Experiencia catártica
“La primera idea de Proyecto Lázaro me vino cuando escribía con Alejandro Amenábar Abre los ojos, película en la que aparecía el concepto de criogenización. Recuerdo que no podía dejar de preguntarme qué interés tendría la gente del futuro en resucitar a personas de hoy en día, así como qué encaje tendrían esas personas en un tiempo completamente ajeno al suyo”, reflexiona Mateo Gil, director de los filmes Nadie conoce a nadie y Blackthorn.
En una película de la envergadura de Proyecto Lázaro, Mateo Gil quiere agradecer la entrega absoluta de todos los intérpretes. “Necesitaba en especial que los personajes principales, los de Tom Hughes y Oona Chaplin, fueran arrebatadores, creíbles, que su amor traspasara la pantalla, y desde luego la química ha funcionado entre ellos”, afirma Gil, también coguionista de Amenábar en Tesis, Mar adentro y Ágora.
“Proyecto Lázaro aspira a proporcionar una experiencia catártica, de la que el espectador salga reforzado, sintiéndose afortunadamente vivo y agradecido por los dones que la vida nos ofrece. En concreto, el amor. Y es que, aunque parezca una peli de ciencia ficción, lo más significativo de la historia es la trama romántica. Un amor que recorre todo el pasado del protagonista y vuelve con fuerza en el presente, para convertirse en el principal vehículo para las reflexiones, para la propia trama y para su resolución final”, explica el realizador, que ya ha rodado una nueva cinta, Las leyes de la termodinámica.
Proyecto Lázaro es sin duda un festín de imágenes y de posibilidades narrativas, especulando sobre un tema tan profundamente humano como es la aspiración a la inmortalidad, o al menos que la tecnología pueda detener el envejecimiento, cure enfermedades y nos proporcione, en definitiva, una vida mejor. Sea como sea, Gil nos hechiza con una cinta desbordante de sensaciones que dan fe de la poderosa e inquieta personalidad de este director.