obras más.
– Los papeles teatrales exigentes, ¿le ponen o le imponen?
– Papeles como el de La gata... o Las criadas me producían taquicardia, no me dejaban dormir. Esa taquicardia es un termómetro para mí. Me indica que debo hacer el papel, pero jamás me libro de la zozobra.
– ¿Ni siquiera después de estrenar?
– Ni siquiera. Toda mi vida gira en torno a la función, y lo vivo con tanta pasión como inquietud.
– ¿Qué le pareció la adaptación de ‘Un dios salvaje’ al cine?
– Está mal que yo lo diga, pero me decepcionó. En teatro el texto gana en comicidad y tempo, en vuelo. En la película todo era demasiado plano, sin picos.
– Es la única persona que ha acompañado a Vargas Llosa en sus tres incursiones como actor. ¿Le daba consejos al Nobel?
– ¡Por Dios! ¡Cómo suena eso! [de nuevo azorada]. Le apuntaba técnicas y herramientas que, naturalmente, son trucos de quien está acostumbrado a las tablas.
– ¿Y se dejaba?
– Fue un compañero muy dócil con las indicaciones que le dábamos. Solo se enfadaba (medio en broma) cuando le alterábamos el texto.
– Todos los presidentes de la Academia de Cine han tenido su marrón. ¿Cuál fue el suyo?
– [Pone los ojos en blanco] Madre mía, el de la compra de votos. Aquello adquirió unas dimensiones que jamás pensamos que alcanzaría. Fue bastante desagradable, pero creo que salimos airosos.
– ¿Cuándo la volveremos a ver actuando?
– Para la próxima temporada estrenaremos Babel, de Andrew Bovell. Nos dirigirá Tamzin Townsend y el elenco está por cerrar. Solo puedo adelantarle que va a ser un gran reparto.